Es sábado. Faltan quince minutos para las tres de la tarde. Está a punto de llover en el barrio de Walthamstow, en el este de Londres. Los aficionados del equipo de fútbol del Clapton CFC llegan pausadamente a sus instalaciones, que se encuentran junto a una escuela. Muchos entran con una camiseta con los colores rojo, amarillo y morado. El Clapton se ha hecho famoso por jugar con la camiseta con la bandera de la Segunda República Española (1931-1936). Fue elegida en 2018 como segunda indumentaria (la primera es de rayas verticales rojas y blancas) en un sufragio entre veinticinco camisetas. Votaron los 1.700 socios del club y se decantaron por esta prenda que está llena de simbolismos. La bandera republicana tiene la forma de las estrellas de las Brigadas Internacionales y también tiene las tres flechas antifascistas (el logotipo creado en la República de Weimar para contrarrestar el auge de los nazis) y por la parte de atrás, sobre el número, el lema “No pasarán”.
“Es en honor de las Brigadas Internacionales, de la gente que luchó contras los fascistas en España en los años treinta —explica Joe Cassidy, uno de los aficionados y socios—. Tenemos los colores de la bandera de la Segunda República española con la estrella de tres puntas de las Brigadas Internacionales, gente que fue a España a luchar, incluyendo muchos del este de Londres y de todas partes del Reino Unido”. Hasta 2.100 voluntarios británicos (de un total de 40.000 voluntarios de más de cincuentas países) fueron a luchar en la Guerra Givil española con las Brigadas Internacionales junto al Ejército Republicano. El campo del Clapton ha sido bautizado como “The Stray Dog” (el perro callejero). Levantaron una grada para poder cubrirse cuando llueve a partir de una recolecta popular. Se propusieron vender cien camisetas, pero la demanda se desbordó. Han vendido ya más de 17.000 a personas en Londres y todo el Reino Unido por su significado. Y de éstas, 5.200 han sido compradas por Internet desde España. Doscientos de los socios del club residen en España.
Esta venta de camisetas les ha permitido comprar su estadio originario, ‘The Old Spotted Dog’ (el viejo perro manchado), que está en Forest Gate, también en el este. Es el estadio de fútbol más viejo de Londres. Fue levantado en 1888 en unos antiguos terrenos de caza del rey Enrique VIII del siglo XVI. En estos momentos está siendo remodelado. Estas instalaciones de Walthamstow son su casa provisional. El Clapton es uno de los clubes más antiguos de Inglaterra. Fue fundado en 1877 y a principios del siglo XX llegó a ganar cinco veces la Copa inglesa, cuando el fútbol era amateur. Fue, además, el primer equipo inglés en disputar un partido internacional en Antwerp, Bélgica, en 1890 contra una selección belga imponiéndose siete a cero.
En el año 2013 buena parte de sus aficionados se opusieron a la deriva demasiado comercial emprendida por el club y a su pésima gestión financiera. Habían perdido sus valores originales. Le pidieron al dueño que permitiera que los aficionados fueran propietarios, pero éste se negó. En el año 2018 se produjo una ruptura y los aficionados formaron otro club que se llamó CF Community Clapton, propiedad de los aficionados y vinculado socialmente a la comunidad. La mitad de los jugadores también se marcharon al nuevo club. Empezaron de cero, en la última división. La primera temporada, hace tres, quedaron primeros y ascendieron de categoría. Las dos siguientes temporadas fueron suspendidas por el Covid. Ahora siguen militando en la penúltima división inglesa. En 2018 el antiguo club entró en bancarrota y perdió el estadio ‘The Old Spotted Dog’, que ha sido adquirido por el Clapton CFC gracias al dinero de la venta de las camisetas, recuperando así parte de su historia y de sus raíces.
¿Quién es el presidente del club? “Esa persona, y esa, y esa”, dice Cassidy señalando a todos los aficionados que siguen llegando al campo bajo el cielo gris y pesado. En la entrada han instalado un pequeño puesto donde venden camisetas con un cubo para donaciones. Ver el partido es gratis, pero todo el mundo hace donaciones. “Todos somos propietarios del club”, recuerda Cassidy. No es una estructura piramidal. Todos están al mismo nivel. Cualquier decisión que toman, la deciden entre todos, votando. Quedan pocos minutos para que comience el partido. Hay unas cuatrocientas personas en el campo. “Son menos de las que venían antes de la pandemia”, dice Cassidy.
Se enfrentan el CFC Clapton y el Pitshanger Dynamo, de Ealing, más al este. El Clapton salta al terreno de juego por el amplio pasillo, donde está el puesto con las camisetas y el cubo de la recolecta, con la indumentaria tricolor republicana. El Dynamo va de naranja. El ambiente es festivo, y reivindicativo. El campo está lleno de pancarta y de lemas: “Palestina libre”; “Tories basura”; “Todo el mundo es bienvenido”. Hay pancartas en favor de Irlanda, de Black Lives Matter, dell colectivo LGTB. El Clapton es un club antifascista, antihomófobo, antisexista, antirracista y en contra de cualquier causa que suponga una discriminación.
“Esta es la base sobre la que se sustenta nuestro club, valores justos, fútbol para todos. Todo el mundo debe poder venir no importa la raza, el color, la creencia, la sexualidad, deben poder venir y disfrutar. Esto es lo que representa esta camiseta”, dice Geoff Ocran, entrenador-jugador del equipo. “Me hice socia del Clapton porque he sufrido discriminación y racismo y quería apuntarme a un club con valores antirracistas”, cuenta Annu Mayor, londinense de ascendencia india. Explica que reside en el barrio de Forest Gate, donde está su campo original, y que a los once años fue atacada por ‘skinheads’ por el color de su piel y que se pasó toda la infancia temiendo que su padre pudiera ser atacado por el Frente Nacional, el partido de la extrema derecha británico, que aún existe. Aquí en el ‘The Stray Dog’ siente que es igual a todos. Hay gente de todas las edades y de todos los orígenes.
El Clapton sigue la tradición de izquierdas del este de Londres. Está hermanado con otros clubes como el Rayo Vallecano, en España, o el Sankt Pauli, en Alemania. No muy lejos de este campo, en Bow, el 2 de julio de 1888 las fosforeras de la fábrica de cerillas Bryant & May, se declararon en huelga. En la fábrica trabajaban 1.400 mujeres, muchas de ellas menores de catorce años, con salarios más bajos por ser mujeres, con castigos aleatorios, turnos de catorce horas sin descanso y con graves problemas de salud por la exposición al vapor fósforo blanco, que les provocaba necrosis de la mandíbula. Les podría los huesos de la boca y los dientes hasta desintegrarlos. Las mujeres escondían sus deformaciones faciales bajo pañoletas porque si los capataces se enteraban las despedían porque no querían casos de fosfonecrosis en sus libros.
Tres de las mujeres denunciaron sus condiciones a la prensa. Fueron despedidas. Esa fue la gota que colmó el vaso. Las trabajadoras se echaron a la calle. En un primer momento fueron tachadas de mentirosas por los empresarios y vilipendiadas por la sociedad, que veía con malos ojos que las mujeres trabajaran. Pero ellas no se arrugaron y consiguieron llegar hasta el Parlamento y reunirse con algunos diputados, que se quedaron aterrados al escuchar los relatos de aquellas mujeres y niñas, algunas de tan solo doce años, y ver los efectos espantosos que el fósforo blanco les producía en su cara. Consiguieron cambiar la opinión pública y, en cuestión de tres semanas, Bryant & May tuvo que aceptar sus peticiones. Formaron el primer sindicato de mujeres. Aquella reivindicación espoleó el movimiento sindicalista en Londres.
Este campo también está cerca de Whitechapel, donde el 4 de octubre de 1936, los obreros e inmigrantes de la zona frenaron a los fascistas en la llamada Batalla de Cable Street. Ese día se había convocado una marcha antisemita en Whitechapel organizada por la Unión Británica Fascista, el partido creado por Sir Oswald Mosley, que quería emular la marcha sobre Roma de Benito Mussolini en octubre de 1922 que terminó con la supresión del Parlamento italiano y aupó al poder a los fascistas.
Whitechapel, Stepney y el este de Londres eran entonces barrios marginales suburbios donde malvivían las comunidades irlandesas y judías en unas condiciones de pobreza y en medio de tensiones sociales. Sin embargo, judíos, irlandeses, comunistas, anarquistas y socialistas, se unieron por una vez y se organizaron para hacer frente a los fascistas. Aquella mañana del 4 de octubre de 1936 los fascistas de Mosley se encontraron con barricadas por las calles y miles de personas detrás. Se produjeron graves enfrentamientos entre los locales y la policía, que había sido desplegada para proteger a los fascistas. Tras horas de enfrentamientos, los fascistas se dieron cuenta de que no podían cruzar las barricadas y se retiraron. Se considera que aquel fue el fin del movimiento fascista en Reino Unido.
En el campo hay desplegada una pancarta que se acuerda de Walter Tull, el primer ídolo de la afición. Tull jugó en el equipo entre 1908 y 1909 y que ganó la Copa inglesa antes de que ser traspasado al Tottenham Hotspur londinense. Era de origen afrocaribeño, hijo de un carpintero barbadense (su abuelo fue esclavo en la isla de Barbaos) y de una inglesa de Kent. Fue el tercer jugador negro en jugar en la primera división del fútbol inglés. En 1914 se alistó en el Ejército en el regimiento de los futbolistas de Middlesex. Ascendió a sargento, convirtiéndose en el primer oficial negro británico. Luchó en la batalla del río Somme, en Francia, la más sangrienta y larga de la Primera Guerra Mundial en la que los aliados franceses y británicos derrotaron a las tropas del Imperio Alemán. Reino Unido sufrió 450.000 bajas en aquella batalla. Tull sobrevivió. Pasó cuatro años en el frente. Fue abatido el 25 de marzo de 1918 en la batalla de Bapaume, también en Francia. Otros compañeros de batallón como el exportero del Leiceter City, Tom Billingham, intentaron recuperar su cuerpo en medio del fuego enemigo, pero no lo consiguieron.
El público se pasa los noventa minutos del partido animando y cantando canciones de pop de los Noventa al son incesante de los tambores. El Clapton también tiene un equipo femenino que milita en la quinta categoría inglesa y que recibe la misma atención que el masculino. Han conseguido crear ya cinco nuevos equipos de mujeres en distintas categorías. “Es muy importante porque no siempre hay tantas oportunidades para las mujeres para jugar a fútbol y tener un espacio seguro donde jugar”, dice Sophia Axelsson, portera del equipo femenino. El resultado del partido es de tres a dos a favor del Clapton, que ocupa el primer lugar en la clasificación. Nos hemos perdido la mayoría de los goles, pero como dicen aquí: “si alguien viene a ver un partido del Clapton y ve todos los goles es que no ha visto un partido del Clapton”. Tras el pitido final, todavía hay tiempo para una nueva reivindicación a favor de los refugiados procedentes de Afganistán tras la llegada de los talibanes. Se inician los rituales de despedida: los aplausos al equipo rival, los jugadores locales que dan la mano al público y un último canto colectivo entre los jugadores y el público.