Malasaña ha dejado de molar: "Muchas veces pienso que cómo pude tardar tanto en marcharme de ahí"

yasss.es 01/10/2018 17:39

Mi chico y yo llevábamos un tiempo pensando en mudarnos, porque estábamos viviendo un infierno con los vecinos y el día a día en ese edificio era cada vez más insoportable, pero por cómo ha cambiado la situación de los alquileres en Madrid, nos daba miedo salir de allí e ir a parar a un sitio peor, así que no nos decidíamos a buscar piso. A principio de año nuestra casera nos dijo que su situación económica había empeorado y que vendía el piso, así que no nos quedó más remedio que empezar a buscar otro. Al principio nos puso todo patas arriba, pero al final le agradecimos el empujón.

Llámalo fantasía urbana o tontería suprema, pero quería vivir en el centro sí o sí. Tenía varios amigos por la zona de Chueca y Malasaña y las veces que los había visitado me había encantado el rollo del barrio. Es una zona con mucha vida y mucho encanto. Tienes todo a mano, tiendas y restaurantes de todo tipo, mucha vida cultural, cines VOS cerca, todos los lugares clave del centro de Madrid a dos pasos y un ambiente muy gay-friendly. No me veía en otro sitio, aunque supusiera vivir por encima de mis posibilidades, algo a lo que por desgracia estoy acostumbrado desde hace tiempo.

Nos mudamos en verano de 2011 y salimos de allí el pasado mayo. Cuando vinimos a Madrid, vimos cuchitriles de todo tipo, incluido un garaje sin ventanas convertido en 'loft' y una buhardilla sin muebles ni electrodomésticos en la que había que moverse a gatas, por 650€. Acabamos teniendo mucha suerte al encontrar un piso que se ajustaba a nuestras necesidades en Calle del Barco, en plena Malasaña y a un minuto de Gran Vía, por 630€ al mes. Además, nuestra casera no nos subió ni un céntimo el alquiler en esos siete años, que es lo más cerca que he estado de vivir en un piso de renta controlada como el de Monica de Friends.

Los primeros años fueron geniales, pero con el tiempo fue empeorando todo. Cuando vives unos cuantos años en el barrio, lo malo empieza a pesar: la suciedad, las aglomeraciones de gente, los precios cada vez más altos, el olor a pis en la calle todos los fines de semana, el ruido, los vecinos continuamente de fiesta... Siento que en siete años en Malasaña he envejecido el doble de lo que lo habría hecho en otro sitio.

Lo peor sin duda ha sido la experiencia con los vecinos. Los primeros años fueron relativamente tranquilos. Alguna fiesta de vez en cuando, pero nada fuera de lo común. Sin embargo, los últimos dos o tres años fueron una tortura. El vecino de arriba era actor y solía hacer "ensayos" con compañeros en su casa... ¡a las 5 de la mañana! Y luego estaba la pareja de al lado, que no sabría por dónde empezar. Peleas continuas, gritos a todas horas, música techno y reggaeton a todo volumen... Una vez lo oí a él diciéndole a alguien por teléfono un domingo a las 7 de la mañana que fueran a su piso, que "tenían montado allí el after". Surrealista. Esto afectó a mi carácter. Yo trabajo en casa y estaba todo el día crispado, cualquier ruido, por pequeño que fuera, me ponía de los nervios.

En Malasaña existe una cultura de la fiesta que se antepone al respeto por el descanso se los vecinos. No hay consideración. Y en la mayoría de casos la policía no hace nada porque las quejas por ruido son tan abundantes que no son prioridad.

El otro día en mi nuevo barrio fui a la farmacia a por tapones para los oídos, porque después de tener que llevarlos obligatoriamente para dormir durante siete años en Malasaña, ya no puedo dormir sin ellos, y me cobraron 1€ por ellos. En Malasaña y Chueca me han llegado a cobrar 2,5 y 3€ por la misma marca. Parece una tontería, pero en ese momento es cuando me di cuenta de que mudarme aquí había sido la mejor decisión.

Ahora vivo en Puerta del Ángel. En el Paseo de Extremadura, a cinco minutos de Madrid Río. Aquí los precios son más asequibles, los pisos son más cómodos... La zona es buenísima, hay de todo. De hecho, aquí mi oficina de Correos, mi banco y mi centro de salud me pillan más cerca. No hay tanto agobio de gente. Tenemos Madrid Río, Casa de Campo y el centro comercial de Príncipe Pío al lado. Y aun así el centro sigue estando muy cerca. Ahora cuando paso por Malasaña pienso "menos mal que salí de aquí", pero soy capaz de volver a disfrutarla por eso, porque ya no tengo que vivir allí.

Ahora lo más importante para mí es que hay mucho menos ruido por las noches. Cuando vi que mis vecinos eran un matrimonio de ancianos fui feliz. No se les oye (pero sé que están vivos porque salen todos los días, de hecho salen más que yo). Sigue habiendo molestias de vez en cuando y las malditas "canicas" del piso de arriba, pero ya entra dentro de lo normal de la experiencia de vivir en una comunidad de vecinos.

No podía estar más contento con el cambio. El piso de Malasaña tenía 35m2, muy poca luz y ventilación, y mucha humedad, además de que era de esos sin habitaciones separadas, con salón-cocina y la cama en un altillo. Este tiene 55 m2. Sigue siendo pequeño, pero tenemos tres habitaciones, todas con ventana, luz natural (ahorramos en electricidad y las bombillas no se nos funden todos los meses porque tienen que estar encendidas todo el día), ventilación, la cocina aparte... Y solo pagamos 40€ más (670€).

El cambio me ha afectado a nivel personal, psicológico y físico. Estoy menos cansado, me duele menos la espalda, me noto la vista menos cansada, no estoy tan crispado como en Malasaña... Todos los días miro alrededor y pienso "¿Cómo pude tardar tanto en marcharme de allí?". La experiencia en Malasaña ha hecho que desarrolle intolerancia a cualquier ruido, pero poco a poco me voy acostumbrando al silencio, y espero poder quitarme los tapones para dormir algún día.