La mañana del lunes 15 de septiembre de 2008, el mismo día que quebró Lehman Brothers, un joven economista a punto de cumplir 22 años se incorporaba a su primer trabajo en una firma de inversión francesa. “Qué gran día para empezar”, ironiza Gabriel Zucman (París, 1986) sentado en un sillón en la sede del Banco de España donde acaba de recibir el Premio Bernácer al mejor economista joven de Europa. Con tan solo 32 años, sus bases de datos sobre la distribución de la riqueza y la cantidad de dinero que se escapa vía paraísos fiscales son toda una referencia en el mundo económico.
Zucman abre los ojos y arquea las cejas cuando escucha que su discurso al recibir el premio ha resultado algo “provocativo” para algunos. No termina de entender por qué. “Simplemente he dicho que es perfectamente posible tener un mundo completamente globalizado y que las multinacionales paguen impuestos elevados”, se justifica.
El interés de este joven por el estudio de estos temas “de los que los economistas no suelen hablar mucho”, surgió precisamente durante ese primer trabajo en plena crisis financiera. “Se suponía que tenía que escribir análisis sobre lo que estaba pasando... pero ni yo lo entendía. Así que decidí volver a la universidad”.
Regresó a las aulas con un objetivo muy claro: “cuando vi los movimientos internacionales de miles y miles de millones procedentes de paraísos fiscales pensé: quiero conocer la historia que hay detrás de estos números. ¿Es evasión fiscal? ¿Está conectado con la inestabilidad financiera? ¿y con la desigualdad?”.
La curiosidad no le llevó a pisar nunca suelo ni en Bermudas, ni en Hong Kong ni en las Islas Caimán. “Creo que se puede saber mucho más de todos estos lugares mirando a los números. La mayoría de las cosas que pasan desde la perspectiva económica son invisibles en las propias islas. Están en los papeles”.
Construyó su primera base de datos, asesorado por Thomas Piketty (un experto en el estudio histórico de la desigualdad) y después de tres años de investigación consiguió su doctorado. Ahora es profesor asistente en la Universidad de California en Berkeley y sigue recopilando más y más datos para, como él dice, “ir uniendo los puntos” del mapa de la gran evasión fiscal. Lo último: por primera vez se ha calculado cuánto dinero se llevan las multinacionales cada año a paraísos fiscales para no pagar impuestos (o muy pocos impuestos). “El 40% del beneficio de estas empresas se está trasladando por este motivo. Hablamos de 550.000 millones de euros en el año 2015”.
La globalización ha permitido que todo este dinero se pueda mover masivamente como Pedro por su casa de un lado a otro para reducir la factura fiscal de las empresas. El fenómeno se conoce como deslocalización de beneficios (al igual que se pueden trasladar a otros países los trabajos y las máquinas, también pueden viajar las ganancias de las multinacionales). Aunque la cifra de Zucman es aproximada, da una idea de la escala del problema. Supone además la creación de un ránking de los ganadores y perdedores de esta competición fiscal (la partida por ver quién baja más los impuestos y atrae más dinero). Si se consiguiera poner fin a esta carrera y todos los países aplicaran la misma tasa, las ganancias que declaran las multinacionales en España aumentarían un 20%, según los cálculos del economista francés.
Según Zucman, hay varias alternativas:
La conclusión que permite extraer los datos, según el francés, es que el modelo actual “no es sostenible” porque solo favorece a unos pocos ganadores y fomenta la desigualdad. Y el fenómeno no se limita a las tecnológicas, aclara. “Los bancos, las farmacéuticas, la industria manufacturera... todas estas compañías utilizan de manera sistemática los paraísos fiscales para pagar menos impuestos”.
A juzgar por las cifras, Irlanda es el paraíso fiscal nº1 de la Unión Europea. A este país llega la mayor parte de los beneficios “deslocalizados” de las multinacionales (más de 90.000 millones de euros en 2015) que terminan pagando menos del 5% de impuestos. “En Irlanda hay gente que defiende que es todo legítimo pero también hay personas que se dan cuenta de que no es sostenible pero no saben cómo pararlo”, explica Zucman.
En Europa se habla mucho de lo complicado que es conseguir mayor coordinación fiscal. Además de Irlanda, Holanda, Luxemburgo y Malta sacan una gran tajada de este sistema con sus impuestos bajos. ¿Cómo convencerles para que cambien? “Creo que se puede lograr si los impuestos están en el centro de las discusiones internacionales y si no tienes miedo de las amenazas de sanciones económicas por hacerlo”.
A Zucman le han llamado varios líderes del partido democrático de EE.UU. para pedirle consejo en todas estas cuestiones fiscales. Precisamente en este país el economista acaba de publicar un libro (‘El triunfo de la injusticia’) con unas conclusiones que han generado mucho revuelo.
Es decir, los multimillonarios pagan menos que el resto de los contribuyentes. “A la gente les dicen que los impuestos son malos y creo que hay mucha desinformación al respeto, mucha ideología y mucho dinero en la política estadounidense”.
Se suele argumentar que tratar de subir los impuestos a los más ricos no funcionará: se terminarán llevando el dinero a otra parte. “Hay además toda una industria que ayuda a estas personas a conseguirlo” añade Zucman. “Sin embargo, se pueden tomar medidas para solucionarlo. Imaginemos que un francés muy rico se muda a otro país europeo. Se le puede decir que seguirá pagando impuestos durante cinco años en Francia. Así se eliminaría el incentivo del traslado. Estados Unidos hace algo todavía más extremo: da igual donde vivas, si eres estadounidense pagas impuestos allí. Creo que puede haber una solución intermedia”.
Pese a su juventud se le considera ya uno de los mayores expertos en el estudio de la desigualdad, impuestos y paraísos fiscales. Zucman se encoge de hombros y niega con la cabeza. “Hay muchos expertos y yo voy a seguir con esta línea de investigación”, zanja. Antes de marcharse una última pregunta al especialista: entonces ¿qué deberían hacer los gobiernos, subir impuestos? “No somos los economistas los que tenemos que responder a esa pregunta, sino los procesos democráticos. Nosotros podemos ser los fontaneros. Si un país quiere una tasa determinada de impuestos, nuestro trabajo es ayudar a arreglar las fugas, los problemas de competencia y evasión fiscal. Así es como veo yo mi trabajo, como el de un fontanero”.