La era de los “me gusta”, de las compras a un click, del sí a todas las cookies, de la inmediatez por encima de todas las cosas ha terminado reforzando el poder de un fallo. El atajo mental, tal y como descubrió el psicólogo y premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, es quererlo todo ya y ahora. Mañana, veremos.
El futuro está lejos y es poco atractivo comparado con el presente. Me como esta galleta y mañana me pongo a dieta. Lo prometo. Este mes tiro de tarjeta de crédito pero hasta las rebajas no compro nada más. Ya verás. Tendemos a posponer los planes porque encontramos recompensas inmediatas mucho más placenteras (la tecnología nos lo facilita mucho, además).
El defecto del sesgo del presente, o miopía congénita, no se limita a nuestras decisiones más íntimas: impregna la sociedad a todos los niveles.
Esta semana la presidenta del Santander, Ana Botín, reconocía en una conferencia organizada por la entidad que lo más difícil de su trabajo era conseguir equilibrar el corto y el medio plazo. Decenas de presidentes (CEOs) de grandes empresas dirían lo mismo.
Las compañías tienen a los accionistas (individuales y fondos de inversión) y lo suyo es que estén contentos. De lo contrario, pueden vender sus títulos y hundirte la cotización. La forma habitual de mantenerlos satisfechos es con un sistema de recompensas regulares: los dividendos. “¿Es la única medida de creación de valor para ellos?”, se preguntaba Botín. Cada trimestre, cuando las empresas presentan resultados sienten esa presión de repartir una parte de la tarta de los beneficios con los accionistas. El presente inmediato manda.
A los políticos les pasa lo mismo, pero cada cuatro años (aunque últimamente en España llevamos otra racha). En este caso los accionistas somos los votantes. Nosotros también queremos nuestros dividendo ya y muchos sienten que la posible recompensa está en peligro.
Estas últimas semanas estamos conociendo datos que indican que la economía se está desacelerando. Bruselas ha sido la última en reducir sus previsiones de crecimiento para España. El paro sube más que otros años... ¿Quién tiene la culpa de que el PIB no vaya tan bien? De eso va parte de la batalla política de estos días que podríamos resumir en:
.- “Es un viento de cara que nos llega de fuera y eso nos está haciendo perder altitud”.
.- “Ustedes no saben pilotar y nos llevan directos a una crisis”.
(Último parte meteorológico indica que parece que hay algunos nubarrones en el horizonte).
El caso es que si no fuéramos miopes por naturaleza, a lo mejor los ciudadanos estaríamos preguntando también:
.- Vale, pero este vuelo que nos proponen, ¿dónde va?
.- ¿Cómo conseguimos el combustible que nos hace falta para ese viaje?
.- ¿En qué condiciones llegará a su destino el pasaje?
En el ámbito empresarial, los CEOs de las mayores compañías estadounidenses han llegado a la conclusión de que la dictadura del accionista quizá ha llegado demasiado lejos. Los negocios, además de ser rentables y repartir dividendos, deben preocuparse también por los trabajadores y pensar en las comunidades donde operan, tienen que ser éticos y plantearse su impacto en el medioambiente… “Hay que reformular el capitalismo”, es el nuevo mantra que se repite en foros y entrevistas. Falta por ver si es un mensaje de cara a la galería o un verdadero cambio de paradigma.
En el terreno de la política y la economía, los mayores retos a los que se enfrenta España no están en el presente, sino en el futuro. Los expertos hablan de empezar a preocuparse por un cambio en la educación que prepare mejor a nuestros hijos y jóvenes. Se mencionan también los efectos de la robotización y las nuevas tecnologías en el futuro del empleo. Preocupa el impacto del envejecimiento de la población en la sostenibilidad de las pensiones...
Estos problemas tardarán en materializarse y, ¿quién va a ganar unas elecciones presentando el diseño de una sociedad mejor preparada para dentro de diez o más años? ¿Qué político quiere estar fuera del poder cuando se materialice el acierto de sus medidas? ¿Hay forma de convencer a la ciudadanía para que renuncie a sus recompensas inmediatas a cambio de invertir en el futuro? ¿Cómo se acaba con la tiranía de la miopía?
El discípulo más aventajado de Kahneman, otro premio Nobel llamado Richard Thaler, nos diría que nos hace falta un pequeño empujón (un nudge, en inglés) para graduarnos la vista y ponernos todos gafas. Veremos… O no.