Federico Giannangeli es director de Tecnología E&P en el Technology Lab, el centro de innovación de Repsol. Involucrado en el área de las DAC o tecnologías de extracción directa de CO2 del aire. Es uno de los ejecutivos con más visión estratégica de una tecnología aún en mantillas pero que vamos a necesitar si queremos evitar el punto de no retorno del calentamiento del planeta. “Es lo que llamo el 'pulmón mecánico', tenemos que ayudar a la naturaleza a respirar”, dice.
Pregunta: ¿Por qué vamos a tener que echar mano obligatoriamente de la extracción del CO2 de la atmósfera?.
Respuesta: Me gusta explicarlo con la imagen de la bañera (analogía expuesta por el CEO de Carbon Engineering). La bañera representa la atmósfera, el agua es el CO2 y en ella hay dos métodos de control del agua, el grifo y el tapón. La Revolución Industrial ha sido cuando el tapón ha estado cerrado y los grifos abiertos. Así, la bañera (atmósfera) se ha ido llenando de agua (CO2) de forma que hemos alcanzado unos niveles de 420 partículas por millón (ppm) frente a las 280 ppm que existían en la atmósfera antes de la industrialización. Si continuamos así, ese CO2 puede hacer subir las temperaturas en la Tierra hasta un escenario de no retorno, y ahí es cuando la bañera se desborda. ¿Qué hacemos si la concentración de CO2 de la atmósfera ha crecido el 50% desde la era preindustrial y los métodos de autorregulación de la Tierra no son suficientes?. Aquí es donde la innovación, la ciencia y la tecnología tienen su papel bonito y se pueden hacer dos cosas. La primera es ir cerrando el grifo para reducir y controlar la cantidad de agua (CO2) que cae en la bañera. Ese sería el papel de energías como las renovables. Pero también podemos vaciarla levantando el tapón, que serían las tecnologías DAC, para retirar una parte de la atmósfera.
P: ¿Cuáles son estas tecnologías?
R: Son las NET Zero o de impacto negativo (del inglés 'Negative Emissions Technologies'), es decir, las tecnologías capaces de extraer el CO2 de la atmósfera y fijarlo de alguna manera, abatirlo completamente. Una de estas soluciones sería la forestación y reforestación -los árboles- que fijan el CO2 en su tronco, raíces etc. Y otra la extracción directa por medio de ventiladores y filtros que consiguen separar el CO2 de la atmósfera (DAC) para luego transformarlo en productos o inyectarlo de forma segura en el subsuelo.
P: ¿Y no sería más conveniente forestar y reforestar que son métodos naturales?
R: Desde luego, el papel de bosques y océanos es absolutamente necesario, pero tiene limitaciones sobre todo desde el punto de vista del espacio. Para atrapar de manera natural una gigatonelada de CO2 (1.000 millones de toneladas métricas) se requeriría reforestar unos 800.000 kilómetros cuadrados de territorio, la extensión aproximada de una España y media. En cambio, la superficie necesaria con la DAC equivaldría a un tercio de la Comunidad de Madrid. Además, otra de sus ventajas es que su consumo de agua es mínimo respecto a la forestación y reforestación.
P: ¿Cuánto CO2 deberíamos extraer de la atmósfera?
R: Los compromisos contraídos internacionalmente lo fijan en 40 gigatones abatidos para 2050 y la última evaluación de la AIE (Agencia Internacional de la Energía) ya avanza que hay un desajuste de 8,5 gigatones. Es decir, que tendremos que abatir esos 8,5 gigatones de esfuerzo extra mediante las tecnologías NET Zero. De esos 8,5 gigatones, la forestación y reforestación podrían ayudar con cuatro. Pero es que por sí mismas las DAC tendrían una capacidad combinada con almacenamiento de abatir hasta 40 gigatones o más. Su capacidad de captura es muy alta. Y por sus características es ideal para las emisiones más difíciles de abatir, las que ocurren por ejemplo en las industrias (la siderúrgica es el ejemplo perfecto) o también en el transporte de mercancías a larga distancia. Resulta ser una de las pocas soluciones eficientes.
P: Uno de sus “peros” es que se gasta una gran cantidad de energía en su proceso...
R: Es cierto que hay que empujar una gran cantidad de aire mediante ventiladores eléctricos a través de los filtros. Por eso es importante que esa electricidad proceda de energías renovables.
P: ¿Pero cómo nos aseguramos de que, dada una misma cantidad de energía, retiramos más CO2 que el que se podría dejar de emitir usando esa energía de otro modo?
R: Bueno ya hemos visto la necesidad de retirar CO2 “de la bañera” y también que no hay muchos más métodos de extracción. Por otro lado, las renovables tienen picos de exceso de producción que son los que deberíamos de usar en las DAC para no competir con los usuarios de energías renovables. Adicionalmente un trabajo relevante es el que tendrán que realizar las agencias certificadoras, que tendrán que velar por el origen de la energía y su huella.
P: Según la AIE ya hay 18 plantas en Canadá, Europa y los Estados Unidos. De ellas todas menos dos ofrecen el carbono aplicado a diferentes productos y la más grande de ellas (en Islandia, desde 2021) captura el carbono en el subsuelo vía mineralización. ¿Están tratando ustedes de realizar algo similar?
R: Repsol, a través de Petronor, tiene una apuesta importante en el hidrógeno renovable y la producción de combustibles sintéticos. Este combustible, llamado e-fuel o combustible sintético, se produce con hidrógeno renovable (obtenido mediante la separación de la molécula del agua en hidrógeno y oxígeno, aplicando electricidad procedente de fuentes renovables) junto con CO2 capturado, que podremos usar para mover coches, camiones, barcos o incluso aviones. El proyecto de Petronor captura el CO2 de nuestras actividades y lo une con hidrógeno verde. Por eso se llama combustible de baja huella de carbono, porque ese combustible todavía tiene una parte que procede de origen fósil (el CO2 capturado).
P: ¿Algún otro producto?
R: Bueno, a través de la Fundación Repsol, se ha hecho una inversión para impulsar una start up de nombre Mission Zero que es una compañía de captura directa de CO2 del aire. De nuevo en nuestro complejo industrial en Bilbao, también tenemos un proyecto en conjunto a una compañía que trabaja el proceso de mineralización en carbonatos. En concreto es en la creación de áridos, material que se puede utilizar en la construcción. Es un proyecto que no “toca” la captura sino la mineralización del carbonato. Lo bonito de todo esto es integrar de manera inteligente diferentes tecnologías para crear la solución de huella negativa. Así, al tener DAC y un proyecto de mineralización unidos, tenemos una solución de huella negativa.
P: ¿Y desde su centro de innovación y tecnología?
R: Por supuesto. Desde el Tech Lab se está haciendo un mapeo muy intenso y de comprensión de todas las tecnologías asociadas a las emisiones negativas, sobre todo, las de captura directa de carbono. Entender las tecnologías que existen y cuáles tienen la capacidad de ser más eficientes es importante para su eventual y posterior escalado.
P: ¿Vamos a ser capaces de abatir esas 4,5 gigatoneladas?
R: Hoy tenemos una capacidad de captura de 0,01 millones de toneladas al año y hay una capacidad planificada para llegar a 3 millones de toneladas al año para 2030. Como decíamos la mitad de eso, es decir 4,5 gigatones se requiere que sean de captura directa con almacenamiento geológico o con solución de abatimiento. Eso son 1.500 veces del planificado que tenemos hoy al que necesitamos en 2050. La capacidad de escalado tendría que ser muy alta. Pero es que la AIE además dice que serían necesarias capturas de 85 millones de toneladas al año para 2030 y 980 para 2050 en el escenario NET Zero...
P: Entonces, ¿podemos ser optimistas?
R: Es difícil predecir lo que la Humanidad puede hacer en este tipo de desafíos. Por un lado, desde el punto de vista regulatorio todo se mueve muy lento. Por otro, dentro de la complejidad de cualquier tecnología esta es bastante sencilla, es mecánica: empujar aire a través de filtros para capturar el CO2. Además, hay un sistema electroquímico que podría aprovechar mucho del conocimiento de la generación de hidrógeno renovable, lo que aceleraría su desarrollo.
P: El tema de costes también puede ser un problema...
R: Se calcula que estarían entre 300 y 600 euros la tonelada. Pero con todo el avance tecnológico, las eficiencias y sinergias a las que antes aludíamos, podría quizá llevarse a los 100 euros la tonelada para 2030.
P: Y su desarrollo será lento, imagino.
R: Sí, pero hay empresas, como Microsoft que ya se han posicionado diciendo que no solo van a ser neutras en emisiones de CO2, sino que además van a abatir todo el CO2 que generaron desde el momento en que se crearon como compañía. Además, han creado un fondo para apoyar con inversiones estas tecnologías con mil millones de dólares (952 mill. de euros), Elon Musk va a aportar 100 millones de dólares (95,2 millones de euros). Además, actualmente el mercado voluntario está impulsando de manera decidida este tipo de tecnologías desde el punto de vista de la financiación, ya que hay muchas compañías que no tienen manera de abatir sus emisiones y entonces aportan este dinero para compensarlas.