El ingreso mínimo puede ser buena economía

  • El Gobierno aprueba este viernes su proyecto de ingreso mínimo vital para los hogares más vulnerables. Tendrá un coste de 3.000 millones de euros al año

“Los problemas a los que se enfrentan los países ricos del mundo son a menudo inquietantemente familiares para los que estamos acostumbrados a estudiar el mundo en desarrollo”. Los últimos premio Nobel de Economía, Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo se dieron cuenta de esto cuando empezaron a pensar sobre su libro ‘Buena economía para tiempos difíciles’ (Taurus, 2020). La academia sueca les premió por su enfoque para erradicar la pobreza en los países más desfavorecidos, ¿qué sabían ellos de los problemas de la otra mitad del mundo?, se preguntaron.

Resultó que había unas cuantas lecciones que se podían aplicar. Y si hay algo de lo que saben los países pobres es de transferencias de rentas, de programas de ayudas a las familias en mayor riesgo de exclusión.

Este viernes el consejo de ministros aprueba el Ingreso Mínimo Vital (IMV). Una renta para los hogares con menos ingresos del país. Un proyecto, como muchas otras cosas, acelerado por la urgencia ante los estragos de la pandemia. Las críticas tipo: “esta medida lo único que conseguirá será cronificar la vagancia de la gente”, no son nuevas.

Es lo mismo que llevan escuchando Barnejee y Duflo toda su vida de investigadores. La diferencia, quizá, es que ellos tienen datos. El metódo de investigación que aplican estos economistas, las pruebas aleatorias (como los ensayos que utiliza la medicina para saber si un fármaco funciona), despegó precisamente tras el éxito de un sistema de ayudas a familias pobres.

Fue en México en la década de los noventa. El programa se llamó: PROGRESA. Santiago Levy, entonces ministro de economía, planteó dar directamente dinero a las familias con menos recursos a cambio de que los niños fueran al colegio y acudieran a las revisiones médicas. Levy pensó que si demostraba la eficacia de la medida sería muy difícil que el siguiente ejecutivo la eliminara. Las limitaciones presupuestarias ayudaron: no había dinero para todos. Así que seleccionaron aleatoriamente el grupo de aldeas que iba a recibir las ayudas. La prueba piloto demostró que la escolaridad se disparaba, especialmente en las chicas, en comparación con los pueblos que no habían recibido dinero. Entonces más países se animaron a aplicar un sistema parecido de transferencias condicionadas (es su nombre técnico).

Muchas políticas gubernamentales se resisten a dar dinero a la gente porque creen que no funcionará, que no servirá para nada. Y ahí es donde entran en juego dos cuestiones:

  1. El diseño. Ha insistido mucho con esto ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá. Se supone que el IMV se hace para sacar a la gente de la pobreza no para perpetuarla. ¿Cómo? Pues una de las claves es permitirles trabajar y seguir cobrando la ayuda. ¿Por qué? Pensemos que somos pobres. Tan pobres que estamos ya con la última red del Estado: el ingreso mínimo. Si nos ofrecen un trabajo seguramente sea temporal, con sueldo bajo, ¿lo aceptamos y perdemos la seguridad de los ingresos fijos de la ayuda? ¿Y cuando a las dos, tres, seis semanas nos quedemos sin empleo, qué? ¿Volver a empezar? Esta situación en economía tiene un nombre: se llama la trampa de la pobreza. Un buen diseño de IMV debería ser capaz de romper con esta inercia y de ahi que se vaya a contemplar la posibilidad de cobrar ayudas e ingresar dinero por un empleo para que las personas acepten el trabajo y empiecen a integrarse en el mercado laboral.
  2. La evaluación. Es igual de importante establecer parámetros, controles, fórmulas, todo lo necesario para saber si el IMV funciona. Es la única manera de marcar una línea entre la ciencia y la ideología.

Aunque la pobreza es un problema poliédrico, un ingreso mínimo podría ayudar a reducir los actuales niveles que tenemos en nuestro país (de los más altos de la UE). Ya se ha visto que ha funcionado en otros lugares. Aquí también se pueden extraer dos conclusiones:

  • El IMV no solucionará todos los problemas de los hogares más pobres.
  • Su supuesta eficacia/idoneidad no se puede debatir a golpe de tuit o descalificaciones simplonas.

Banerjee y Duflo tardan tiempo en obtener los resultados de sus experimentos. No les preocupa. La evidencia termina llegando. Nosotros no somos premios Nobel, pero es verdad que con cifras se debate mucho mejor. Si había un momento perfecto para empezar a buscarlas es este: en una crisis como nunca se había visto desde la guerra civil.