Si solo pudiéramos comer productos que se han encarecido menos que la inflación general, nuestra dieta se reduciría a: carne seca, despojos comestibles, frutos secos, chocolate, refrescos y vino. Aun así, nos saldría un 7% más caro alimentarnos que hace un año. Cualquier dieta alternativa a esta supone pagar todavía mucho más: el 80% de los productos de nevera y despensa se han encarecido más que el IPC general en los últimos doce meses.
Nunca se había visto en nuestro país tal subida de los alimentos desde que hay datos (1994). Las diferencias con respecto a la inflación general se van haciendo cada vez más abultadas. El IPC nos dio cierto respiro en septiembre al situarse en el 8,9% pero el índice que mide solo los alimentos escaló hasta el 14,4%.
"Es el grupo de los alimentos el que ostenta la subida más pronunciada de todos los que componen el Índice de Precios al Consumo", explica Virginia Rosales, profesora del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Granada.
El aceite de girasol destaca entre todos: es un 65% más caro que hace un año. Fue el primer comestible en el que se pensó cuando Rusia invadió Ucrania en febrero. Más de la mitad de este producto venía de allí. Pero luego, conforme fue avanzando el conflicto, la inflación se instaló también en los cereales (donde Ucrania también es un gran exportador) y aceleró la escalada que ya había arrancado meses antes en los precios de la electricidad (por culpa del gas ruso) y los fertilizantes (por la subida del petróleo). Todos estos factores impactan de lleno en los costes del sector alimentario.
¿Qué es lo que más sube? La respuesta más sencilla es: todo.
Los alimentos llevan ya meses superando al IPC general. Cuando arrancó este episodio inflacionista hace un año, el principal motor que alimentaba el encarecimiento de la cesta de la compra era el gas, la electricidad y los combustibles. En octubre de 2021 el IPC general estaba en el 5,4% y el IPC de los alimentos en el 1,4%. A partir de ese momento comenzó su escalada.
Una visión más a largo plazo de estos dos indicadores de precios nos permiten darnos cuenta de la magnitud de las cifras que estamos registrando. Los alimentos no solo crecen al mayor ritmo observado nunca en la economía sino que duplican la tasa que registraban durante la crisis financiera de 2008.
"Este dato puede tener un gran impacto en las expectativas futuras de inflación y también en el consumo agregado", sostiene Rosales. El pollo, los huevos, la fruta, la verdura... Son precios con los que los ciudadanos conviven a diario y en los que más fácil resulta detectar la inflación. "De acuerdo a un informe del Banco Central Europeo (BCE) publicado recientemente, de entre todas las categorías que componen el IPC (alimentos, salud, vestido, transporte, etc..), el que más peso tiene a la hora de influir en las expectativas futuras de inflación en el consumidor es el de los alimentos", explica esta economista.
Andrés Góngora, cultiva tomates cherry orgánicos en Almería. Toda su producción se exporta. "No veo una perspectiva de bajada en las hortalizas a corto plazo. Va a haber menos producción por la sequía. En algunas zonas se va a dejar de sembrar un 30% de superficie por la falta de agua", expone este agricultor, que además es responsable del sector hortofrutícola en COAG.
Las hortalizas fueron el alimento que más se encareció en septiembre respecto a agosto: subieron un 4,1%. Ahora en invierno llega la temporada de tomates, berenjenas, pimientos, calabacín... "El precio de los fertilizantes se han multiplicado por tres y no bajan. El coste del agua sube por la electricidad: para moverla hacen falta motores eléctricos. La verdad es que no veo mucha esperanza de que hayamos tocado techo...", argumenta Góngora.
En el caso de la carne y lácteos el problema son los piensos animales, que se han encarecido por el problema de importaciones de cereales desde Ucrania. La alimentación animal supone más del 50% de los costes de producción de los ganaderos.
Hay otro factor que viene del exterior y puede presionar todavía más al alza el precio de algunas verduras y alimentos este invierno. "Se está detectando un aumento de la demanda de países del centro de Europa", explica Góngora. "En Francia, Holanda y Alemania se cultivan hortalizas en invernaderos con calefactores. Este año parece que habrá pocos funcionando por los elevados costes de la luz y el gas".
Muchos de los alimentos como las harinas, la leche, queso, huevos, frutas, verduras, hortalizas, legumbres y cereales ya tiene un IVA superreducido del 4%. En este caso no hay recorrido para abaratarlos vía impuestos como sí ha pasado con la luz, por ejemplo. Las rebajas fiscales suponen directamente una rebaja del coste de la electricidad para todos los hogares.
Pero en el caso de los alimentos el margen fiscal del Gobierno está más limitado. Para tratar de amortiguar la subida han surgido varias propuestas:
"Los organismos internacionales te aconsejan medidas muy focalizadas. Lo que pasa es que en ocasiones es muy difícil de hacer", reconocía esta semana Jesús Gascón, secretario de Estado de Hacienda, durante una jornada organizada por la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE). Con un impuesto como el IVA es "prácticamente imposible diferenciar por rentas".
¿Cómo se pueden focalizar las medidas hacia quien más lo necesita? "Los más desfavorecidos no declaran IRPF y por ahí no puedes llegar a ellos. A través de impuestos indirectos, tampoco", explicaba Gascón. "No te queda más remedio que hacerlo a través de políticas de gasto como el Ingreso Mínimo Vital (IMV) o aumentar otras prestaciones públicas monetarias".