Estamos acabando un año muy duro para todos. Y estos días, seguro que están recibiendo en sus móviles o en sus correos electrónicos, mensajes y felicitaciones que a pesar de todo intentan sacarle una sonrisa o un motivo para la esperanza. hemos hecho una pequeña selección.
Nunca hubo tanta afán por despedir a un año marcado por la pandemia. Por un virus que ha cambiado nuestras vidas y hasta la forma de juntarnos en casa para disfrutar de la Navidad. Un indeseado protagonista también de las felicitaciones de Pascuas y de año nuevo, que inundan nuestros móviles en forma de mensajes.
Y aunque de este 2020 poco haya que celebrar al final nos dejó el remedio del comienzo del fin de la pesadilla para salir del túnel y empezar a ver la luz. Nunca diremos adiós con tantas ganas a un año que se va. Y nos lo pondrá difícil hasta en el último momento. Nunca habrá tanta esperanza por empezar un año nuevo.
15 de marzo de 2020. La ministra de Defensa, Margarita Robles, firma la Instrucción que marca la directrices para que las Fuerzas Armadas salgan a la calle a luchar contra el coronavirus. Ese mismo día ya recorren algunas ciudades más de 300 efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) para hacer los primeros reconocimientos, pero durante los siguientes tres meses serán miles los militares de todos los Ejércitos y la Armada los que contribuyan al mayor despliegue militar en tiempos de paz.
La Operación Balmis duró oficialmente 98 días, durante los que se realizaron un total de 20.002 intervenciones en 2.302 poblaciones de todas las comunidades autónomas. Apoyo logístico, transporte, desinfecciones y traslado de enfermos y fallecidos son algunas de las labores que han marcado el año 2020 de los militares. Su sucesora, la Operación Baluarte, ha sido la que ha permitido además a las Fuerzas Armadas entrar directamente en las casas de los ciudadanos a través del rastreo del virus.
Una de las responsabilidades más duras que tuvieron que asumir fue el traslado de fallecidos a las morgues provisionales habilitadas por la Comunidad de Madrid ante el colapso de los crematorios, así como el de pacientes entre hospitales debido a la saturación de algunos centros durante los peores días de marzo y abril.
El teniente Carlos Crespo había participado antes con la UME en emergencias, pero esta fue una responsabilidad "totalmente nueva" que tuvo que asumir junto a sus compañeros. De ello se queda con un balance "muy positivo", orgulloso de sentirse como "una gota de agua" que ha contribuido a combatir el virus.
Una de las labores más exigentes para él, según relata a Europa Press, fue el traslado de pacientes. Los más graves eran llevados de un centro hospitalario a otro, mientras que los leves eran trasladados al hospital instalado en Ifema, siempre acompañados por un médico que pudiera atender emergencias que surgieran por el camino.
De esta experiencia el teniente Crespo guarda en su memoria "mil anécdotas", pero la sensación que más recuerda es el agradecimiento de los enfermos al sentir el "calor humano" después de semanas o incluso meses alejados de sus familias.
Mucho más duro para ellos psicológicamente era el traslado de fallecidos, que durante semanas se sumaban por centenares a diario. Los militares eran entonces los únicos acompañantes de personas que no pudieron estar junto a sus seres queridos al final de sus vidas. "Tratamos a cada uno de ellos como si fuera un compañero", aseguraron entonces desde la UME a Europa Press. "Vela, respeto, silencio y, en algunos casos, hasta oración", explicaron asumiendo los soldados un duelo que no podían realizar sus familiares.