Pretender frenar el precio de la luz con un gas y unos derechos de CO2 camino de la exosfera puede parecerse mucho al cuento de ‘Los tres cerditos’. Es difícil construir defensas suficientemente robustas para contrarrestar la fuerza del lobo actual que nos acecha. Y de cara al invierno, con más necesidad de gas, puede ser todavía peor.
Unidas Podemos registró el jueves una ley para crear una empresa pública de energía. Se llamaría EPE, Producción Eléctrica Española. Gestionaría, principalmente, las plantas hidráulicas conforme vayan venciendo su concesión a las compañías privadas. ¿Puede el agua mitigar la subida del kilovatio? ¿O es la primera casa de paja del cuento? El socio del PSOE en el Gobierno plantea fijar un precio tope para esta energía y la nuclear y así conseguir un efecto inmediato en el mercado. Pero la ministra titular asegura que eso va contra las reglas europeas, pero no cierra la puerta al proyecto de empresa pública.
Para poder entender esta cuestión, hay que comprender mejor el papel que juega la hidráulica en el sistema.
Esta tecnología ha sido bastante protagonista en el mes con el mayor precio de la electricidad de la historia. La hidráulica ha marcado el precio máximo al que ha cobrado el resto de plantas más de la mitad del tiempo (56%). En total, en 417 horas de las 744 del mes.
La cifra es elevada, pero está en línea con la de agosto de 2018: entonces la hidráulica marcó el precio marginal 426 horas.
“Que la hidráulica marque el precio la mitad de las horas no es una anomalía. Esto ocurre muchos meses”, sostiene Francisco Valverde, responsable de Renovables en Menta Energía. Marcar el precio marginal es fijarlo para el resto. Es como decir: “por mí y por todos mis compañeros”.
“El agua entra cuando más se necesita. ¿Y cuándo es eso? Cuando el precio está más alto”, explica Pedro Linares, director cátedra BP Energía de la Universidad de Comillas. “Se llama ‘afeitar los picos’. Te interesa guardar el agua para cuando más apretado está el sistema y esa señal te la da el precio”. (A diferencia de otras renovables, el agua se puede almacenar: se puede usar hoy o guardar para mañana. Eso con el viento y el sol no ocurre).
A la propia ministra de Transición Energética le parece poco razonable este funcionamiento del mercado. “No tiene sentido que el precio lo fije una tecnología que no tiene costes por combustible ni CO2”, sostenía Teresa Ribera este lunes.
¿Por qué ocurre? La teoría del mercado dice que la hidráulica lo que hace es evitar que entre a funcionar una planta todavía más cara. Sí, es cierto: ofertar como hizo a 148 euros MWh el jueves a las 21.00 horas es un precio elevado para una energía tan barata. Pero si no hubiera entrado en juego el agua a ese nivel, quizá la siguiente en la lista era una planta de gas a 150 euros MWh. Y ese habría sido el precio final para todos: el agua nos ahorró dos euros, en este hipotético caso.
Valverde ofrece una explicación adicional. “Para una eléctrica que tiene ciclo combinado (gas) e hidráulica, con los precios de gas y de CO2 tan elevados, ¿qué es más rentable? Pues darle al botón del agua; vas a conseguir el mismo ingreso con un gasto infinitamente menor y, por lo tanto, tu margen va a ser mayor”.
La teoría detrás de la creación de una empresa pública es que trataría de ofertar a un precio más bajo o al menos tratar de influir en el resto de las ofertas. No operaría solo con la idea de maximizar beneficios como hacen las empresas privadas sino de lo qué es mejor para el sistema. Podría parecerse un poco, salvando las distancias, a la competencia desleal (también conocida como dumping): cuando una compañía vende más barato que el resto y obliga al resto a seguir esta línea.
“Tendrías que tener un tamaño suficiente para que se note ese dumping”, aclara Linares. “La única manera de que no suba el precio es tener suficiente agua para que no entre el gas”.
Y ahí radica el principal problema: si el Gobierno quiere tener ese poder hidráulico en el mercado tendrá que esperar sentado. Las próximas concesiones que vencen son pequeñas. Las tres con mayor potencia no volverán a manos públicas hasta el año 2044, 2045 y 2065.
“Hay que esperar muchos años. Con pequeños embalses no haces nada. Hasta que no tengas una buena cartera es complicado. Pero no ver resultados hasta largo plazo no quiere decir que no sea una buena idea”.
De hecho, el agua es el complemento perfecto para cubrir la inestabilidad de las renovables. Como se puede almacenar puede cubrir los momentos en los que hay menos generación verde o amortiguar las subidas de precios. Su papel en el futuro con cero emisiones va ser decisivo. Y es posible que entonces sea como la casita de ladrillos de cerdito más trabajador.