La cosecha de mejillones del año que viene, perdida por las altas temperaturas en el Mediterráneo
La temperatura del mar está amenazando la producción de mejillones: en Cataluña, en el delta del Ebro, se registra su peor cosecha en décadas
En la Bahía de El Fangar, donde hay 222.000 metros cuadrados, las cuerdas que tendrían que estar llenas, salen vacías: "Todo muerto"
La cosecha de algodón también peligra por la escasez de agua, como la de los claveles: el cambio climático acecha nuestra forma de vida
La elevada temperatura del mar este verano está amenazando la producción de pescado y marisco. En Cataluña, en el Delta del Ebro, el mejillón registra su peor cosecha en décadas. Con el agua por encima de los 26 grados este molusco se muere.
Se prevé una pérdida de 1,5 millones de euros por los mejillones
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Se ha perdido la cosecha de mejillones del año que viene debido a las altas temperaturas del Mediterráneo. La consecuencia, que los mosluscos que tendrían que estar recogiéndose del mar, aparezcan todos muertos. En la Bahía de El Fangar, donde hay 222.000 metros cuadrados, las cuerdas que tendrían que estar llenas, salen vacías. Se prevé una pérdida de 1,5 millones de euros.
Y es que la temperatura del agua en el Delta del Ebro es como la de un mar tropical. "Todo muerto". Imposible para los mejillones sobrevivir a esos 28/30 grados que ha alcanzado la bahía. "El mejillón no lo puede aguantar y muere. Este año no ha quedado ninguno vivo, 100% muertos", señala Juan Ramón Morelló, presidente de productores de la Bahía de El Fangar.
La cosecha del algodón o los claveles, también afectadas
En la zona se han perdido 150.000 kilos de mejillón para vender y toda la cría para el próximo año. La cosecha de algodón también peligra por la escasez de agua. Liborio Sánchez solo ha podido cultivr el 20 por ciento de sus hectáreas por las restricciones en el regadío. "Las restricciones han sido totales. Es una campaña perdida", explica el agricultor.
Los claveles tampoco consiguen alcanzar la altura mínima para poder venderlos porque no los han regado lo suficiente. "Muchos días sin regar. Teníamos la planta nueva y, al no regarla, no llegaba a la altura requerida. Estamos perdiendo dinero", explica Cristina Ganfornina, otra agricultora. Son las consecuencias de un cambio climático que sigue acechando nuestra forma de vida.