Otoño: frío y calor en el mismo día
Una de las cosas que menos nos gustan cuando llega el otoño es no saber qué ropa ponernos (aunque aquí te damos algunas ideas. Tan pronto hace frío como calor, y los días son mucho más cortos. Lo percibimos de una semana a otra.
Es un proceso lento pero constante hasta el solsticio de invierno. De hecho, esta sensación se incrementará aún más con el cambio de la hora a finales de octubre, debido a la caída de las horas de luz y el ángulo de la Tierra respecto al Sol. Ahí está la clave.
¿Por qué se produce la amplitud?
En las primeras semanas del otoño, el sol aún está lo suficientemente alto como para calentar la superficie terrestre (en el hemisferio norte) de manera que las temperaturas pueden escalar algunos grados y situarse en valores suaves. Si, además, se une que tenemos una situación de bloqueo o de anticiclón, como esta semana, podemos alcanzar los 30 grados en el sur y los 25 en el resto del país, unas cifras por encima de lo 'normal' para la época del año.
Sin embargo, el sol se oculta mucho antes. Y ahí está otra clave. Desde el equinoccio de otoño del pasado 22 de septiembre, el atardecer llega en torno a las 19:30 y cada vez irá ganando más minutos al día. Esto significa que la noche es más larga. Y, cuando se oculta el sol, todo el calor acumulado durante la jornada soleada se escapa porque no hay nada que impida que se mantenga en superficie como, por ejemplo, los cielos cubiertos de nubes o una noche lluviosa o ventosa. Estos factores siempre suavizan la temperatura de noche.
Días más cortos, despertares fríos
La oscuridad 'in crescendo' favorece que las temperaturas caigan de forma rápida y constante hasta el amanecer. Por eso, cada vez es más frecuente despertarnos con mínimas muy bajas, en torno a los 5ºC (frente a los 25ºC o más que podemos disfrutar a mediodía). En España, la temperatura más alta se mide generalmente en torno a las 12.00 – 14:00.
Además, tenemos que tener en cuenta que si observáramos la Tierra desde el espacio exterior, conforme avanza el otoño veríamos que al Sol le cuesta cada vez más alcanzarnos de forma directa. Es lo contrario de lo que ocurre en verano, cuando decimos que hace un sol de justicia. Esto sucede porque en los meses de estío los rayos del sol, respecto a la posición de la Tierra, inciden de forma directa en el hemisferio norte.
En resumen, al Sol le cuesta cada vez más calentar la superficie terrestre y, según nos vayamos aproximando al invierno, la amplitud térmica se irá reduciendo porque los días serán más cortos y la posición del hemisferio norte respecto al sol favorecerá que esa luz nos llegue de 'refilón'.
¿Cuál es la amplitud térmica normal?
En España tenemos diferentes amplitudes térmicas, en función de la zona o las ciudades que tomemos de referencia. Algunos de los lugares con amplitudes térmicas más marcadas son, por ejemplo, Guadalajara o Teruel. Ambas suelen comenzar a marcar mínimas en torno a 5ºC en esta época del año con máximas se sitúan por encima de los 20ºC o incluso próximas a los 30ºC si tenemos una situación anticiclónica encima.
Capitales de provincia ubicadas en zonas de altitud, como Ávila, Segovia, Soria, Cuenca o Teruel tienen amplitudes térmicas importantes. En las ciudades costeras es menor, gracias al efecto del mar, que dulcifica las temperaturas nocturnas y suaviza las diurnas impidiendo que se disparen (salvo si soplan vientos de poniente en el caso del Mediterráneo o del sur en el Cantábrico).
En Madrid, la amplitud térmica suele situarse en torno a 10-15 grados de diferencia entre el día y la noche. Pronto, llegarán las primeras madrugadas verdaderamente frías con jornadas cálidas. Sin embargo, el caso de Madrid es peculiar porque sufre el efecto de la isla de calor, donde la contaminación, el tráfico y los edificios 'guardan' el calor en el centro e impide que las temperaturas nocturnas sean más frías de lo que debería ser normal.
El desierto, un buen ejemplo de amplitud térmica
Los desiertos son uno de los mejores ejemplos para acabar de entender que es la amplitud térmica. Durante el día, la insolación es total. El sol brilla de principio a fin sin nada que impida que llegue directamente a la superficie. Pero, al caer la noche, un espacio abierto y sin vegetación favorece que todo ese calor desaparezca y la temperatura caiga en picado hasta valores próximos a los cero grados.
Por si fuera poco, generalmente viven en condiciones anticiclónicas y sin vientos marítimos que sumen humedad. La tierra desprovista de vegetación que atrape el calor del día da lugar a situaciones que, en el caso de las zonas montañosas del Sáhara, llegan a superar los 40 grados de diferencia entre el día y la noche.