Un nuevo mensaje se ha hecho viral, pero esta vez en la red social LinkedIn. En su perfil, el empresario J.R. Storment ha compartido la trágica situación que le ha tocado vivir y algo que le remueve profundamente la conciencia. El empresario reflexiona sobre el tiempo que muchos padres -incluido él- dedican al trabajo en comparación con el que pasan con sus hijos después de que su hijo de 8 años muriera repentinamente.
J.R. Storment fue padre de dos gemelos Oliver y Wiley hace 8 años, en ese tiempo también cofundó su compañía y desde entonces, reconoce que no se había tomado ni una semana libre de vacaciones. "No trabajes demasiado. Te arrepentirás de no haber invertido ese tiempo en otras tareas una vez ya no lo tengas. Supongo que tienes reuniones con muchas personas con las que trabajas. ¿Tienes programadas regularmente esas mismas citas con tus hijos? Si hay alguna lección que sacar de esto, es recordarles a que no se pierdan las cosas que importan" aconseja a todos los padres que estén leyendo su publicación.
En una de esas largas y programadas reuniones se encontraba cuando recibió una llamada de su mujer para comunicarle la trágica noticia "J.R., Wiley está muerto" le dijo. Su mujer lo había descubierto cuando fue al cuarto del pequeño para despertarlo. Según cuenta, salió de la oficina y fue corriendo hasta su casa, al entrar a la habitación de su hijo, los agentes le bloquearon el paso, los investigadores estaban analizando la escena y el médico forense estaba haciendo su trabajo.
Después de 2 horas pudo entrar, "me acosté junto a él en la cama que amaba, le cogí la mano y repetí: '¿Qué pasó, amigo? ¿Que pasó?'. Nos quedamos junto a él durante unos 30 minutos y le acariciamos el cabello antes de que regresaran con una camilla para llevárselo" escribe.
El forense comunicó que Wiley murió en las primeras horas de la noche a causa de una muerte súbita e inesperada de epilepsia. J.R explica que el pasado año se le detectó al pequeño epilepsia infantil benigna, una epilepsia bastante común entre niños de 8 y 13 años. Los pediatras y neurólogos que visitaron al niño les aseguraron que no había de qué preocuparse y que debían dejar que la epilepsia siguiera su curso y desaparecería. Wiley solo había sufrido un ataque epiléptico 9 meses antes de su muerte pero asegura que nadie les dijo que existía la probabilidad de una muerte súbita e inesperada por la epilepsia.
En el texto, el empresario recuerda las horas previas a esa noche, asegura que Wiley se encontraba bien y que pasó la tarde con amigos que acudieron a su casa a cenar y a estrenar un trampolín que habían comprado recientemente. Cuando llegó la noche, acostó a su hijo pero minutos después, se despertó y le dijo: "Papá, no puedo dormir".
"Se escuchaba la música de la fiesta de un vecino. Lo acompañé de nuevo a su habitación y cerré todas las ventanas. Dijo que eso era mejor. Tuvimos otro abrazo rápido. Luego me fui a la cama para siempre. A la mañana siguiente me desperté. Tuve varias reuniones consecutivas, hice un viaje, atendí varias llamadas y regresé a mi oficina. Nada de eso me parece tan importante ahora. Me fui esa mañana sin decir adiós o mirar a los chicos" lamenta.
Como consecuencia de la lamentable experiencia que le ha tocado vivir, aconseja a los padres trabajadores que antepongan la vida familiar a la laboral y que la compaginen adecuadamente. Además, cuenta como él está intentando corregir sus errores pasados con su otro hijo, Oliver: "Mientras estaba sentado escribiendo esta publicación, mi hijo vivo, Oliver, vino a pedirme permiso para jugar a la consola. En lugar de decir el habitual 'no', dejé de escribir y le pregunté si podía jugar con él. Estaba felizmente sorprendido por mi respuesta y nos conectamos de una manera que antes me habría perdido. Las cosas pequeñas importan. El lado positivo de esta tragedia es que he mejorado la relación que tengo con él".