En octubre de 2021 la tasa interanual de inflación alcanzó cotas no vistas en 30 años cuando superó el 5%. Pero lo peor estaba por llegar. A partir de ese mes, el Índice de Precios de Consumo (IPC) se duplicó hasta alcanzar un máximo del 10,8% en julio de 2022. Un nivel que se alcanzaba desde 1984.
Tras el verano, los datos de inflación que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) han comenzado a moderarse, en especial con los datos de marzo conocidos este viernes, cuando han caído hasta el 3,3%.
El motivo de esta fuerte desaceleración del IPC ha sido el llamado ‘efecto escalón’, que ha tenido como protagonista al sector energético. En 2022 los precios de la electricidad, el gas y las gasolinas se dispararon. Ahora están bajando. Y la comparativa provoca esa moderación de la tasa del índice general.
¿Significa esto que los precios en general estén bajando? Claramente no. Lo que sucede es que siguen subiendo, pero a menor ritmo.
Es como si una persona que engordó 10 kilos en un año, al año siguiente engorda otros cinco. Ha ganado peso en menor medida que antes, sí. Pero en realidad pesa 15 kilos más.
Los productos alimenticios no han corrido igual suerte que el índice general. Todo lo contrario. Arrastrados por los fuertes incrementos de precios energéticos del año pasado sus precios han ido acumulando cada vez tasas más elevadas.
En febrero, alimentos y bebidas no alcohólicas subieron un 16,6%, el máximo desde que se comenzaron a calcular índices para grupo, en enero de 1994. En marzo, su tasa apenas se moderó una décima, hasta el 16,5%.
No obstante, si analizamos como han evolucionado los alimentos desde octubre de 2021, cuando la inflación comenzó a dispararse, la subida acumulada de sus precios alcanza el 22%, casi el triple que el incremento del IPC general (8,5%).
El IPC recoge 199 subclases de productos. De todas ellas, las 10 que más se han encarecido desde octubre de 2021 son alimentos.
Si seleccionamos los 50 grupos que más han subido de precio en año y medio, 40 pertenecen al grupo de alimentación y bebidas. Y los aumentos son considerables. En 16 subclases de alimentos los incrementos son de al menos un 30%.
Si se entra en detalle el precio del azúcar es el que más ha subido, un 56% en los 18 últimos meses. La mantequilla ocupa el segundo lugar, con un aumento del 51%. Y las salsas y condimentos completan el podio, con un alza del 44%.
La leche entera y el aceite de oliva han subido más de un 40%, nivel que casi alcanzan la leche desnatada, las legumbres y las hortalizas.
De todas las subclases del IPC apenas 19 (una de cada 10) han bajado de precio en el último año y medio. Y ninguna de ellas son de alimentos.
En otras palabras, los 55 grupos en los que el INE engloba la alimentación han subido de precio en ese periodo.
Y, de todos ellos, sólo dos –la fruta fresca y los frutos secos– han registrado incrementos inferiores a los del IPC general. Y sólo otros dos más –el marisco congelado y la carne de ovino y caprino– se han encarecido menos de un 10%.
Aunque algunas facturas empiezan a bajar –la electricidad fue en marzo de 2023 un 33,5% más barata que en octubre de 2021 y el transporte combinado casi un 50%– los bolsillos de las familias siguen soportando un nivel de precios de la alimentación nunca visto hasta ahora en los mercados.
Del mismo modo que el aumento del coste energético se trasladó con cierto decalaje a los alimentos, los hogares esperan que el abaratamiento que están registrando estos meses las gasolinas, el gas y la luz se acabe trasladando al carrito de la compra. Que se cumplan estas expectativas serían muy buenas noticias para las economías familiares.