Soy sonámbulo y estuve a punto de perder mi vida mientras dormía

yasss.es 05/10/2018 16:41

En mi familia hay antecedentes de trastornos del sueño. Mi madre sufre también terrores nocturnos, que no es realmente sonambulismo sino que tiene más que ver con gritar en mitad de la noche o tener algunas reacciones angustiosas o violentas mientras duermes. Eso hizo que yo desde pequeño tuviera pavor a dormirme, y nunca me ha gustado dormir, incluso lo considero una pérdida de tiempo y lo vinculo con cosas un poco más terribles, como si dormir fuera la antesala de la muerte.

Mi madre ya no sufre estos terrores con tanta frecuencia, pero mi padre siempre cuenta la anécdota de que de recién casados los vecinos pensaban que mi padre la maltrataba, porque por la noche se ponía a gritar como loca: "¡por favor, por favor, socorro!" De los tres hermanos que somos, el que heredó un poco esto fui yo. Siempre me han contado que yo desde muy pequeño gritaba por las noches y me tenían que calmar, y recuerdo algún episodio más heavy, como cuando tenía dieciocho años, que durante la selectividad una noche me puse a correr y a gritar por el pasillo de casa, dando patadas a las paredes.

Quizás estos episodios de sonambulismo tengan que ver con el estrés, porque yo estaba de exámenes, la selectividad… pero también es verdad que otras veces que me ha pasado yo estaba bien, tranquilo. Con dieciocho años el médico ya me recomendó pastillas para dormir, pero yo no las quise. Como a mí no me pasaba nada, que los que se asustaban eran los demás, pensaba: "que le den a los que tengan que dormir conmigo y que se aguanten".

El día que todo cambió

Sin embargo, años después sí que viví un episodio muy grave en el que mi vida corrió peligro. Fue un 2 de enero del año 2005. En aquel momento yo estaba viviendo en Argentina y estaba pasando los días de Nochevieja con mi novio. Ese día a él le picó una medusa, porque habíamos estado en la playa, y por la noche se tomó dos pastillas para dormir porque tenía muchos picores en la pierna. Yo también me fui a dormir tan normal.

Lo primero que recuerdo es que me desperté en mitad de la noche y me noté algo raro. Entonces enciendo la luz y me miro en un espejo que teníamos delante de la cama y me veo como Carrie, pero no la Bradshaw, no. Como Carrie la de Brian de Palma. Ensangrentado de arriba abajo y con un charco de sangre gigante. Desperté a mi novio, que estaba completamente dormido por las pastillas y claro, se quedó desconcertado. Yo tampoco entendía nada. Se me pasó por la cabeza hasta que me habían acuchillado.

No era capaz de identificar dónde tenía las heridas. Solo veía que tenía muchísima sangre por la cabeza y por el cuerpo. Hasta que vi que había mucha sangre alrededor de la rodilla izquierda. Y el pavor máximo fue cuando me miré la rodilla y me vi el hueso a través de la carne cortada. Fue entonces cuando vi la ventana: teníamos una ventana que daba a un balcón y entonces entendí que yo me habría abalanzado dormido sobre la ventana, la había roto y lo peor de todo es que me había vuelto a la cama como si nada con varias heridas abiertas.

Llamamos a urgencias, vino una ambulancia a buscarme y, ¡menuda escena! Se encontraron la habitación como una carnicería y el médico me llegó a decir después que, más o menos, por la cantidad de sangre que había perdido, había estado dormido después del accidente unos veinte minutos.

El corte de la pierna era muy grande, y además tenía un montón de cortes pequeños en los brazos,. Afortunadamente me desperté pronto, qué buena casualidad, y qué suerte también que el cristal cayó en la rodilla, porque me llega a caer en la yugular y la palmo.

Cuando llegamos al día siguiente por la mañana, ya de vuelta del hospital, aquello era peor todavía, todas las manchas de sangre a plena luz del día. Yo me quedé en shock cuando lo vi. No fueron tanto los problemas físicos, que yo me recuperé bien de aquello, sino las secuelas psicológicas: me quedé con una especie de estrés postraumático.

Fue un impacto tremendo. Yo me pasé semanas sin poder dormir por las noches. Me metía en la cama y nada, no podía dormir. Y además yo no quería que me medicasen, porque pensaba que si me tomaba pastillas entonces iba a ser más difícil despertarme si me daba otro episodio de sonambulismo. Necesitaba estar alerta todo el rato, así que estuve varias semanas con un sueño muy ligero. Estaba totalmente tarumba: con el estrés, sin dormir…

Para colmo, no podía parar de pensar: “si la ventana hubiera estado abierta me hubiera caído por el balcón abajo”. La gente no paraba de repetirme: “qué suerte has tenido, qué suerte has tenido”, porque hacía tan solo unos meses en Argentina había muerto la nieta de Alfonsín, el político, por algo parecido. Ella estaba en el colegio y no vio una puerta cerrada, se estampó con el cristal y se cortó en algún sitio más delicado y se murió. Así que todo el mundo me contaba esa anécdota y la verdad es que no ayudaba nada. Me recordaba la vulnerabilidad que tengo y no podía parar de darle vueltas a lo que ocurrió.

Hay solución

Al final, te tienes que decir a ti mismo: “o me olvido de esto y lo supero o me tengo que tirar por el balcón adrede”, porque el miedo era constante, y así no podía seguir. Me angustiaba pensar que si me había pasado una vez me podía volver a pasar. Tenía que salir de ese bucle.

Me hicieron estudios del sueño, me dijeron que era un trastorno del sueño y que en realidad no es algo muy grave, que es más común de lo que pensamos y hay diferentes niveles, como la gente que habla por las noches. Lo raro en mí era que se manifestase siempre de manera violenta, angustiosa o traumática.

Como yo no quería pastillas me dieron otra opción: hacer terapia. Tratar de solucionar estas crisis desde un punto de vista psicológico. Y, efectivamente, me fue muy bien, y con el paso de los años he logrado controlarlo, aunque he tenido algún episodio más. Ahora he interiorizado como una especie de alarma que me hace estar prevenido y además evito ciertas cosas, como tener balcón en el dormitorio.

Ahora ya pasó y tengo una cicatriz en la pierna que me recuerda que ocurrió y que puedo contarlo de manera anecdótica. Pero en su momento fue muy duro, sobre todo el después, que no podía dormir, y necesitaba dormir acompañado todo el rato para sentirme seguro. Fue cuestión de meses, con ayuda de la terapia, que fui volviendo a la normalidad.