Todo el mundo habla de ayudas al I+D, cuando en realidad no lo son. Lo que ofrece el gobierno español a las empresas y proyectos que quieren investigar tiene otro nombre: se llama crédito. Sí, un préstamo como el de un banco. "El Estado suele conceder uno o dos años de tiempo sin pagar. A partir del tercero ya hay que empezar a devolver el crédito" explica Ion Arocena, director general de la Asociación Española de Bioempresas. Asebio agrupa a 270 socios, la mayoría pequeñas y medianas empresas.
El área de investigación de las biotecnológicas tiene sus propias particularidades: son empresas investigan medicamentos para curar el cáncer, enfermedades raras o herramientas tecnológicas para mitigar el cambio climático.
“Para desarrollar un medicamento contra el cáncer se pueden tardar 13 años. Si tienes que empezar a devolver el dinero tan pronto, provocas problemas de tesorería y amenazas la viabilidad de la empresa”, sostiene Arocena. “El préstamo no es el canal adecuado para la I+D. Este esquema es una singularidad española. En la Unión Europea, en China, en todo el mundo, las ayudas a la investigación se canalizan a través de subvenciones”, explica el director general de Asebio.
A partir del año 2010, con la llegada de la crisis económica, el gobierno empezó a darle mucho más peso a los créditos frente a las subvenciones. ¿Por qué? El préstamo no computa en el déficit público (y en ese momento nos miraban ese dato con lupa tanto los mercados como nuestros socios europeos). Las subvenciones, sí se suman en el déficit.
Los créditos empezaron con tipos de interés cero y resultaron algo más interesantes. En la actualidad esos préstamos disponibles para investigar cobran un diferencial de "euribor + 1%". “Las empresas pueden conseguir mejor financiación en los bancos. Y quien no lo consigue en una entidad tampoco se lo va a dar la administración”, según Aracena. Eso explica que apenas el 19% del dinero destinado a créditos para I+D presupuestado en 2018 se haya gastado.
“La administración actúa como un banco y es inflexible en la devolución. Con la crisis muchas empresas tuvieron problemas y se vieron arrastradas por esos préstamos en investigación. Tuvieron que cerrar”, se lamenta Arocena. Entre 2016 y 2018 el Gobierno aprobó un mecanismo que permitía a las empresas aplazar los pagos. Asebio lleva meses reclamando que se recupere ese mecanismo, pero el ministerio de Ciencia todavía no ha atendido esa demanda.
Al problema de los créditos se suma la burocracia. “La burocracia nos mata”, sentencia Arocena. “La investigación es innovadora. Los procesos también tienen que serlo. No puede ser que tardemos hasta un año en hacer todo el papeleo con la administración, aunque tengamos ya el dinero. Los competidores están en otro contexto”.
Los problemas con los créditos y la burocracia son los palos en la rueda de la investigación. En Asebio han visto cómo proyectos punteros que se ponían en marcha en nuestro país, por todas estas trabas que existen en la financiación han terminado en manos de empresas extranjeras o multinacionales.
"¿Optimista de cara al futuro?", le preguntamos a Arocena. "La situación no es buena. Necesitamos invertir más y mejor en I+D. Que forme parte una visión global de país. Eso es fundamental”.