Manuel Cuadrado, mejor profesor universitario: "Utilizo recursos didácticos, algunos muy locos"
Profesor en la Facultad de Economía de la Universidad de Valencia, Cuadrado ha sido galardonado por los premios Abanca como mejor profesor universitario
“Hay que estar constantemente activando a los alumnos con diferentes recursos y actividades diferentes y sorprendentes para que disfruten en el aula al tiempo que aprenden”
"Echo en falta que los alumnos tengan más ilusión, que es la que yo trato de potenciar"
No es extraño que Manuel Cuadrado (Valencia, 1968) aparezca en el aula de su universidad con todo tipo de objetos que enseñar a sus alumnos que en principio no tengan nada que ver con lo que va a explicar. “A parte de impartir y de explicar una serie de contenidos necesarios para entender la materia, yo me caracterizo por utilizar numerosos recursos didácticos, y algunos son muy locos”, asegura. “Hay que estar de alguna forma siempre motivándoles, ilusionándoles, porque es lo que les falta a los alumnos hoy en día”, añade.
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y profesor del Departamento de Comercialización e Investigación de Mercados de la Facultad de Economía de la Universidad de Valencia imparte clases en diferentes titulaciones, Cuadrado ha sido elegido mejor profesor universitario por los premios Educa Abanca de 2020, después de haber sido finalista los últimos dos últimos años. En 2010 recibió el premio a la excelencia docente por parte de su universidad y de la Consejería de Educación valenciana.
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Pregunta. ¿Por qué cree que le han dado este premio?
Respuesta. Yo creo que han valorado una forma distinta de dar clase. A parte de impartir y de explicar una serie de contenidos necesarios para entender la materia, yo me caracterizo por utilizar numerosos recursos didácticos, y algunos son muy locos. He llevado a clase música grabada pero también en directo; distintos objetos; juegos digitales o tradicionales. Y, a veces, los utilizo antes de explicar los contenidos para de alguna manera reflexionar, aunque no entiendan la conexión con lo que voy a explicar después; y, otras, esos recursos los utilizo con posterioridad a la explicación para interiorizarlos mejor. Resulta muy llamativo que un día aparezca con una caja de galletas en el aula. Pero las galletas me sirven para vincularlas al entorno digital, a las famosas cookies, en una de las materias que imparto. Adapto los distintos recursos didácticos a la materia, a los contenidos, al tipo de alumno… En la parte práctica llevamos a cabo proyectos reales que también se adaptan a las circunstancias.
P. ¿Por ejemplo?
R. Durante mucho tiempo he estado impartiendo una materia en el grado de Turismo, Marketing del ocio, donde los estudiantes han gestionado un proyecto real vinculado al ámbito cultural, que es mi línea de investigación (música, teatro, audiovisual). En él los alumnos han tenido que tomar las decisiones necesarias en cualquier proyecto en equipo: búsqueda de patrocinadores, venta de entradas, campaña de comunicación… A veces para presentar un proyecto hemos invitado a artistas, actores, músicos al aula para que actuaran. Hay que estar de alguna forma siempre motivándoles, ilusionándoles, porque es lo que les falta a los alumnos hoy en día.
P. ¿No están suficientemente motivados?
R. Hay que hacer un esfuerzo para motivarlos. Llevo 30 años en la docencia y el perfil del estudiante ha cambiado bastante. Aunque han elegido la carrera que ellos en principio querían, estos estudios son muy disciplinares y, a veces, van un poco perdidos. En el entorno digital y de mensajes rápidos en el que estamos, una clase de hora y media les puede resultar aburrido. Y, aunque haya un pequeño porcentaje que esté encantado, hay que estar constantemente activándoles con diferentes recursos y actividades, sorprendentes, para que disfruten en el aula al tiempo que aprenden. Aunque, obviamente, no dejo por ello de explicar una serie de contenidos, de trabajarlos, de discutirlos y de reflexionar sobre ellos.
P. Y toda esta nueva metodología que aplicas, ¿de dónde te viene?
R. Como estudiante, me aburría mucho en el aula. Estaba a gusto y disfrutaba cuando los profesores y las profesoras me enamoraban porque hacían algo diferente: nos hacían colaborar en un proyecto, salir a un parque natural a buscar plantas… Y a mí me parecía excelente, extraordinario, llamativo, al tiempo que permitía aprender los contenidos mucho mejor. De alguna forma, yo me he quedado con esas ideas y las llevo al aula. Y ahora es muy fácil por todos los recursos que disponemos, sobre todo, a nivel digital. Hace 30 años no teníamos nada, pero yo iba a clase con un radiocasete o con cualquier tipo de objeto. O veíamos en transparencia el cuadro del mes del Museo del Prado para reflexionar, aunque no tuviera nada que ver con el contenido. Me viene de ahí, de aquellos profesores que me han marcado, que me han gustado cómo hacían las clases. Yo intento un poco reproducirlo al tiempo de que yo soy una persona bastante creativa, muy vinculado al contexto cultural, que intento llevar mi creatividad al aula.
P. ¿Vienen mejor preparadas a la Universidad las nuevas generaciones?
R. Los estudiantes cambian como cambian la sociedad. Ahora quizás estén más preparados en idiomas que hace años, son más hábiles para buscar información rápida y procesarla, para exponer en público. Yo echo en falta que tengan esa ilusión, que es la que trato yo de potenciar. Es una generación que lo ha tenido todo. Hace unos años en un proyecto universitario, el trabajo final consistía en un viaje de estudios a Londres, cuatro días, con todos los gastos pagados. Pues no nos fuimos porque, bueno, no les venían bien las fechas, no les llamaba mucho la atención… Que con 20 años no les interese o no les apetezca un viaje como ese, llama mucho la atención.
P. Les hace menos ilusión las cosas que antes…
R. Totalmente. Pero porque es una generación que ya ha viajado con sus padres, que ya ha hecho muchas cosas, que tiene más libertad para coger un avión e irse aquí o allá. Ya no valora tanto las cosas. Ocurre que llevo cosas distintas a clase, y, a veces, les gusta, y otras, no. Los recursos no siempre funcionan. Y a mí que un docente hiciera cosas distintas en clase ya me sorprendía y me enganchaba. Ahora estamos en un contexto en la que se recibe información por todas partes y hay una sobresaturación y cualquier cosa ya no destaca tanto.
P. Da la sensación que en la Universidad sigue habiendo demasiadas clases magistrales, con temarios muy extensos… ¿Se debería enseñar a los alumnos a pensar más en vez de aprendan tantos datos?
R. Desde fuera puede parecer que no ha cambiado y que sigue existiendo la lección magistral tradicional, de llegar al aula y estar una hora y media hablando. Pero ya no es así, aunque pueden quedar docentes que todavía lo hagan. La Universidad ha cambiado mucho desde la reforma de Bolonia, donde todas las asignaturas tienen teoría y práctica. Ya no se imparten lecciones magistrales puras y duras, que por una parte están bien porque es importante impartir contenido, por mucho que aparezca cualquier fuente con un click, para que te la cuenten, comenten, analicen y te la detallen. Hay proyectos maravillosos y potentes que suponen un cambio en la docencia brutal, con actividades prácticas, reales, donde se aproxima a los estudiantes a la realidad del mercado laboral en todas las áreas de conocimiento de la Universidad.
P. Y a la hora de evaluar, ¿también ha cambiado?
R. Totalmente. Ahora lo evaluamos absolutamente todo. Evaluar es una tarea muy compleja y difícil. Pero en todas las vías docentes de las diferentes materias se utilizan métodos muy plurales. No solo son exámenes de desarrollo y ya está. Puede haber exámenes que combinen diferentes tipos de preguntas. La evaluación no se basa todo en el examen, sino que hay una parte muy importante de evaluación continua.
P. ¿Es cierta la sensación de algunos de que las notas de los alumnos de ahora son más altas que hace unos años?
R. No estoy de acuerdo. Varían mucho dependiendo de la titulación y el área de conocimiento. Yo te puedo hablar de la Facultad de Economía de Valencia y de las materias que yo imparto. Hay asignaturas que pueden ser más sencillas, por ejemplo, alguna optativa; pero hay otras obligatorias, muy instrumentales, y son muy complejas, donde cuesta sacar buena nota. La carga docente que tienen los alumnos es importante. Seis asignaturas por cuatrimestre, con muchos trabajos, los exámenes se hacen todos en un mes… Depende mucho cuando sea el examen, si es al principio o al final, que están ya más cansados y pueden haber dejado esa asignatura para el final... No se puede generalizar, hay mucha pluralidad.
P. ¿Qué opina sobre la supuesta endogamia en la Universidad?
R. Es un tema un poco espinoso. Cuando has estado durante muchos años formándote en un centro, con una línea de trabajo a nivel docente y como investigador, aunque hayas estado en otras universidades empapándote de otras realidades y metodologías, continuar en tu universidad, si tienes los méritos para hacerlo, a mí me parece adecuado. Conoces mejor el contexto que si te tienes que trasladar a otra universidad de la desconoces su funcionamiento o su realidad. Por eso no lo considero inconveniente siempre que sea, obviamente, a base de unos méritos y de que consigas la plaza porque te la has ganado, no porque estés aquí.
P. Pero siempre es bueno que entre aire fresco…
R. El aire fresco puede entrar de muchas maneras. Mandando gente nueva, siempre, no solo como profesores a tiempo completo sino también parcial. Pero, además, los profesores salimos mucho. En mi departamento nos hemos ido prácticamente todos de estancia fuera. Yo he estado en la London School of Economics, en la Escuela de Estudios Comerciales Superiores de Montreal, en Milán… quieras o no, te empapas de otras realidades y todo eso te lo traes aquí. Es otra manera de refrescar con otros enfoques y otras metodologías.