No se puede tener todo: qué significa ‘el trilema de Rodrik’, nuevo premio Princesa de Asturias

  • En el contexto de política internacional, es casi imposible que no se aluda al famoso trilema de este economista de origen turco

Imaginen una tienda llena de cosas que deseamos mucho, pero el presupuesto nos impide tenerlas todas. Hay que elegir. Dani Rodrik (Turquía, 1957), es conocido por haber desarrollado este planteamiento de dilema al contexto de la globalización. “La economía es una ciencia de contrapartidas”, ha declarado en varias ocasiones este profesor de Harvard, recién galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales de 2020.

La famosa teoría de Rodrik, en realidad es un trilema. En el contexto de política internacional, esa lista de deseos (nuestra tienda del principio) los productos deseados se reducirían a:

  1. Globalización.
  2. Democracia.
  3. Soberanía del país.

Rodrik sostiene que un país no puede tener las tres a la vez. Tiene que renunciar a una de ellas. “El trilema se ha convertido, desde su formulación, en una de las ideas más referenciadas en el debate internacional de teoría económica”, ha destacado el jurado del premio. Tener que elegir y renunciar a algo genera problemas: precariedad de salarios en casa, auge de populismos, fricciones internas, evasión de impuestos... Lo que sostiene Rodrik es que muchos de los problemas que viven las sociedades está conectados con este triángulo imposible.

En realidad, todos sabemos mucho más de la teoría de este economista de lo que nos imaginamos. Desde los años noventa el mundo ha ido dando pasos hacia una mayor globalización (él la ha bautizado como “hiperglobalización”). Hemos visto cada vez menos aranceles, mayor comercio, deslocalizaciones de empresas a otros países donde la mano de obra es más barata, el auge de China como proveedor mundial, la libertad del dinero para moverse de un sitio a otro...

En general, este proceso de apertura se hizo porque se suponía que beneficiaba a todos los países, pero como Rodrik sostiene, hay contrapartidas. “La globalización no ha sido tan buena para los trabajadores menos cualificados de los países avanzados”, sostiene en sus artículos, libros y conferencias. Y es en ese descontento y la escasa atención política que ha tenido este efecto por el que han surgido parte de los movimientos populistas que ahora reclaman retirada de las medidas de globalización. No hay más que mirar a Estados Unidos.

La enorme apertura al exterior también se asocia con el incremento de la desigualdad dentro de los propios países y ese fenómeno también genera sus propias dinámicas que ponen en peligro a las democracias.

Rodrik, ¿un antiglobalización?

No es que esté en contra de la globalización, pero sostiene que las reglas hay que marcarlas y no dar por sentado que nos caen del cielo como los 10 mandamientos. “Lo que queremos no es una globalización extrema sino una globalización adecuada”, sostenía en una reciente visita a la Fundación Rafael del Pino.

La globalización funcionará en la medida en la que los Gobiernos sean capaces de regularla bien (y quizá para eso hace falta renunciar a parte de soberanía), de apoyar a los sectores perdedores de manera eficaz, de evitar que sean las grandes multinacionales las que marquen la agenda. Pararla en seco tampoco tendría mucho sentido: también se perderían puestos de trabajo e industrias porque habría bienes y servicios que no tendrían un mercado en el extranjero. El equilibrio es imposible y la renuncia, inevitable.

En realidad cuando pensamos en globalización nos solemos imaginar barcos cargados hasta los topes. Pero uno de los factores con mayor poder de desestabilización es la globalización financiera: la capacidad que tiene el dinero para moverse de país en país sin grandes trabas ni explicaciones.

Un ejemplo práctico

La Unión Europea también ha tenido que elegir: y en nuestro caso se renuncia a parte de la soberanía de país. La UE apuesta por la globalización (poder vender sus productos sin muchas trabas y aranceles en otros países) y la democracia. “Los problemas que atraviesa Europa en parte están relacionados con esta elección”, recordaba hace un par de años el premiado.

No siempre ha sido así. Las opciones van variando a lo largo del tiempo y todas se han ido ajustando al trilema de Rodrik. Cuando los países iniciaron el comercio, la democracia se dejó un poco de lado. Luego, tras la Segunda Guerra Mundial, se estableció un contexto en el que la globalización se dejó algo de lado y se potenció la combinación: democracia y soberanía del país.