La gran apuesta del Gobierno para transformar el mercado de trabajo, la reforma laboral, cumple un año en el que ha conseguido modificar algunos de los comportamientos más arraigados en el empleo. Los cambios introducidos por la nueva normativa han impulsado hasta niveles inéditos la contratación indefinida y han tratado de paliar los efectos de la estacionalidad derivada de algunas actividades, como el turismo o la educación.
“Hemos dejado atrás algunos de nuestros lastres”, defendía este martes el secretario de Estado de Empleo, Joaquín Pérez Rey, en la presentación de los datos de afiliaciones y paro del pasado diciembre en el que el empleo creció en 12.640 cotizantes, el dato más bajo del último mes de año desde 2012.
Esos “lastres” a los que se refería el número dos del Ministerio de Trabajo en el balance de los doce meses de la reforma, eran la elevada tasa de temporalidad, la precariedad en el empleo y el recurso al despido ante situaciones económicas adversas.
“No es exagerado decir que en 2022 se ha producido la gran transformación del mercado de trabajo. Por primera vez el empleo creado responde a los parámetros de la calidad”, aseguraba Pérez Rey, que destacaba también como el cambio de contratos temporales en indefinidos ha permitido a las familias españolas incrementar su consumo en torno a 3.000 millones de euros, según datos del Banco de España.
En números generales, 2022 se ha cerrado con 471.000 nuevos afiliados que elevan el número de cotizantes hasta los 20,3 millones. La media en el conjunto del año se sitúa en los 20.110.215, la cifra más elevada de la serie histórica. Y a pesar de los datos de diciembre, menos positivos de lo habitual en este mes, el Gobierno asegura que el mercado laboral mantiene el fuerte dinamismo que ha mostrado a lo largo del ejercicio a pesar del impacto económico de la invasión de Ucrania.
El efecto más palpable de la reforma laboral es el enorme crecimiento de la contratación indefinida durante el pasado año. Desde que en abril la norma se desplegara por completo, el 44% de los contratos registrados se han constituido en esta modalidad. Hasta la aprobación de la reforma no alcanzaban de media ni el 10% del total.
Si comparamos las cifras del pasado año con las de 2019, el ejercicio previo a la pandemia, se han firmado cinco millones de contratos indefinidos más (de los que 1,7 millones han sido indefinidos ordinarios a tiempo completo) y nueve millones menos de temporales que entonces.
El fuerte impulso de este tipo de relación laboral ha provocado que 2022 acabara con 2,3 millones de afiliados con contrato indefinido más de los que había a final de 2021. Esto ha permitido reducir la tasa de temporalidad en siete puntos en un solo año, pasando del 24% al 17,5%. Y en los jóvenes este efecto ha sido aún más destacado: tres de cada cuatro menores de 30 años tienen ahora un contrato indefinido (76% frente a 47% en el promedio 2017-2021).
Además, no solo han aumentado los trabajadores con contratos indefinidos, sino que la reforma está alargando la duración de los contratos temporales. Los que finalizaron durante el pasado año, fueron un 25% más largos que antes de la pandemia: de media duraron 52 días más. Además, el número de contratos con una duración inferior al mes ha caído en más de 3,3 millones, mientras que han aumentado en más de medio millón los contratos de más de 30 días.
Otra de las medidas incluidas en la reforma laboral para reducir la temporalidad asociada a las actividades con un claro componente estacional, como las vinculadas al turismo, deportes estacionales, al trabajo del campo o al curso escolar, fue potenciar los fijos discontinuos. Un tipo de contrato que ya existía pero que apenas se utilizaba, en el que los trabajadores tienen una relación laboral permanente con el empleador, pero cuya actividad se realiza de forma interrumpida durante el año.
Su protección es mayor que la de los trabajadores temporales, ya que tienen garantizado ser llamados de nuevo cuando la actividad se reanude y mantienen su antigüedad y los derechos de los empleados fijos.
Desde la entrada en vigor de la reforma el uso de estos contratos se ha disparado: si el número medios de afiliados con esta modalidad no había llegado ningún mes a los 450.000 antes de la reforma, el pasado mes de octubre rozó los 970.000, según los datos de la Tesorería de la Seguridad Social.
Los fijos discontinuos suponen ya un 7% del conjunto de los indefinidos, pero la figura no está exenta de polémica porque la oposición acusa al Gobierno de ocultar cuántos de ellos están en realidad en situación de inactividad y evitar así engrosar las cifras del paro. “Los fijos discontinuos se computan de la misma manera que desde 1985. Se ofrece toda la información de la que se dispone, no hay ni ocultación, ni cambio estadístico´”, respondía Pérez Rey este martes a las acusaciones del Partido Popular, que aseguraba que el Ejecutivo está trabajando para poder ofrecer los datos desagregados de los fijos discontinuos que estén registrados como demandantes de empleo.
El Banco de España, que ha realizado un primer análisis de esta figura contractual tras la reforma laboral, ha concluido que los porcentajes de bajas de estos trabajadores a la Seguridad Social se están aproximando mucho a los registrados por los trabajos temporales, algo que antes no sucedía.
El tercer elemento por el que apostaba la reforma, que el Ministerio de Trabajo consensuó con los agentes sociales, se centraba en apostar por la flexibilidad interna en las empresas y postergar los despidos como vía de ajuste ante situaciones económicas adversas. Esa “gran enseñanza de la pandemia”, según el Ejecutivo, inspiró el diseño de los actuales ERTE, entre los que se mantiene activado el llamado mecanismo RED para las agencias de viaje.
Los expedientes de regulación temporal de empleo descendieron durante la pasada primavera tras la fuerte subida de comienzos de año por culpa de ómicron y desde el verano se permanecen estables en el entorno de los 20.000 trabajadores.