De lo práctico a lo personal: 13 cosas que he aprendido haciendo el Camino de Santiago
Hay quienes deciden (y pueden) irse a la India un mes a desconectar. Luego está la gente como yo, menos pudiente y que tiene vacaciones limitadas, que opta por planes más normalitos para intentar alcanzar ese estado de gracia. En este caso os voy a hablar de nuestra experiencia catártica (¡y encima low cost!) por excelencia: el Camino de Santiago.
Con las piernas y los pies ya recuperados, y con la resaca que me queda de la experiencia, os cuento algunas cosas que he aprendido y que igual os sirven si os animáis a hacerlo. En mi caso, yo he hecho el Camino a Finisterre, pero esta lista (que va desde lo práctico a lo personal) se puede aplicar a todos los caminos.
1. No hace falta estar un mes andando: hay vida más allá del camino Francés. Dependiendo de los días que tengas (que se suelen dividir en etapas, pero no siempre) y la dificultad, puedes elegir el camino que mejor te venga.
2. Sí, hay que madrugar. Lo siento. Esto sobre todo hay que aplicarlo en temporada alta y en los caminos más populares. Ten en cuenta que en los albergues públicos no se puede reservar, se va cogiendo cama por orden de llegada y puedes tirarte andando fácilmente entre 5 y 8 horas. En cuanto al carné de alberguista, a mí no me hizo falta. No suelen pedirlo en los municipales (cuyo coste ronda los 6 euros) ni tampoco en los privados (que cuesta 12 euros la noche).
3. Tranquilo, que no te vas a quedar sin comer: hay 'menú del peregrino' hasta las 21 horas. Sobre esto te pueden entrar las dudas si no has tenido en cuenta el punto 2 y te dan las mil llegando a tu destino. Por 8 euros te pones hasta arriba y de postre siempre puedes elegir tarta de Santiago. <3
4. Menos es más, de verdad créeme. Siempre he sido de esas personas que no sabe viajar con lo imprescindible y que lleva demasiados “por si acasos”. Pues bien, aquí es que no queda otra: hay que llevar lo mínimo ya que vas a cargar con tu mochila durante bastantes kilómetros al día (la media ronda los 20 km) y, cuando llevas 3 horas andando, te pesan hasta las pestañas. En realidad no necesitas mucho: 3 camisetas transpirables, 2 pantalones, alguna sudadera por si acaso, zapatillas de trekking o botas de montaña, toalla, el chubasquero, una funda impermeable para la mochila por si, unas chanclas para que se aireen los pies y para ducharte, el saco y tus cositas de aseo. ¿Ropa para salir? Si todavía te quedan fuerzas para dar una vueltecita y tomarte algo después de comer pues mira, que sepas que todos van con las mismas pintas. Además, descubrí contra todo pronóstico, que los pantalones desmontables sientan bastante BIEN. Foto del look peregrina:
¡Ah! Y no te preocupes, que podrás lavar la ropa en los albergues. Un buen truco para ir librándote de peso es llevar ropa vieja y tirarla por el camino… sí, lo que decía tu madre que hicieses cuando te ibas de campamento. Yo en cada etapa fui dejando atrás algunas cosas: unas mallas viejas, un sujetador feo, calcetines y bragas. Y no, aunque me dejé un montón de prendas, la dignidad no la perdí.
5. Lo que no puede faltar en tu mochila. Si no estás acostumbrado a caminatas largas y eres de los que andas pero tampoco se te va la vida en el gimnasio, te aconsejo llevar bastones de travesía para las cuestas y para no machacar tanto las piernas, tapones si no puedes dormir con ruido ni ronquidos (la gente tan cansada ronca mogollón, doy fe) y vaselina para darte en los pies y que al ponerte los calcetines para que no te salga ninguna arruga.
6. Por Dios, por ti o por quién sea: ES TI RA. ¿Verdad que siempre te lo decían en las clases de educación física? ¿Verdad que también lo haces en el gimnasio al terminar? Pues aquí no iba a ser menos. Parece una tontería pero yo por no estirar bien el primer día llegué el último con la pierna arrastrando de un tirón que me había dado en la ingle. Durante 14 kilómetros...
7. Que no, no hace falta que seas creyente para hacerlo. De hecho ahora la gente lo hace por diferentes motivos: el contacto con la naturaleza, porque les fascina el senderismo, el ciclismo (ahora están muy de moda los ‘bicigrinos’), por desconectar o por vivir la experiencia, yo que sé, por sus movidas. Está claro que la fe es un pilar importante en el Camino de Santiago pero no es imprescindible. Por ejemplo, en mi caso, la primera vez que hice el camino (hice el Portugués), fue en 2004 y por entonces tenía 15 años, era creyente e iba con un grupo religioso. Ahora con casi 30 palos, a la única que creo es a mi madre (y a veces) y el motivo por el que lo he hecho ha sido diferente: simplemente por parar un poco y permitirme el lujazo de estar unos días perdida por los montes gallegos sin pensar en nada y llenar los pulmoncitos de aire fresco, ese que eso en la ciudad no se estila.
8. Dale al modo avión. Al principio empiezas con sueño, luego te pones a hacer fotos como un loco y entonces llega ese momento: ¿Stories sí o Stories no? Al principio yo quería hacer de mi camino algo divertido, con directos, Stories y cosas que ir contando. Luego me di cuenta que no, que por lo general ya me pasaba la vida haciendo eso y que, no iba a “gastar esos días” también. Que no me daba la gana y que quería pasar el tiempo que estuviese andando a otras cosas. Así que puse el modo avión (por eso y porque no me funcionaba el cargador del móvil y tenía que economizar al máximo). Lo dicho: modo avión y a andar. Y ya os digo yo se piensa en un montón de cosas (o no se piensa, que también es genial).
9. Cada uno tiene su ritmo y si pasan imprevistos, pues qué le vamos a hacer. No pasa nada por ir más lento y tampoco está mal cambiar la ruta y dividir las etapas en más días. Si estás mal de la rodilla y tienes que llamar para que te lleven la mochila a cuestas pues mira, tampoco pasa nada (bueno, te llamarán false pilgrim, pero ya está). Se trata de disfrutar de la experiencia y de tratar de terminarla, no de llegar a Santiago o, en este caso a Finisterre, directo al hospital.
10. Valora eso tan famoso de "lo que te dé el camino". El cutrerío de los albergues, dar los buenos días a la gente con la que te cruzas, desear “buen camino” al resto de peregrinos y preguntarte internamente cuántas veces tienes que decirlo si adelantas a las mismas personas o te adelantan a ti, LA COMIDA (pulpo, cachelos, marisquito, queso, lacón, ¿sigo?), las personas que conozcas y las anécdotas de los lugareños. Maravilla, te lo digo.
11. El gustito que da saber que sí se puede. La experiencia es durita, no os voy a engañar. Si no haber elegido vuelta y vuelta en una tumbona. Os diré que aquí viví una de las experiencias físicas más duras de toda mi vida: anduve durante 35 kilómetros bajo la lluvia, en cuesta y sin comida. Llegó un momento que no distinguía sudor de lluvia y me llegué a desesperar bastante, pero la alegría que me dio cuando llegué 8 horas después no está pagada. Y ya cuando llegué al faro de Finisterre, me dieron ganas de mandarle un mensaje a todos mis profesores de educación física que me suspendieron y me pusieron "interés y esfuerzo bajo" y decirles: "¡Que os den! Igual el suspenso me lo merecía, vale. Pero eso del interés y esfuerzo bajo no os lo paso".
12. Que la meta no es el fin, en realidad "el fin es el camino". Llegarás a Santiago o a Finisterre o Muxía con la emoción de haber visualizado la meta por fin, de haber llegado. Pero el verdadero reto habrá sido haber hecho un porrón de kilómetros, haber resistido y haber llegado (como puedas) sano y salvo.
13. Lo que viene después. Mi amiga Laura habla mucho del “poso” que deja después y tiene toda la razón. Aprendes a relativizar las cosas un poco, a darle menos importancia a los agobios que te producen los grupos del WhatsApp o a tomarte la vida con calma.
Después de todos estos consejos, también os dejo una advertencia: ENGANCHA. Tanto, que yo ya me estoy mirando otro para el año que viene.
P.D. Si lo tienes en mente, déjame que te avance que no: no vas a ser la persona más original del mundo si te haces una foto de peregrino/a y la subes a Instagram con el copy "iba yo de peregrina y me cogiste de la mano". ¡Cuánto daño ha hecho María del Monte!