Eso sí, este impuesto no gravará las operaciones del mercado primario, es decir, las que se produzcan con motivo de una operación pública de venta o de suscripción de acciones (OPV o OPS) que suponga el debut en Bolsa de una compañía.
Así lo ha aclarado la titular de Hacienda, María Jesús Montero, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, en la que ha aclarado que el tributo se centrará en las entidades que actúan como intermediarios financieros y que tendrá liquidación mensual.
Solamente se someterán a la tributación del 0,2% las acciones emitidas en España de empresas cotizadas cuya capitalización bursátil sea superior a 1.000 millones de euros. No se gravará la compra de acciones de pymes y empresas no cotizadas.
Quedan fuera del ámbito del Impuesto la deuda, tanto la pública como la privada, y los derivados. Según el Ejecutivo, se trata de una medida que proponen e impulsan 10 países de la UE. El Gobierno calcula que ingresará unos 850 millones por esta nueva figura tributaria.
Origen de la denominada 'Tasa Tobin'
James Tobin, premio Nobel de Economía, propuso en los años 70 que se creara un impuesto que gravase los movimientos de las divisas. El objetivo no era otro que frenar los movimientos especulativos con los tipos de cambios de monedas, unas transacciones que generaban pequeños beneficios.
Y aunque su idea nunca acabó llevándose a la práctica, su idea quedó coleando hasta que en los 90 volvió a ponerse sobre la mesa, pero con una serie de modificaciones. Esos cambios significaron que el impuesto se iba a aplicar, en vez de a las divisas, a las transacciones financieras internacionales.
Y fue en 2012 cuando la denominada 'Tasa Tobin' llegó a la Eurozona, con un planteamiento de un impuesto del 0,1% sobre la compraventa de acciones o de bonos y del 0,01% sobre derivados. Pero la propuesta nunca llegó a concretarse.