Un impuesto es un tributo que se debe abonar al Estado, a las comunidades autónomas o a los ayuntamientos por parte de personas físicas y jurídicas para pagar servicios públicos y diversos gastos del Gobierno. Es lo que conocemos como contribuir con la Hacienda Pública.
Un impuesto es progresivo cuando los tipos impositivos, es decir, la cantidad a pagar por las personas, aumentan a medida que repunta la cantidad declarada. El ejemplo más claro lo tenemos a la hora de realizar la declaración de la Renta, momento en el que pagamos a la Agencia Tributaria un porcentaje más alto cuánto mayor ha sido la ganancia obtenida en el año anterior.
Los impuestos progresivos reducen la presión sobre las personas con menos ingresos. El objetivo de esta clase de tributos es conseguir una mejor distribución de la riqueza. Sin embargo, hay quienes critican la progresividad de los impuestos con el argumento de que desincentivan el crecimiento económico de las personas, esto es, cuanto más se gana, mayor tipo de gravamen soportamos.
El ejemplo de impuesto progresivo por excelencia es el impuesto de la renta de las personas físicas (IRPF). Más ejemplos de este tipo son el impuesto de sucesiones y donaciones y el impuesto sobre el patrimonio.
Existen tres formas de progresividad en un impuesto:
Un impuesto es regresivo cuando el porcentaje de recaudación sobre los ingresos es menor cuanto más dinero genere la persona. Un ejemplo de impuesto regresivo es el impuesto sobre el valor añadido (IVA). Estos representan un mayor problema para los estatus más bajos de la sociedad.
Un ejemplo. Una persona gana 3.000 euros y otra 1.000. Ambos tienen que comprar a lo largo del mes alimentos y bienes de primera necesidad. Como el tipo impositivo es el mismo para ambos, ya que se añade al producto, la carga del IVA es mayor sobre la persona que tiene un salario menor.
Se trata de un impuesto cuya tasa impositiva es siempre igual, no varía en función de que la base imponible sobre la que se deba tributar aumente o disminuya.
Un ejemplo de impuesto proporcional es el mencionado IVA, en el que se paga un porcentaje fijo sea cual sea la cantidad a pagar. Si el IVA de un producto es 21% y su coste son 100 euros, se pagarán 21 euros de IVA; si su coste son 200 euros, se pagarán 42 euros de IVA; y así sucesivamente.