Hay robos que parecen escritos por el más delirante de los guionistas. El premio se lo lleva un ladrón brasileño al que esconderse no se le daba muy bien. Quiso robar deslizándose por la chimenea de un bar y tuvieron romper la pared para poder sacarlo, cubierto de hollín y de vergüenza.
Delincuentes atrapados en conductos del aire acondicionado, emulando al hombre araña, en China su falta de pericia le deja atrapado en una verja.
Toda una tropa de rateros incompetentes con los que lidian las policías de medio mundo.
Otro ladrón torpe es el joven al que los empleados encerraron en la tienda que quería robar, ni a tiros, ni a empujones podía salir. Era tal su desesperación que acabó llamando él mismo al 091.
Aunque para ladrones pésimos los que fueron a robar y el dueño les dijo que volviesen por la tarde, que tendría algo más en la caja, y regresaron, no una sino dos veces a la hora acordada, los agentes no daban crédito.