No es su sueño, pero “es una buena forma de hacer dinero”, cuenta Ciro Ortiz al New York Post. Su pasión son los videojuegos y es a lo que se quiere dedicar cuando sea mayor. El dinero que gana con su pequeño ‘negocio’ lo emplea en comprar bocadillos en el recreo para los niños que no se lo pueden permitir.
Una mesa y dos taburetes es todo lo que necesita para dedicar a cada persona cinco minutos. Si hace buen tiempo se pone en la calle y si no, en el metro. Su madre, Jasmine Aequitas, que es la encargada de documentar lo que hace Ciro, muestra en las fotografías a un conjunto de personas que alcanzan incluso hasta a los policías.
Ciro cuenta que las personas le suelen hacer preguntas de todo tipo, pero que todos ellos tienen miedo al “cambio”. Por ello, lanza un consejo a todos los adultos: “Tenemos que aceptarlo. El cambio siempre va a pasar. La vida siempre está cambiando”.
Ciro había sido víctima del acoso escolar y fue precisamente esto lo que le impulsó a ayudar al resto de personas. Su madre cuenta que aunque el primer día “estaba muy nervioso e inseguro”, ahora algunos domingos vuelve a casa diciendo que ha conocido a “personas maravillosas”.