En asuntos de quereseres, sexo y tramas estrictamente carnales, hay conceptos que nunca pasan de moda y que te conviene conocer por si te toca lidiar con ellos. A ese paseo disimulado por todos los rincones de la discoteca para fichar objetos de deseo se le llama ‘putivuelta’, y, de toda la vida, los amigues con prebendas se les llama amigos con derechos y también follamigos.
Otro concepto estrella de las noches tórridas tiene su particular panteón en el diccionario y la semántica del amor. Las booty calls han llegado para quedarse en un contexto como el actual, con las aplicaciones de citas en el cenit de su popularidad. En realidad, quizá es que nunca se fueron, porque en tiempos de prosperidad en el ligue a veces hay alguien que nos desea a las cinco de la mañana (después de unas cuantas copas).
Sin paños calientes ni matices filosóficos que puedan empañar el significado estricto de la booty call tradicional, que en ciertos contextos también recibe el capitalista nombre de “llamada del ahorro” o “toque para follar”.
Ya por la semántica del nombre puedes imaginarte por dónde van los tiros y en qué contexto puede ser adecuado realizarla. Buscas sexo en una noche solitaria o alguien lo busca contigo, sin complicaciones ni ataduras, y claro, con un consentimiento y un pacto explícito que permita a las partes disfrutar de este “Me paso por tu cama en cinco minutos, si te viene bien”. Además, te da pereza salir a un bar a ligar, por lo que te viene mejor tirar de la agenda del teléfono.
Reconocerás estas apelaciones al fornicio por una serie de características lo bastante comunes como para hacer honor a su nombre.
Reconocerás este cebo si tienes la pituitaria entrenada y sabes entender lo prosaico de esta urgencia de la carne (la tuya o la de la persona que te llama). "Estoy pensando en ti, ¿nos vemos?".
Oh, sorpresa, booty call. ¿Tu ex te escribe un sábado a las dos de la mañana para saber como estás, pese a que no habláis desde hace más de seis meses (y esa última vez intentaste atropellarle con el coche)? Booty call. ¿Tu crush te propone ir a una fiesta, pero resulta que la fiesta está tan lejos que mejor os tomáis algo en su casa y luego ya se verá? Booty Call, mi ciela.
Pongamos que una booty call tiene su razón de ser en la aleatoriedad: un viernes a las tres de la mañana, cuando estás a punto de meterte en la cama a tejer un jersey o leer a Dostoievsky.
El o la booty caller (un contacto que tienes en tu teléfono) asomará la patita con un mensaje ambiguo. “¿Qué haces?” “En qué andas”. Notarás esa falsa inocencia a kilómetros, y su forma de tantear el terreno sin mencionar directamente su deseo (darte una voltereta en la cocina).
La booty call, llamada del ahorro, putillamada, toco tu timbre para pedirte sal, casi siempre ese tiene ese punto áspero y práctico. Por el interés te quiero Andrés, que cuenta el dicho. Por desgracia, no es un gesto de amor romántico, precisamente, sino una apelación al instinto, a la urgencia y a tener ganas de sexo y buscar quien cubra esa necesidad.
De vagos, maleantes y perezosos está lleno el sexo, y otro de los condicionantes de la llamada del ahorro suele ser la pereza de quien busca sexo, fácil, accesible, disfrutón... pero sin moverse de casa, que hay que vestirse y salir por la puerta, y menudo rollo.
¿El desenlace? Tras un par de chateos en los que quede claro que hoy se fo..., más pronto que tarde aparecerá la invitación. "Por qué no te vienes a casa, ¿estoy solo/a?".
Bajo tu responsabilidad afectiva lo de engancharte a esa persona que te busca solo por tu disponibilidad para morder la manzana a las tres de la mañana. El juego puede dejar de ser divertido y convertirse en la peor temporada de 'Élite', con tus restos emocionales en el suelo.