Toda crisis viene con su léxico propio y la actual no es una excepción. Si en 2008 aprendimos sobre hipotecas basura, preferentes, prima de riesgo y la troika, por ejemplo, en esta se habla de pacto de rentas, fragmentación, perturbación o tope al gas.
En la crisis energética actual se vuelve a hablar mucho del IPC después de años en modo durmiente. Los bancos centrales no pierden su papel protagonista. La prima de riesgo puede contraatacar como ya vimos hace unos días y suena mucho más el término de "inflación subyacente": la subida de precios que no tiene en cuenta los componentes más volátiles, energía y alimentos frescos. Esta inflación, en el 4,9% en España en mayo, es más preocupante que el IPC general (en mayo en el 8,7%) porque su eliminación del sistema se complica.
Este es un breve y sencillo glosario para entender y seguirles la pista a los vocablos recurrentes al hablar de la crisis actual.
A diferencia de la burbuja financiera, un problema gestado durante años, la crisis actual es consecuencia de una “perturbación”. Algunos prefieren decir “shock de oferta”. Viene a ser lo mismo: una especie de golpe imprevisto que viene de fuera. En algunos indicadores, como la confianza de los consumidores, la guerra ha generado un impacto parecido al de la pandemia, según los últimos datos de junio. Es decir, las familias perciben un nivel de incertidumbre sobre el futuro parecido al que vimos al inicio del covid.
Está muy relacionado con el anterior. Es un término muy recurrente a la hora de contestar qué puede pasar. Es difícil encontrar momentos en la historia en los que la economía opere con tantos posibles resultados. Lo que ocurra mañana puede depender de lo que decida una persona, Vladímir Putin. ¿Alguien habla de esta crisis? La palabra incertidumbre se menciona seguro. No es solo una cuestión semántica. Es también un factor económico: la incertidumbre hace que familias y empresas decidan consumir menos y retrasar sus decisiones de inversión. Esto afecta al crecimiento.
Ya lo vimos en la pandemia y no lo hemos abandonado. Se sigue pensando en modo escenarios. Las empresas y los gobiernos trabajan con varios supuestos: depende de lo que suba el gas, la inflación, la evolución del conflicto en Ucrania, los tipos de interés... El actual escenario principal del Banco Central Europeo es crecimiento económico en la eurozona –menor, pero positivo--. El caso adverso contempla una recesión en 2023. La reducción del envío de gas desde Rusia a Europa hace que los riesgos de ese peor escenario aumenten.
En esta definición entran muchos componentes, pero los dos principales en los que se piensa cuando se menciona este término ahora son: gas y petróleo. Rusia es el principal proveedor energético de Europa y está utilizando este poder para presionar. Una versión más amplia de materias primas incluye productos como fertilizantes y cereales (donde Rusia y Ucrania son grandes productores). De hecho Putin también está utilizando el trigo como arma de guerra bloqueando su salida desde los puertos de Ucrania.
Se podría decir perfectamente: "subida de tipos de interés", pero en su lugar se escucha "normalización de la política monetaria". Se dice así porque llevamos desde 2016 con tipos al 0% e incluso negativos para los grandes depósitos en los bancos. Es más, había mucha deuda pública que cobraba intereses a los inversores, el mundo al revés ('Stranger Economics' tal y como lo bautizamos en NIUS). Esto se hizo para conseguir aumentar la inflación, ahora casi de golpe nos ocurre todo lo contrario. El IPC de la eurozona está en el 8% y por eso el Banco Central Europeo va a mover ficha en junio: subirá los tipos al 0,25%. El camino de vuelta hacia tipos más "normales", alrededor del 1% se calcula, se denomina "normalización".
Esta es la nueva forma de hablar sobre las primas de riesgo. Los banqueros hablan de fragmentación en la zona euro cuando los inversores piden mucho más dinero a un país por comprar su deuda pública que a otro. La cuestión es que nadie sabe exactamente a partir de qué nivel se puede hablar de fragmentación. El BCE acelera los trabajos para disponer de una nueva herramienta para hacer frente a este riesgo que afecta a los países más endeudados: el sur de Europa. La otra cuestión es: ¿a cambio de qué ayuda el BCE? Cuando se habla de fragmentación suele aparecer la cuestión de la "condicionalidad". Es un debate pendiente y peliagudo de resolver. Si España recibe ayuda del banco central para que su prima de riesgo no se dispare: ¿tendrá el Gobierno que ajustarse el cinturón, revisar su gasto público o recaudar más a cambio?
Puede sonar a un reparto de ganancias, pero es justo todo lo contrario: implica repartir costes. En la práctica, cuando se habla de "pacto de rentas", se suele pensar en trabajadores y empresarios (y no tanto en funcionarios y pensionistas como propone la CEOE). La necesidad de este pacto se deriva del incremento del precio de las materias primas: como no producimos ni gas ni petróleo, al comprarlo más caro fuera de España, automáticamente todos somos más pobres. La clave está en distribuir esa pérdida de poder adquisitivo: una parte para los salarios (que suben menos que la inflación) y otra para los beneficios de las empresas (ganan menos por el aumento de costes). Sindicatos y patronal no se han puesto de acuerdo, aunque según el gobernador del Banco de España ya hay un acuerdo "de facto".
Son dos temas que derivan del punto anterior. Se indexa al IPC (aunque solo se diga "indexación"). Eso quiere decir que un salario subirá en función de lo que aumenten los precios. Como se supone que este episodio inflacionista remitirá, la teoría dice que no se debería hacer indexación para evitar los llamados efectos de segunda ronda: suben salarios, empresas elevan precios, vuelven a subir los salarios... y así se puede entrar en una espiral que perpetúa la inflación. Pero conforme pasa el tiempo con una inflación elevada, más complicado es: los consumidores ya esperan un IPC del 4% en el medio plazo y esas expectativas pueden influir en las demandas salariales. Los datos prevén que los sueldos sufran su mayor caída de poder adquisitivo desde la crisis financiera. No está tan claro qué está pasando con los beneficios de las empresas porque los indicadores no se conocen tanto en tiempo real.
Una cosa más sobre los efectos de segunda ronda: si empiezan a llegar datos de que se están generando, al BCE no le quedará más remedio que acelerar la subida de tipos (la "normalización" para los que ya se han hecho con el nuevo vocabulario).