Esta crisis es diferente: las fuerzas que empujan hacia un profundo cambio de la economía

  • Si hay algo que ha conseguido el COVID-19 es poner a todo el mundo de acuerdo en una idea: es el Estado el que tiene que rescatar ahora mismo a la economía

  • Esa crisis, a diferencia de 2008, pilla a la economía con muchas más ideas para modificar las partes del modelo que no funcionan

Es bastante probable que casi nadie cayera en la cuenta, pero cuando los Gobiernos desenchufaron, lo que tenían en la cabeza era algo muy parecido al final de Blancanieves. Se confiaba en recuperar a la princesa intacta al cabo del tiempo y por eso todas las medidas se orientaron a conseguir el mismo desenlace: un despertar en plan “aquí no ha pasado nada”.

Más de setenta días de confinamiento después, ya sabemos que nuestra economía (Blancanieves) no volverá exactamente a ser la misma. Son múltiples las fuerzas que empujan hacia un cambio mucho más profundo del que nos podíamos imaginar cuando nos topamos con la otra gran crisis, la de 2008. Hoy los líderes de la UE se enfrentan a un momento de “ahora o nunca”. El COVID-19 ha provocado una crisis inaudita, seguramente temporal, pero con un poder igual de inesperado para generar cambios permanentes.

“Esto es una oportunidad para cambiar de paradigma ecónomico. La pandemia requiere de una respuesta que tenga en cuenta la justicia social y la igualdad”, sostenía el Nobel de Economía, Joseph Stiglitz en un encuentro online este martes en el que también participaba la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. “Una respuesta que enfatiza la importancia de las inversiones, de la investigación, de la ciencia...”

Un virus desconocido ha conseguido romper en semanas con cuarenta años de pensamiento económico. El Estado se suponía que debía intervenir lo mínimo, molestar lo justo: el mercado generaría el crecimiento y los beneficios se irían repartiendo. Hoy en día no hay experto ni organismo que no diga que “la primera línea de defensa” en esta crisis tiene que ser la política fiscal (o el gasto público que se entiende mejor). Todo lo que haga falta, todo lo que sea necesario para parar el golpe. Esa unanimidad en lo que hay que hacer no existió jamás en 2008. Entonces también se intentó impulsar un cambio en la economía, pero la rebelión fue rápidamente sofocada en nombre de la austeridad.

Ahora el cambio de paradigma ya había comenzado antes de la llegada del coronavirus. Desde el FMI y otros organismos se hablaba de ir hacia un modelo más inclusivo de crecimiento”, argumentaba Calviño en su respuesta al Nobel. “Creo que lo que estamos viendo es una aceleración de esas tendencias”.

El coronavirus como acelerador de cambios

La cuestión tecnológica con el confinamiento forzoso parece la más evidente, pero hay más. Ahora se habla de vuelta atrás en la globalización, por ejemplo, y de la recuperación de las políticas industriales (no queremos depender de otros países para producir mascarillas o material vital para la próxima vez que venga otro virus).

“Llevamos dos años con estas tendencias de desglobalización y proteccionismo. La crisis de la Organización Mundial del Comercio (OMC) no es de ahora. El fracaso de algunos de los últimos tratados comerciales, tampoco. La pandemia ha acelerado estos cambios. La tendencia no es nueva, ya estaba ahí”, argumenta Francisco Longo, director de EsadeGov Centre for Public Governance. La preocupación por la conciliación no es la primera vez que nos ocupa, ni el desigualdad impacto de la tecnología en los trabajos, apunta este experto. El coronavirus simplemente nos está obligando a mirar al espejo y empezar a tomar decisiones.

Muchas más ideas que en 2008

Había tendencias más o menos evidentes, pero también hay muchas más teorías alternativas sobre cómo debería ser la economía. Esa pata tampoco existía de manera tan clara en 2008. Por ejemplo, ahora que hemos redescubierto el papel del Estado hay muchas ideas para que se quede de manera efectiva, contribuyendo al crecimiento, la innovación y el bienestar de la sociedad.

“Esta crisis nos pilla con más ideas. Me parece fundamental transformar la forma en la que el Estado provee servicios sociales. Hay gente que ha hecho propuestas muy pensadas y esta crisis promueve la posibilidad de que estas ideas se pongan en marcha”, apunta Borja Monreal director de SIC4Change y consultor de políticas públicas.

No solo eso: es que además tenemos datos que hace doce años no teníamos. Datos sobre políticas que no han funcionado y por lo tanto, deberían cambiarse. “Los tres problemas que arrastrábamos en 2008 se han agravado: la gran alinenación, es decir el crecimiento no nos llevaba a una mayor felicidad de la sociedad, la desigualdad y la gran crisis climática”, enumera Monreal.

Si hay un avance que casi todo el mundo da por hecho es el que marca la agenda verde y sostenible. Existe un consenso mucho mayor sobre la necesidad de tratar de frenar el cambio climático con políticas públicas. El Green Deal del que se habla en Europa jamás había contado con tantas posibilidades de salir adelante en condiciones. El coronavirus ha contribuido su parte: ya sabemos cuáles son los riesgos de seguir contribuyendo a la pérdida de biodiversidad. La conciencia social y política sobre el reto climático que tenemos ahora no existía tampoco en la crisis anterior.

Los políticos que defienden las energías limpias ya no es un grupo de ecologistas minoritario. “Se ha avanzado mucho. Cada vez son más los actores políticos que entienden que la agenda climática y energética nos puede ayudar a salir de la crisis porque es uno de los pilares de la reactivación”, sostiene Natalia Fabra, Catedrática en el Departamento de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid.

Sin embargo, esta economista cree que el cambio fundamental no es ese. “La diferencia respecto a 2008 es que ahora la tecnología ha mejorado y hace que existan posibilidades de cambiar de modelo. Pero no es por concienciación, sino por un poder económico: la tecnología ha hecho que invertir en renovables sea más eficiente que en otras energías”, asegura. Las dudas radican en si otros sectores como el sector del transporte se sumarán al carro de la descarbonización sin mucho rechazo empresarial y social. Para ello hará falta, como ya se hizo en el sector eléctrico, fomentar el cambio con políticas públicas explícitas y programas de apoyo al I+D, según esta experta.

La fuerza de no querer volver atrás

Por último, otra fuerza de cambio económico partirá, seguramente, de la propia sociedad. La crisis ha cambiado nuestra forma de trabajar, la movilidad, los viajes de empresa, nuestra manera de relacionarnos, nuestro patrón de consumo... Por no hablar de la tecnología. Ya estaba aquí antes del COVID-19, pero en unas semanas se ha dado un paso de gigante en la digitalización.

“En la teoría del cambio hay una vieja discusión sobre si uno cambia antes las convicciones o las conductas. Yo creo que lo segundo”, explica Longo. Este experto habla de la experiencia de la universidad. Un caso en el que se pueden ver reflejados muchos negocios y trabajadores: muchas cosas que hasta hace nada tenían éxito, dejarán de servir.

“Nuestros equipos llevan años predicando en el desierto sobre la transformación digital de la educación. Ahora que se han tenido que cerrar los campus, ha sido espectacular cómo se ha acelerado el cambio por pura necesidad. Los profesores que se han puesto las pilas con la tecnología durante este tiempo están mucho más convencidos de que el futuro ya no pasa por mantener lo que teníamos antes”.

Seremos nosotros mismos los que no queramos volver exactamente a lo de antes. Ya no bastará con despertar a Blancanieves. Hay muchas fuerzas que impulsan un cambio en el bosque y los siete enanitos.