Otávio, el perro protagonista de esta historia, había estado viviendo en una casa que adoptaba grandes cantidades de perros que descuidaban y maltrataban.
Al parecer el perro, al vivir en un completo estado de abandono y junto a una gran cantidad de perros, aprendió a racionar la comida para compartirla con otros o simplemente guardarla para después. Es probable también que Otávio haya sido obligado a aprender, y no de forma amigable, a comer únicamente la mitad de su plato.
Hoy en día, Otávio adora acurrucarse junto a sus dueños y mueve la cola de felicidad la mayoría de veces que está junto a ellos.