La subida de los precios de los alimentos que sufrieron los consumidores españoles el pasado año se debió a factores globales, que impactaron también en el resto de países de la eurozona. Es el diagnóstico del Banco de España, que ha concluido que el encarecimiento de la energía y de los fertilizantes, la escasez de cereales o la sequía que afectó a todo el continente fueron los principales responsables de que los precios de la alimentación se incrementarán hasta niveles desconocidos en décadas.
Un aumento que, en comparación interanual, alcanzó en España el 14,2% en el cuarto trimestre de 2022, solo siete décimas por encima del que se registró de media en la zona euro, donde alcanzó el 13,5%.
Entre los socios europeos que registraron mayores incrementos de los precios de los alimentos destacan los países bálticos y Eslovaquia debido, en buena medida, a su mayor exposición a las importaciones de productos alimentarios y fertilizantes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia; mientras que en Francia o Italia el encarecimiento de la alimentación estuvo por debajo de la media.
Pero, aunque el origen de las subidas de los alimentos fuera el mismo en toda la eurozona, el efecto que tuvieron en la tasa general de inflación fue más importante en España, ya que aquí este grupo de productos tiene un mayor peso en el conjunto de la cesta de consumo.
En concreto, en el cuarto trimestre del pasado año, la categoría de “alimentos, bebidas y tabaco” en el índice armonizado (el que se utiliza para comparar a los países del euro) suponía el 25,1% del total en nuestro país frente a un 20,9% de la media.
De este modo, señala el Banco de España, la contribución de los alimentos al IPC general fue de 3,6 puntos porcentuales en el caso español y de un 2,8% en la eurozona. El organismo calcula también que en España se habría situado en ese mismo entorno si con la misma subida de los precios, el peso de la alimentación hubiera sido más reducido, similar al de la zona euro.
Precisamente, desde el pasado mes de enero, el INE ha actualizado su metodología para medir el IPC y entre los cambios que ha introducido está el de reducir el peso del grupo de “Alimentos y Bebidas no alcohólicas” en el total de la cesta de consumo. Este pasó de suponer un 22,6% en 2022 a representar un 19,6% este año. En cualquier caso, sigue siendo, con bastante diferencia, el que tiene mayor peso en el total de segmentos que monitoriza Estadística para determinar la evolución de la inflación, Tras él se sitúan el Transporte y los Hoteles y Restauración.
A pesar de que el Banco de España estima que la subida de los precios ha afectado a la práctica totalidad de los productos alimentarios, destaca que hay grandes diferencias entre unos y otros,; también la hay, dice, en el impacto que ese encarecimiento tiene en las tasas de inflación, que depende del peso que tenga cada artículo en la cesta de la compra.
Por ejemplo, aunque los aceites y las grasas fueron los que registraron un mayor incremento entre octubre y diciembre del año pasado (de más de un 31%), su contribución al aumento del IPC fue moderada porque suponen un porcentaje reducido en el total del consumo de las familias. En cambio, grupos como el que forman “la leche, el queso, los huevos” o el de “pan y cereales”, que tienen un peso elevado en el conjunto de las compras, han subido algo más en España que en la media de la zona euro y han impulsado al alza la inflación general.
Ese ligero freno en las subidas de algunos productos que avanza el Banco de España en los últimos meses de 2022, lo certifica también Eurostat. Las cifras publicadas este miércoles señalan que se produjeron fuertes aumentos de los precios agrícolas durante todo el pasado año, que llegaron a su punto máximo entre abril y septiembre. Pero, durante el cuarto trimestre se detectó ya una ligera desaceleración en los aumentos de precios tanto de los productos agrícolas como de los insumos (los bienes que se utilizan para la producción).
En ese periodo, el precio medio de la UE de los productos agrícolas aumentó un 26% para una misma cesta de artículos; el incremento es menos que el registrado en el tercer trimestre, cuando alcanzó el 30%. La misma tendencia se observa en España, donde el incremento interanual de los precios de los productos en origen de finales de año (del 26,1%), está bastante por debajo del que se había producido en los meses de verano (34,4%).
Ocurre lo mismo con los insumos, estos aumentaron un 21% en el campo español en el cuarto trimestre de 2022, cuando habían llegado a crecer casi un 39% en el tercero.
Esta caída de los precios de producción debería, señalaba hace pocas semanas el ministro de Agricultura, comenzar a trasladarse al resto de los eslabones de la cadena alimentaria, pero lo cierto es que los precios de los alimentos no dan aun señales de moderación.
Productores, industria y distribuidores volvieron a reunirse este miércoles con el Gobierno para analizar el aumento de los precios en los productos de alimentación y la evolución de los márgenes de las empresas que intervienen en el gran consumo. En ese encuentro se acordó convocar, a partir de abril, grupos de trabajo estudiar las cadenas de valor de alimentos como el aceite de oliva, la leche, la miel y algunas frutas y hortalizas.
Además, en la reunión del Observatorio de la cadena alimentaria se compartieron las conclusiones del del último "Panel de Consumo Alimentario" que refleja que, a lo largo del pasado año, los precios de venta al público se encarecieron menos de lo que lo hicieron los de la industria de la alimentación y los precios de sus proveedores, los agricultores.
El informe también revela que las empresas de distribución minoristas aumentaron sus precios, aunque sus ingresos crecieron en menor medida ya que los consumidores han comenzado a ajustar sus compras. Lo hacen reduciendo el número de veces que hacen la compra y optando por cestas de menor tamaño para controlar el gasto en los hogares.