Al contrario de lo que muchos piensan, el cultivo en invernadero es uno de los métodos de producción más sostenibles del mundo, y no solo a nivel medioambiental.
Este método de producción tiene grandes beneficios que repercuten en la sociedad y en el medio rural, ya que gracias a ellos no solo se cultiva haciendo un uso más eficiente de los recursos naturales, también se fomenta la igualdad y la cohesión social, y se genera riqueza en zonas con un alto riesgo de despoblación, contribuyendo así a mantener vivos nuestros pueblos.
Si las frutas y hortalizas de nuestros invernaderos pudiesen hablar, seguro que nos dirían aquello de “como en casa, en ningún sitio”. Y es que, en “su casa”, nuestros invernaderos, se cultiva de manera natural, haciendo un uso más eficiente de los recursos naturales, como el agua, utilizando solo la cantidad justa y necesaria, a través del riego por goteo.
Además, en ellos, también se reduce enormemente el uso de pesticidas, gracias al control biológico de plagas y enfermedades, utilizando fauna auxiliar, lo que también repercute en un menor impacto sobre nuestro planeta.
Y todo ello, empleando la luz y la energía del sol, sin tener que realizar ningún aporte energético extra.
A todos estos beneficios ambientales habría que sumarle otro muy importante. ¿Sabías que por cada hectárea invernada se absorbe el CO2 emitido por 8 coches al día? Pues sí, y es que, debajo de las cubiertas, hay un manto verde que nos beneficia a todos.
Cubiertas que, por otro lado, esconden un beneficio que no mucha gente conoce. Gracias a su color blanco provocan el llamado “efecto albedo”, es decir, la luz solar se refleja sobre ellas, haciendo que las zonas en las que se ubican los invernaderos, disminuyan su temperatura en lugar de aumentar, lo que supone un importante freno al calentamiento global. De hecho, Almería es una de las pocas zonas de la Tierra en la que la temperatura ha descendido, en lugar de aumentar, desde 1984. Además, el plástico de estas cubiertas se recicla para hacer nuevos productos, tales como mobiliario urbano, contenedores, farolas y otras muchas cosas.
El cultivo de frutas y hortalizas de invernadero es un sistema de producción cercano y sostenible en el que “todo queda en casa” dado que, en su mayoría, este sector está formado por explotaciones familiares que impulsan la economía en zonas rurales con un alto riesgo de despoblación, contribuyendo así a mantener vivos nuestros pueblos.
En concreto, en regiones como Almería, hay más de 14.000 familias propietarias de cultivos. Un modelo de agricultura familiar con explotaciones pequeñas y escasa concentración de la tierra, que contribuye al reparto de la riqueza y disminuye la desigualdad.
Además, paralelamente, se ha desarrollado un sistema comercial basado en empresas de economía social, como cooperativas, que representan el 62% de la producción y la venta de frutas y hortalizas.
Por si fuera poco, los invernaderos son todo un ejemplo de integración social: el 65% de sus empleados son inmigrantes, que cuentan con todos sus permisos en regla, y más del 70% de los trabajadores en oficina (y del 30% en el campo) son mujeres.
Podemos afirmar, en definitiva, que este sector es fundamental para mantener las economías locales, favorece el emprendimiento empresarial, la integración y la igualdad.