“No es un tema del que solamos hablar mucho los bancos centrales, pero le hemos querido prestar atención en este informe”. Hablaba de salud mental el director general de Economía y Estadística del Banco de España (BdE), Óscar Arce. Un tema de estudio bastante inusual para un supervisor bancario que cobra relevancia tras un año de dura pandemia. “Estamos siguiendo esta cuestión porque pensamos que es esencial para tomarle el pulso a temas que van a ser fundamentales”, añadía Arce.
Se ha hablado mucho de evitar el deterioro del tejido productivo pero no tanto del impacto de la crisis en el capital humano: la salud de las personas. Los datos constatan un empeoramiento de la situación. “Muchos de los fenómenos ocurridos en 2020 —las caídas de renta y de empleo, la pérdida de seres queridos, las dificultades en el acceso a cuidados o a asistencia sanitaria, o las restricciones a los contactos entre personas— suelen ir asociados a problemas como la depresión, el estrés y el aislamiento”, detalla el BdE.
Este impacto, como la propia crisis económica, ha sido también desigual. “Este efecto negativo en la salud mental habría sido mayor en algunos colectivos como las mujeres”, explicaba Arce. “Pero es muy pronto para saber el verdadero alcance y su impacto a medio y largo plazo en la economía”. Lo que dicen los estudios que han analizado estos casos es que la duración y la intensidad de las circunstancias adversas pueden ocasionar que los deterioros de la salud mental perduren en el tiempo.
Uno de los motivos principales que explica el deterioro de la salud mental está relacionado con el aumento de la incertidumbre sobre el futuro. “Entre mayo de 2020 y enero de 2021, el 80 % de los individuos cuyo bienestar emocional disminuyó declararon como motivo principal «la incertidumbre sobre el futuro»”, detalla el BdE en su informe.
La crisis sanitaria ha afectado con mayor intensidad al empleo en aquellas ramas de actividad donde se concentran los trabajadores con menores salarios y más precariedad. Es decir, en los grupos con menos capacidad para sobrellevar dudas sobre su futuro laboral y su nivel de ingresos.
“El deterioro en el mercado laboral ha sido especialmente acusado para los asalariados con contrato temporal. Estos han registrado una caída de la ocupación del 12,9% desde finales de 2019 frente a un descenso del 1,1% de los asalariados con contrato indefinido”, detalla el BdE.
Hay otra cuestión que preocupa desde hace relativamente poco al Banco de España (al menos de cara al público) y que también se cree ha empeorado en esta crisis: la desigualdad. Precisamente porque la crisis ha afectado más a los más débiles, se espera un deterioro tras años de mejora. “Nos tememos un retroceso en esa reducción de la desigualdad”, apuntaba Arce.
A la incertidumbre que trae de serie toda crisis económica se suma en este caso la incógnita sobre un cambio estructural que todavía no se sabe muy bien en qué se materalizará. El gobernador del BdE, Pablo Hernández de Cos, lleva meses alertando de esta cuestión: habrá daños y cambios permanentes. De nuevo, es pronto para saber su alcance.
Pero no se descarta que los cambios en la demanda de bienes y servicios se traduzcan en un paro estructural. “Este zarpazo al stock de capital humano estaría relacionado con los problemas de algunos trabajadores para volver a su situación de empleado”, señalaba Arce. “Por es es tan relevante mejorar el catálogo de las políticas activas de empleo”.