Cuando Florentina Martín, una mujer española que roza el centenario, contrajo el coronavirus, el mayor temor de su nieta no era que la enfermedad la matara, sino que terminaría sola en una sala de urgencias. "Siempre pensé que la soledad acabaría con ella antes que el virus porque tiene miedo de quedarse sola, especialmente en el hospital", dice Noelia Valle.
Ella cree que su abuela probablemente se infectó en su fiesta de cumpleaños número 99 el 16 de septiembre, cuando la familia salió a disfrutar del buen tiempo y estuvo tomando algo en una terraza. "Estábamos todos juntos sin una máscara", reconoce Valle. Unos días después, Martín comenzó a sentirse débil y se metió en la cama.
La exposición al aceite de colza contaminado cuando era más joven dejó a Martín con problemas de salud de por vida, lo que aumentó su vulnerabilidad a las complicaciones respiratorias del covid-19. Pero sólo desarrolló síntomas leves y pudo recuperarse en su casa en Madrid, apoyada por su familia, su cuidadora, Olga Arauz, y su perro, un bullmastiff medio sordo llamado Luna.
Ahora ha vuelto a ver sus programas de televisión favoritos y a jugar en una tablet con su bisnieto Pedro, de cinco años. "Estoy bien. Estoy realmente bien", indicó Florentina, aunque sus recuerdos del virus son confusos.
A pesar de la recuperación total de su abuela, Valle, que es bióloga, todavía insiste en usar una mascarilla cuando pasa de visita. "No quiero bajar la guardia pero, por supuesto, siento un gran alivio", subraya.