La inflación retomó en julio la senda ascendente. Se situó en el 2,3% cuatro décimas por encima del nivel marcado el mes anterior, según los datos definitivos publicados este viernes por el Instituto Nacional de Estadística. El organismo señala como responsables de este aumento a los carburantes, a la alimentación y, en menor medida, al capítulo de ocio y cultura, y de vestido y calzado.
El incremento del IPC se debe a que los precios de los carburantes y lubricantes para vehículos personales subieron el pasado julio frente al descenso que habían experimentado en el mismo mes del año pasado. Es la misma tendencia que se ha producido en el sector de la alimentación, cuya inflación aumento cinco décimas. Ha alcanzado el 10,8% y rompe con la racha de caídas que llevaba mostrando desde marzo.
Así, los alimentos y las bebidas no alcohólicas, que llevan 16 meses creciendo a tasas de dos dígitos, siguen siendo el grupo de bienes y servicios que muestra mayores encarecimientos interanuales entre todos los productos y servicios que monitoriza el INE. En el aumento de la inflación de la alimentación en julio tuvieron especial importancia las subidas de las frutas frescas (11,6%) y del aceite de oliva (38,8%).
Aunque algunos de los factores que impulsaron al alza los precios de la alimentación en 2022 ya han remitido, como la crisis energética o el encarecimiento de las materias primas, hay otro que sigue impactando de lleno: la meteorología.
La sequía fue la culpable de que muchas cosechas fueran mucho más reducidas el pasado año y durante este ejercicio ha vuelto a suceder lo mismo. Ha ocurrido con la fruta de verano, especialmente con los melones y sandías, donde los precios se han disparado por la falta de oferta.
“Hay déficit de producción en frutas y verduras. En sandía y melón ha sido aun más importante porque en muchas zonas no se sembró o se decidió sembrar mucho menos por la falta de agua. Se ha llegado a plantar hasta un 40% menos de lo habitual”, explica Francisca Iglesias, secretaria general de UPA en Almería y vicepresidenta de la Interprofesional Española de Frutas y Hortalizas (Hortiespaña).
Eso, sumado a las fuertes lluvias que cayeron en junio en Murcia, que causaron inundaciones y el destrozo de las cosechas, provocó que ese tramo de producción se perdiera casi por completo.
“La siguiente región que entraba en producción era Castilla La Mancha, y allí, como en toda Andalucía occidental, las cosechas tampoco han sido las que deberían por las restricciones de agua. Así que ni trayendo productos de otros países se está logrando cubrir la demanda. Cualquiera que vaya a comprar una sandía ve que los precios son desorbitados. Y pasa lo mismo con el tomate, pero es que no hay producto”, señala Iglesias.
Esta experta del sector agroalimentario advierte de que este encadenamiento de fenómenos meteorológicos está provocando un problema generalizado que golpea a toda la producción agraria y ganadera y que hará muy difícil que se produzca un descenso de los precios.
Eso es lo que está sucediendo en el sector olivarero, donde la merma de cosechas ha causado que los precios del aceite lleven prácticamente dos años con subidas interanuales superiores al 20%.
Junto a este, los alimentos que registraron mayores subidas el pasado mes de julio fueron el azúcar (44%), las patatas (23%), el arroz (22%) y la leche (18%). Como en meses anteriores, los únicos productos más baratos que un año antes fueron los aceites comestibles diferentes al de oliva, principalmente el de girasol.
Precisamente para aliviar el impacto del incremento de los precios en las economías familiares el Gobierno ha prorrogado la rebaja del IVA de los alimentos básicos hasta el 31 de diciembre. Se mantendrá así hasta final de año siempre que la inflación subyacente (la que excluye a los productos más volátiles como la energía o la alimentación) se sitúe por encima del 5,5%. Este mes de julio, esta tasa se ha incrementado tres décimas hasta el 6,2%.
Si bien la alimentación es el grupo en el que más han subido los precios en comparación con julio del pasado año, el relacionado con el ocio y la cultura se encuentra también entre los que más han influido en el ascenso de la inflación. En términos anuales su IPC se ha incrementado un 7,2%, y respecto a junio lo ha hecho hasta un 3% (la alimentación ha subido solo un 0,8%, y el aumento mensual de la tasa general ha sido del 0,2%).
En ese grupo se incluyen servicios como los paquetes turísticos, que registran crecimientos de los precios del 27% respecto a los marcados hace un año. Además, los hoteles y hostales son casi un 9% más caros; los restaurantes, un 6% y los servicios de comida rápida se han incrementado casi un 8%.
En cambio, los vuelos nacionales presentan solo un aumento interanual del 1,3%, mientras que los precios de los internacionales descendieron un 1,2%.
El cambio de tendencia en la evolución de la inflación el pasado mes de julio está condicionado también por un menor impacto del llamado efecto base o efecto escalón. . Y es que, en la pasada primavera la comparación de la variación anual de los precios se hacía respecto a los fuertes aumentos que se registraron en 2022 tras la invasión de Rusia a Ucrania, especialmente en los productos del sector energético. Esa comparativa explicaba en buena medida el acusado descenso que se produjo de la tasa general, que en marzo llegó a caer casi tres puntos, y apunta también a que se producirá un aumento del IPC a medida que ese efecto base se diluya con el avance de los meses.
Una tendencia de la que ya advertían los diferentes analistas y el Banco de España, que en sus últimas proyecciones el pasado mes de junio pronosticaba un repunte de la inflación en el segundo semestre del año y señalaba que esta se mantendrá alta durante 2024 por la retirada de las medidas de apoyo que se habían puesto en marcha ante la crisis energética.