Esta publicación se la debemos al astrónomo español Mariano Castillo y Ocsiero, que aparece en la portada del calendario y que se anuncia como el “Copérnico” español.
El boletín se edita desde 1840 y desde las primeras publicaciones ya consiguió hacerse muy popular entre los campesinos. A lo largo de los años, muchos calendarios han aparecido y desaparecido, pero el Zaragozano, también bajo el título de “El Firmamento”, es el que ha llegado a nuestros días. A pesar de que sus predicciones meteorológicas carecen de base científica, para mucha gente aún tiene sentido, sobre todo como símbolo cultural.
El nombre de Zaragozano no viene dado por el lugar de nacimiento de su autor, que casualmente coincide con Villamayor (Zaragoza), si no que en realidad se debe a un homenaje a otro astrónomo español, Victoriano Zaragozano y Gracia Zapater, que en el siglo XVI realizaba sus propios almanaques mezclando sabiduría popular y astronomía.
El método: La observación y la repetición
El método que utilizó Castillo y Ocsiero fue el de la observación y la búsqueda de un patrón de repetición en los comportamientos atmosféricos. Diariamente, anotaba en un cuaderno datos como la presión y la temperatura. Y todo ello lo combinaba teniendo en cuenta los movimientos y cambios en la fase de la luna, la aparición de cometas y estrellas fugaces, la ocurrencia de eclipses o las grandes conjunciones planetarias, que influían decisivamente en sus pronósticos meteorológicos.
El contenido del calendario
En el subtítulo del calendario viene parte de su contenido: “Juicio universal meteorológico, calendario de pronósticos del tiempo, santoral completo, ferias y mercados de España, refranes y citas”.
Además de estos contenidos, da cuenta de toda clase de calamidades naturales como pedriscos, tormentas o sequías y también contenidos astronómicos como las fases lunares o el porqué de la elección de las fechas de Semana Santa.
A día de hoy, los datos astronómicos del almanaque son proporcionados por el Observatorio Astronómico de Madrid, y son los hermanos Luca de Tena, que heredaron los derechos de autor, los encargados de elaborar el calendario. Los más de 160.000 ejemplares vendidos el último año son un ejemplo de cómo la tradición y la sabiduría popular atraviesan las fronteras del tiempo.