10 cosas buenas que tenemos que agradecer al coronavirus
La crisis del COVID-19 tendrá consecuencias devastadoras en la economía y salud mundial, pero también nos deja lecciones positivas
La pandemia del coronavirus nos tenía sumidos en una pesadilla lejana, desde el pasado 7 de diciembre, cuando se detectó el primer caso en China. Pero ha sido en esta última semana cuando nos hemos despertado todos de golpe viviendo una auténtica distopía como la que tantas veces hemos visto en la ficción. “Esto parece un capítulo de Black Mirror o Years and years”, seguro que muchos hemos oído.
La distopía es el estado opuesto a la utopía. Un mundo imaginario creado por la literatura o el cine que se considera indeseable, solo que ahora es real y lo vivimos en persona: gente vaciando supermercados, calles desiertas, ruedas de prensa virtuales, el gobierno declarando el estado de alarma, bolsas desplomadas...
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Una situación inédita y caótica que ha puesto en jaque al mundo de la noche a la mañana. Pero el COVID-19 y las medidas extraordinarias adoptadas para combatirlo también representan un tratamiento de choque para muchos males de nuestra sociedad.
El coronavirus nos va a hacer más fuertes en muchos aspectos, cambiándonos para siempre, como ocurrió tras la crisis financiera de 2008, tal como vienen apuntando diversos analistas y psicólogos en estos últimos días. No, no es el fin del mundo, pero se acerca un gran sufrimiento para muchos, aunque sea solo por vivir un confinamiento largo e impredecible: días encerrados en casa dan para mucha reflexión. Estas son algunas de las lecciones positivas que nos va a dejar esta crisis.
1. Valorar la Sanidad pública
Nadie pone en duda que el coronavirus ha servido para valorar la sanidad pública y a sus profesionales. En situaciones límite como ésta, con la salud en juego, los españoles podemos estar orgullosos de nuestro sistema sanitario, independientemente de ideologías.
Desde que estalló la crisis hemos visto cómo hasta liberales y defensores de la sanidad privada daban su brazo a torcer para reconocer que ha merecido la pena invertir en una sólida estructura de salud pública.
2. El respeto a la inmigración
El coronavirus también nos ha llevado a ponernos, por primera vez y aunque sea de forma imaginaria, en la piel de los inmigrantes.
Especialmente reveladora es la reflexión que hace la psicóloga italiana Francesca Morelli en su artículo 'Esto es lo que nos explica el virus', publicado el pasado 10 de marzo en la revista Vita.
“Creo que el universo tiene su manera de devolver el equilibrio a las cosas según sus propias leyes, cuando estas se ven alteradas. Los tiempos que estamos viviendo, llenos de paradojas, dan que pensar...", escribe. La autora se refiere a que las grandes potencias del mundo, las más privilegiadas y que miran por encima del hombro al tercer mundo, sean las que ahora se ven amenazadas:
"En un momento histórico en el que ciertas políticas e ideologías discriminatorias, con fuertes reclamos a un pasado vergonzoso, están resurgiendo en todo el mundo, aparece un virus que nos hace experimentar que, en un cerrar de ojos, podemos convertirnos en los discriminados, aquéllos a los que no se les permite cruzar la frontera, aquéllos que transmiten enfermedades. Aún no teniendo ninguna culpa, aún siendo de raza blanca, occidentales y con todo tipo de lujos económicos a nuestro alcance."
El director de cine David Trueba también hacía referencia a esta cura de humildad para el primer mundo que ha supuesto el coronavirus, en un artículo de El País que se hizo viral por el paralelismo que planteó entre el drama migratorio entre Grecia y Turquía con la situación límite a la que podríamos llegar si el coronavirus se extendiera sin control.
Trueba nos hizo reflexionar a todos, llevando las cosas al límite, imaginando a "europeos tratando de cruzar el mar por el Estrecho en embarcaciones precarias". “Pero al llegar a la costa africana, las mismas vallas que ellos levantaron, los mismos controles violentos y las fronteras más inexpugnables invertirían el poder de freno. Las fuerzas del orden norteafricanas dispararían contra los occidentales sin piedad, les gritarían: vete a tu casa, déjanos en paz, no queremos tu enfermedad, tu miseria, tu necesidad". Algo que el cineasta llama una "tragedia invertida” o algo “tan sencillo como ponerse en los zapatos del otro”, concluye.
3. El cuidado a la naturaleza
El estallido del coronavirus obliga a la filósofa Morelli a reflexionar sobre si es la naturaleza la que responde a la agresividad de los humanos por provocar crisis como la climática:
“En una era en la que el cambio climático está llegando a niveles preocupantes por los desastres naturales que se están sucediendo, a China en primer lugar y a otros tantos países a continuación, (…el virus…) les obliga al bloqueo; la economía se colapsa, pero la contaminación baja de manera considerable. La calidad del aire que respiramos mejora, usamos mascarillas, pero no obstante seguimos respirando”.
A este debate se sumó el naturalista Frank Cuesta: “El problema no es el pangolín, es que a esos animales se los han llevado a mercados y se los han comido prácticamente crudos. Eso es lo que ha comenzado este virus". En China ya han tomado nota y han prohibido cualquier venta de animales salvajes para consumo humano.
El presentador cuestiona nuestra relación con el medioambiente. "El problema es cómo utilizamos la naturaleza. Es un aviso de la naturaleza, que nos está diciendo 'yo estaba aquí antes que vosotros y estaré después y si seguís tocándome los cojones voy a acabar con vosotros'”.
El escritor Fernando Sánchez Dragó también invita a la reflexión sobre las peligrosas consecuencias de pasarnos de la raya con la naturaleza. “Los virus son como ultracuerpos fantasmales llegados de las tinieblas exteriores e interiores. ¿Estaban agazapados, como algunos científicos y utopistas creen, en el corazón de los bosques tropicales y sin contacto alguno con el ser humano hasta que éste, tan alocado y devastador como acostumbra, puso en marcha la deforestación?".
4. Aprender a protegernos
Toser en el codo, no tocarnos la cara, lavarnos las manos, respetar el metro y medio de distancia entre personas... Los pediatras ya inventaron, hace tres años, el 'rap de la tos y el codo' para enseñar a los niños cómo disminuir la transmisión de enfermedades contagiosas.
Pero ha tenido que venir un coronavirus para que aprendamos de una vez por todas la importancia de mantener una higiene básica como cortesía y responsabilidad individual, también para futuros contagios de enfermedades más leves. Ya no hay excusas. Estamos saturados de información sobre formas de evitar enfermedades, hasta tutoriales en Youtube sobre cómo desinfectar el móvil o fabricar un desinfectante casero.
5. El antídoto a las 'fake news'
La crisis del coronavirus también va a tener importantes consecuencias en el mundo de la información y podría ser la vacuna perfecta contra las tan denostadas 'fake news'.
El consumo de noticias se ha disparado en estos últimos meses en todos los medios escritos y 'on line', que han visto aumentar considerablemente su número de visitas.
Pero los que saldrán realmente fortalecidos serán aquellos medios que estén satisfaciendo de verdad la voracidad de información útil y veraz por parte de los lectores. Cuando la salud está en juego, no todo vale por el 'click'. Los periodistas estamos echando el resto en las redacciones por ofrecer la mejor información sobre el coronavirus, y todo lo que huele a “fake news”, sensacionalismo o desinformación tiene peor prensa que nunca.
Compañías como Facebook, Google y Twitter se están tomando más en serio que nunca la lucha contra la propagación de bulos. Las tres redes sociales están eliminando todas las noticias falsas, erróneas o conspiranoicas sobre el coronavirus, en coordinación con la Organización Mundial de la Salud para asegurarse de que la gente obtenga información precisa.
Y cuentan con la ayuda de sus propios usuarios, que ya se están uniendo para callar a aquellos 'influencers' que difunden consejos o reflexiones frívolas sobre el coronavirus. Un ejemplo es la 'instagrammer' catalana Paula Gonu, que ha sido objeto de burlas por recomendar beber agua hervida para evitar el contagio. O su tocaya, la actriz Paula Echevarría, también cuestionada por mostrar su tratamiento preventivo a base de vitamina C y ozono.
Hoy, más que nunca, en las redes sociales se apela a la responsabilidad individual y colectiva por ofrecer información objetiva o contrastada.
6. El experimento de teletrabajo
El teletrabajo y la conciliación familiar son dos asignaturas pendientes que la sociedad venía posponiendo y de las que ahora todos nos estamos examinando a marchas forzadas. El cierre de colegios y la obligatoriedad de trabajar en casa al tiempo que cuidamos de nuestros hijos está suponiendo un experimento colectivo sin igual en España y otras partes del mundo afectadas por el COVID-19. Una oportunidad única para valorar los pros y contras del teletrabajo que terminará repercutiendo en la búsqueda del equilibrio perfecto entre productividad y conciliación familiar.
“En una época en la que la crianza de los hijos, por razones mayores, se delega a menudo a otras figuras e instituciones, el coronavirus obliga a cerrar escuelas y nos fuerza a buscar soluciones alternativas, a volver a poner a papá y mamá junto a los propios hijos. Nos obliga a volver a ser familia”, escribe Morelli a este respecto.
7. La importancia de un "te quiero"
El virus COVID-19 también ha atacado una de las cualidades intrínsecas del ser humano: la sociabilidad. El aislamiento forzado nos obliga a replantearnos la importancia de la interacción social. Cuando todos estábamos buscando formas de escapar de los agotadores grupos de 'whatsapp', ahora resulta que no están tan mal cuando llevas 72 horas seguidas sin salir de casa. Pero los 'chats' solo son un alivio para lo que de verdad echamos de menos, la cercanía real.
“Cuando las relaciones interpersonales, la comunicación, la socialización, se realizan en el (no)espacio virtual, de las redes sociales, dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la verdadera cercanía, la real: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se debe de hacer a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. ¿Cuánto hemos dado por descontado estos gestos y su significado?”, se pregunta la periodista italiana.
Nunca nada nos había hecho valorar tanto un beso, una caricia, un abrazo, como lo hace ahora el coronavirus. Salvando las distancias, Juan José Millás comentaba hoy en la SER cómo deberíamos empezar a perder el miedo a la frase "te quiero", recordando que era la más repetida de los familiares en los mensajes telefónicos que dejaban a sus seres queridos el 11-S o en catástrofes aéreas.
8. Una creatividad desbordada
El temor a la enfermedad nos ha hecho reflexionar sobre la necesidad de contacto físico pero también ha disparado la creatividad, inventando nuevas formas de relacionarnos que tal vez, alguna, se quede para siempre. Codazos en lugar de besazos, cenas por skype, cánticos desde las ventanas, conciertos 'on line', visitas virtuales colectivas a museos... Son solo algunas de las iniciativas que han surgido para aplacar la sensación de soledad provocada por el aislamiento.
Una de las últimas, la del grupo de cuentacuentos catalanes 'Vivim del cuentu' para amenizar a las familias las largas horas de encierro, difundiendo un relato en vídeo diferente cada tarde, "para pasar mejor estos días".
9. El beneficio de frenar y pensar
"Hay que volver a lo que realmente nos hace humanos y aceptar que no se puede ir tan deprisa". Lo dice a NIUS Ismael Santos, ex jugador de baloncesto y autor del libro 'Inteligencia espiritual y deporte'. Lo dejó todo hace 20 años para irse a la montaña, donde descubrió la paciencia y el silencio, “justo aquello de lo que adolecemos en los tiempos que corren”.
Los psicólogos vienen advirtiéndonos del estrés, la ansiedad que nos produce la inercia de vivir en un estado constante de movimiento, como 'zombis' que van del trabajo a casa, y de casa al trabajo, viviendo deprisa por tratar de llegar a todo.
Así lo explica Morelli: “En una sociedad que se basa en la productividad y el consumo, en la que todos corremos 14 horas al día persiguiendo no se sabe muy bien qué, sin descanso, sin pausa, de repente se nos impone un parón forzado. Quietecitos, en casa, día tras día. A contar las horas de un tiempo al que le hemos perdido el valor, si acaso éste no se mide en retribución de algún tipo o en dinero. ¿Acaso sabemos todavía cómo usar nuestro tiempo sin un fin específico?”.
La lección que nos deja el coronavirus, al obligarnos a frenar y quedarnos en casa con tiempo para pensar, es el beneficio de bajarse de esa montaña rusa y entrenar la mente de otra forma.
“El ser humano necesita encontrar otra manera de vivir para sobrevivir a esto que tenemos alrededor. Porque si no hay tiempo para tener una conversación con tu pareja o con tus hijos, con tus padres, con tus amigos, si no hay tempo para dejar reposar todo lo que haces, si en la vida no tienes ese tiempo, ese espacio, ¿cómo puedes saborearla?”, coincide Ismael Santos.
10. La unión hace la fuerza
El ser humano saca lo mejor de sí mismo en situaciones límite como la que estamos viviendo. La amenaza global del coronavirus ha puesto a prueba la capacidad de solidaridad y empatía de los ciudadanos.
Se critica a los compradores compulsivos o a los que viajan a segundas residencias, sin respetar el confinamiento y propiciando la propagación del virus.
Pero también se aplauden iniciativas como la ayuda de China a Italia y España, las donaciones de empresarios millonarios, las campañas en redes llamando a “quedarse en casa” o las movilizaciones de jóvenes para ayudar a los mayores.
El valor de la solidaridad en momentos de crisis es otra lección del coronavirus que Morelli describe así: “En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje claro: la única manera de salir de esta es hacer piña, hacer resurgir en nosotros el sentimiento de ayuda al prójimo, de pertenencia a un colectivo, de ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice para con nosotros".
En las últimas semanas seguimos asistiendo a guerras dialécticas y cruces de reproches entre gobiernos, en especial los de China, Estados Unidos y Europa, sobre el culpable del virus o la adopción de medidas para atajarlo.
Pero la colaboración de médicos chinos y su envío de suministros a Italia y España nos deja una última imagen optimista y nos recuerda que la unión y solidaridad entre países es la mejor vacuna para acabar con una amenaza que es global.
Lo que aprendimos de 'Juego de tronos'...
Por terminar con otro paralelismo de ficción, cabe recordar que esto es algo que ya “predijo” la serie Juego de tronos Los 7 reinos estaban enfrentados a muerte hasta que vieron una amenaza mayor que todos ellos: los caminantes blancos que habían traspasado el muro para contagiarles el "virus zombi".
Solo entonces deciden enterrar el hacha de guerra y unir sus gobiernos contra el verdadero enemigo común. El resto, como la evolución y desenlace de la crisis real del coronavirus en el mundo, es 'spoiler'...