Hibernar. Meter la economía en un congelador para sacarla cuando haya pasado la pandemia. Las principales medidas del Gobierno para hacer frente a las consecuencias del covid en el terreno de la economía han tenido ese objetivo como mantra. El motor para alimentar este congelador tiene nombre: deuda pública.
Podemos hacer ya un primer balance. 2020 ha sido año de récords en este apartado y una central eléctrica en Fráncfort central eléctrica(ahora que se habla tanto de la luz) ha estado funcionando a pleno rendimiento para suministrar la energía al congelador.
El Banco Central Europeo (BCE), ha multiplicado sus compras de deuda española. En total, 137.000 millones de deuda española en los últimos doces meses. Son 2,3 veces más que en 2019. En la cartera del BCE se acumulan 469.000 millones, un máximo desde que el banco central inició su programa de compras de deuda para ayudar a superar crisis (primero la financiera de 2008 y luego la de la pandemia).
Para hacernos una idea de lo que significa esta inyección del BCE: el año pasado el Tesoro Público (el organismo que vende la deuda) emitió 110.000 millones de nuevos bonos y letras para hacer frente a la crisis del covid. El BCE ha adquirido deuda española por encima de esa cifra.
Este aumento de la montaña de la deuda pública ha provocado un salto bastante notable. Nuestro país debía el 95% de su PIB en 2019 (una cifra ya entonces considerada alta y que se quería reducir todavía más). La deuda se suele medir en proporción al tamaño de una economía para hacerse mejor una idea de su peso y poder comparar con otros países.
En 2020 se calcula que cerró en el 119% del PIB (la cifra es provisional). Este año no bajará mucho: hasta el 117%. En Europa se supone que la línea roja está en el 60% del PIB (aunque cabe la posibilidad de que esta referencia cambie en el futuro).
También hay que tener en cuenta que este repunte se debe tanto a una mayor deuda como a la caída del PIB. Al fin y al cabo hablamos de una división: deuda / PIB. (Si se hunde la economía, como ocurrió en 2020, aunque la deuda no hubiera aumentado el resultado de la división sería mayor).
Hay economistas que creen que, dado el contexto actual de bajos tipos, el asunto debería mirarse de otra manera: ¿cuánto suponen los intereses que se pagan? Al fin y al cabo lo que hacen los gobiernos es refinanciar la hipoteca mientras van pagando los intereses. Es decir: es raro que devuelvan todo el dinero porque suelen encontrar a alguien que, tal cual les vence un pago, les presta esa cantidad. Inversores, fondos, bancos centrales son clientes habituales.
Esa carga de intereses representó el 2,4% del PIB en 2020 y el 5,6% de los ingresos (valores bajos en comparación con 2014, por ejemplo). Nada que ver son ese 119% del PIB que supone contabilizar toda la deuda. “Por prudencia y rigor hay que mirar todas las métricas, tanto en los buenos como en los malos tiempos”, opinaba Rafael Doménech, responsable de Análisis Económico de BBVA Research, la semana pasada. “Para poder garantizar bajos intereses a nivel nacional hay que generar confianza entre los inversores y que la economía crezca”.
Es cierto que un entorno como el actual nos permite ahorrar mucho dinero. (Hasta emitimos deuda con tipos negativos). En 2020 teniendo muchísima más deuda que el año anterior, nos gastamos menos en pagar los intereses: casi 2.500 millones de ahorro.
En el peor momento de la crisis financiera, España destinó más de 35.000 millones sólo a pagar los intereses de la deuda que había generado. En 2020 esa cifra fue de 25.900 millones (y con una montaña de dinero prestado mucho más elevada).
¿Magia? ¿Mérito propio? Más bien el efecto del motor del BCE: su programa de compras (se llama PEPP) ayuda a reducir los tipos de interés de la deuda. El tipo medio que paga España por toda su hipoteca está en mínimos: 1,86%. Veníamos de cifras por encima del 5%...
Igual o más importante que la deuda pública (la que debemos todos los españoles), es la deuda privada: la de hogares y empresas. En este apartado se vienen observando caídas bastante acusadas en los últimos años (a este fenómeno de reducir deudas se le llama ‘desapalancamiento’). En 2020 vemos que repunta en ambos casos: sabemos que las compañías han recurrido al crédito para hacer frente al covid. (Y aquí entra también el factor de la división: se comparan con un PIB más bajo y eso hace también que suba el resultado).
Para algunos economistas la posible semilla de la próxima crisis se cocine precisamente aquí: en la deuda de los hogares concretamente. A pesar del repunte, sigue relativamente baja. Pero ocurre algo parecido a la deuda pública: no hay un número mágico que nos garantice estar fuera de peligro. Estamos muchísimo mejor que en la crisis financiera del 2008. ¿A salvo entonces?
“Se supone que los mercados son eficientes y que la deuda privada es la que tiene que ser. Sin embargo, con un precio oficial del dinero en el 0% es posible que la deuda crezca más allá de lo razonable, tanto en lo público como en lo privado”, explica Jorge Bielsa, profesor de economía de la Universidad de Zaragoza. Existe ese riesgo de sobrecalentamiento de la economía. “Es como si el termostato estuviera atascado en cero pero la calefacción siguiera funcionando: el calor puede subir mucho y asfixiarnos”.