Todo parece confluir para una resurrección de la energía nuclear. El coste del gas natural ha disparado los precios de la electricidad. La Cumbre de Glasgow ve escaparse el objetivo de reducción de emisiones que calientan el planeta. El presidente Macron propone construir más reactores nucleares en la muy nuclear Francia para asegurar la independencia energética del país y aminorar las emisiones de CO2. La Comisión Europea debate si se debe etiquetar como ‘verde’ la energía nuclear. Entran en escena novedosos desarrollos tecnológicos como los mini-reactores nucleares modulares (SMR)…
Sí, todo parece conjurarse para una resurrección de las centrales nucleares. ¿Y en España? España tiene previsto cerrar sus siete reactores nucleares entre 2027 y 2035 y ni el Gobierno ni ninguno de los grandes partidos proponen abiertamente construir nuevos reactores.
"La iniciativa impulsada por el Gobierno francés responde a sus propias estrategias de política energética", señalan fuentes del Ministerio para la Transición Ecológica. "Nada ha cambiado en España en relación con el compromiso de cierre gradual y escalonado de las centrales nucleares entre 2027 y 2035".
La sociedad española es muy reacia a la energía nuclear. Al menos hasta 2011, cuando el CIS preguntó por última vez por este asunto. El rechazo a esta tecnología supera el 60%. Ni el Gobierno ni la industria plantean levantar nuevas centrales nucleares en España. Todo lo contrario.
En los últimos años se han cerrado dos reactores, los de Zorita y Garoña porque expiraba su vida útil. Un tercero, Vandellós I, se cerró en 1989. A la empresa no le salía a cuenta reforzar la seguridad que le exigía el Consejo de Seguridad Nuclear a raíz de un incendio en las turbinas.
Ni siquiera es fácil construir en España un cementerio para almacenar los residuos de alta actividad generados por las centrales. Pendiente desde hace más de 20 años, el último intento, en Villar de Cañas (Cuenca), lo aprobó el PP y lo paralizó el Gobierno socialista en 2018.
Por ahora los residuos se seguirán quedando en las centrales o se enviarán a Francia a un coste de 75.000 euros al día, según el informe de 2020 de ENRESA, la empresa encargada de los residuos nucleares.
Y sin embargo, el sistema eléctrico español no puede prescindir hoy por hoy de la energía atómica. En octubre, la generación nuclear supuso una 24% de toda la generación eléctrica en España, por encima de lo habitual.
Una electricidad que procede de los siete reactores en funcionamiento a razón de un gigavatio por central: Ascó I y Ascó II, Vandellos I, Almaraz I y Almaraz II, Cofrentes y Trillo. La última renovación llegó en octubre, cuando el Gobierno extendió por otros diez años el periodo de funcionamiento de Ascó I y Ascó II hasta 2030 y 2031 respectivamente.
El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) del Ministerio de Transición Ecológica prevé el cierre de cuatro de estos siete reactores antes de 2030 si se mantienen las políticas de transición energética.
A partir de 2027 cerrarán las más antiguas: Almaraz I y II, Ascó I y Cofrentes. Su cierre definitivo ya se ha publicado en el Boletín Oficial del Estado. Entre 2031 y 2035 está previsto que paren Asco II, Vandellós II y Trillo. El cierre gradual se ha pactado con las compañías eléctricas, subrayan fuentes del ministerio.
El PNIEC insiste siempre en un “cierre ordenado, escalonado y flexible”. Una flexibilidad que ya se ha aplicado al extender la vida útil de las centrales más allá de los 40 años. Si se hubiera mantenido ese límite, reconoce el documento ministerial, todas las nucleares se habrían cerrado antes de 2030 y no sería posible mantener el plan de reducción de emisiones a un “coste eficiente”.
El PNIEC presenta un “escenario objetivo” en el que España debe reducir en diez años en más de la mitad su dependencia nuclear. La potencia instalada de los reactores caerá de los 7.399 megavatios actuales a 3.181. Un recorte de 4 gigawatios.
Para hacerse una idea, esa es la misma energía que este jueves 11 de noviembre generará la solar fotovoltaica a las diez de la mañana, la mitad de lo que producirá a la una de la tarde (pero no a las diez de la noche) y el doble del que vendrá de la eólica durante todo el día. La diferencia es que en el caso de la nuclear es constante y en la eólica y la solar depende del tiempo atmosférico.
La bajada a la mitad de la nuclear -junto a la del carbón y el fuel- se compensará con un fuerte aumento de las renovables tanto eólica como solar. Además, el Ministerio de Transición Ecológica considera que el amplio (e infrautilizado) parque de centrales de gas natural debe servir para garantizar el suministro eléctrico. Las previsiones se hicieron antes de que el precio del gas experimentara la súbita y desbocada subida de este año.
Aún es pronto para saber si será coyuntural o si el encarecimiento del gas se prolongará a lo largo de la década, como apuntan algunos expertos, por el aumento de la demanda y la escasa inversión proyectada en nuevas plantas de extracción.
Todas las centrales actuales empezaron a funcionar entre 1983 y 1988, pero su diseño y aprobación venía de atrás. En esos mismos años el Gobierno de Felipe González decretó la llamada moratoria nuclear que paralizó los otros siete proyectos de reactores en marcha.
Hacía años que arreciaba con fuerza un fuerte clima antinuclear, entre otras razones, por accidentes como el de Chernobil en 1986. La pegatina del sol sonriente con el lema "¿Nuclear? No gracias" proliferaba por doquier y en todos los idiomas. Construir nucleares en la democracia ya no iba a ser tan fácil como en la dictadura franquista.
La decisión del Gobierno de González en 1994 acarreó una compensación a los inversores en los proyectos nucleares paralizados. Durante 19 años -hasta 2015- los españoles han estado pagando en su recibo eléctrico un cargo por la moratoria nuclear. En total, 6.000 millones de euros.
Las grandes eléctricas –Iberdrola, Endesa y Naturgy- son las propietarias de las centrales bien en solitario o de manera compartida. Ascó I, por ejemplo, es de Endesa al 100% y Cofrentes de Iberdrola, pero ambas comparten propiedad junto a Naturgy de los dos grupos de Almaraz. La más diversificada es Trillo, propiedad de Iberdrola, Naturgy, la portuguesa EDP y Nuclenor.
En Europa, el apagón nuclear español no es una excepción. Alemania tiene previsto cerrar sus seis centrales nucleares el próximo año. La excanciller Angela Merkel dio un giro radical a su política tras el accidente de Fukushima en 2011. Italia cerró todos sus reactores después del accidente de Chernobil en 1986. Bélgica y Suiza también han anunciado el fin de la energía nuclear antes de 2030.
En 2010, Reino Unido dio permiso para construir ocho reactores, pero diez años después sólo uno está en construcción y con un coste mucho mayor del previsto por las obras y para los futuros consumidores. Salvo algunos países del este, nadie apuesta por la energía nuclear en la Europa occidental y del sur. La excepción es Francia.
Francia, el país más nuclear de Europa y el segundo del mundo, cuenta con 56 reactores de fisión que generan el 70% de su electricidad. Y aunque no por eso la paga más barata en el mercado mayorista, si le sirve para presentar mejores números que sus vecinos en el frente de la contaminación.
Un francés emite 4,5 toneladas de CO2 per cápita frente a los 5,3 de un español, un italiano o un británico o los 8,4 de un alemán. Menos CO2, pero más residuos nucleares que habrá que gestionar durante miles de años, si antes la ciencia y la tecnología no encuentran una solución rápida y definitiva.