La tan ansiada lluvia para el campo español ha llegado, en el mejor de los casos, cuando poco podía hacer ya por salvar las cosechas. En el peor, ha acabado con las pocas posibilidades que tenían algunos agricultores de sacar adelante los cultivos después de meses sin ver caer una sola gota de agua. “La lluvia ha sido casi peor que lo que teníamos antes. Toda la planta de sandía y melón que se ha sembrado en las últimas tres semanas se ha muerto”, relata Plácido Plácido Martínez, responsable de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG) en Lorca (Murcia).
En esa zona, las tormentas de agua y granizo que se han registrado en mayo han dañado los cultivos de miles de hectáreas. “Con este clima, el agua en estos momentos es muy perjudicial. Tenemos plantaciones de verano que ahora requieren sol, aire y buen tiempo, justo lo contrario de lo que está haciendo. Hace dos meses necesitábamos agua y tiempo fresco, y ahora que ya estamos con otro tipo de cultivos, nos viene el agua. Es que, ni hecho a malas”, lamenta este agricultor que confía en que cambie el tiempo y pueda, aun, sembrar algunas de las plantas que reservó y que mantiene en los semilleros.
Aun así, y aunque se logre sacar adelante parte de los cultivos previstos de sandía y melón, las frutas no llegarán a los mercados antes de dos meses. Esto garantiza, señala, que “desgraciadamente” la cosecha no vaya a ser grande. “Primero por las matas que ya han muerto, y las que quedan están enfermas y los calibres van a ser más pequeños, así que va a haber menos kilos para poner en el mercado”, un aspecto que puede acabar repercutiendo en la evolución de los precios.
Uno de los cultivos que ha resultado más dañado por las lluvias tardías de mayo ha sido la cereza. En algunas zonas de Aragón, como Mequinenza o Albalate, se ha llegado a perder una tercera parte de la cosecha, pero en el Valle del Jerte, las lluvias ininterrumpidas durante casi una semana han echado al traste hasta el 80%. “Hay varios problemas cuando llega el agua en el momento inoportuno. Si el fruto está en el momento de cambio de color, explota y se raja; y si sucede durante la maduración se pone blanda. En el caso de la cereza, la lluvia ha provocado un auténtico desastre”, apunta Óscar Moret, responsable del sector de Fruta en UAGA -COAG.
Los daños en la comarca del norte de Cáceres ha sido de tal envergadura que representantes políticos y de asociaciones agrarias han cifrado las pérdidas en 70 millones de euros y han reclamado ya este lunes que se pongan en marcha actuaciones "urgentes" para paliar la "situación catastrófica" provocada por la lluvia en plena campaña de cereza.
Para otros frutales, como el melocotón y la nectarina, algo de lluvia en estos momentos de la temporada, siempre que no vaya acompañada de pedrisco, no les va tan mal y permite, además, espaciar el riego durante algunas jornadas y ahorrar consumo de agua. Obliga a los productores, eso sí, a tratar los árboles para evitar las enfermedades que puede provocar la elevada humedad con las temperaturas más altas del mes de junio.
“En general lo que vemos en las zonas de regadío es que estas lluvias han causado problemas y no han solucionado la situación de sequía”, resume Moret que avanza en que los efectos en las cosechas provocarán un aumento de los precios, al menos, en el corto plazo.
“Con independencia de las últimas lluvias, la sequía ha provocado una merma de cosecha. Sin ir más lejos, en el canal del Urgell hay 9.000 hectáreas de frutales que no se están regando. A menos oferta lo normal sería que subieran los precios; pero, por otro lado, tenemos el problema de que a determinado precio hay consumidores que tampoco se pueden permitir comer fruta. Se puede generar un problema en el mercado que es el de siempre: nosotros no podemos producir fruta por precio y el consumidor no puede comerla porque está cara”.
Tampoco servirán las precipitaciones para resolver la complicada situación del olivar, que afronta, por segundo año consecutivo, una temporada con una producción inusualmente corta por culpa de meses de sequía. Para haber revertido la situación el agua tendría que haber llegado antes de que se produjera la floración del árbol. “Hemos tenido las lluvias después, y el problema es que la floración fue muy mala y el cuajado también, porque el olivo estaba en un estrés hídrico totalmente anormal y en unas temperaturas que llegaron a los 39 grados” diagnostica el responsable del sector del aceite de oliva de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), Juan Luis Ávila.
Este productor olivarero que trabaja en la provincia de Jaén asegura que las lluvias han sido demasiado tardías para lograr aumentar la cosecha y estima que se han quedado en un parche que apenas logrará aportar un poco de oxigeno para que el sector pueda afrontar con un poco más de serenidad los meses de verano.
“Ni siquiera ha resuelto el problema del riego. No es, ni mucho menos, la respuesta a las necesidades hídricas que tenemos. Ha llovido en torno a los 70 u 80 litros y necesitamos que caigan 300 o 400 para recuperar el déficit que tenemos de estos años de atrás. Aunque a la cosecha no le va a servir prácticamente para nada, sí ayudará a los árboles que estaban en peligro de empezar a secarse en muchos sitios”. Por todo eso, advierte, no se esperan bajadas de los precios del aceite que, debido a esa corta cosecha, tendrá en esta temporada unos costes de producción más elevados, incluso, que la pasada.
Como en el caso del olivo, la mayor parte de los cereales no se beneficiarán de las abundantes lluvias de las últimas semanas porque la sequía de la primavera frustró ya el crecimiento de las plantas, que tendrían que estar segándose a estas alturas de año.
En cambio, si podrán remediar la crisis de otro cultivo de secano, el del almendro, que podrá reducir las esperadas pérdidas por la escasez de agua. “No ayudará a las variedades más tempranas, pero a las más tardías, que suponen un porcentaje alto, les ha venido muy bien esta lluvia, especialmente en las zonas más frescas. Es más, si parara ya algo de llover, le vendría incluso mejor”, señala Andrés Góngora, responsable estatal de Frutas y Hortalizas de COAG.
Además, los ganaderos como los apicultores podrán también aprovechar el reverdecimiento del campo. Los primeros, apunta Góngora, contarán con pasto para los animales y se beneficiarán del efecto de la lluvia en los cultivos forrajeros; y los segundos, podrán ver aún la floración de algunas plantas de monte bajo que no se había producido en primavera.
A pesar de que algunos cultivos y productores vayan a lograr sacar rédito del agua caído durante el mes pasado (y la que aun se espera para junio), todos los agricultores se lamentan de que todas estas lluvias no hayan llegado dos meses antes, cuando podrían haber cambiado por completo la situación del campo. “Esto es como si a alguien le toca trabajar en febrero con mucho calor y se va de vacaciones en agosto y le llueve todo el mes”, señala Martínez. Y añade: “ Lo más triste de todo es que cuando todo este agua que ha provocado inundaciones se vaya, en mes y medio volverá a faltarnos agua para regar”.