Cuando pierdes el control comprando por internet y empiezas a comprar para sentirte mejor empiezan los problemas. Aunque la adicción a las compras online es un problema que cada vez experimentan más personas, todavía no consta en ningún manual de psiquiatría ni de psicología y tampoco hay ningún tratamiento especializado. El principal motivo es que su prevalencia es muy baja, es decir, afecta (o por lo menos eso dicen los datos) a muy poca gente. ¿Por qué?
Estas opciones son hipótesis, no hay una correcta; probablemente se deberá a una influencia de las tres. Aun así, nos permite comprender un poquito mejor la situación de las personas que tienen este problema.
Para comprender mejor el amplio abanico de síntomas y las limitaciones que provocan, vamos a conocer el caso de Leire. Tiene 23 años y hace aproximadamente 9 meses comenzó a ir a terapia psicológica. El detonante fue que un día fue a hacer la compra y su tarjeta de crédito no funcionó. Al hablar con el banco, resultó que no había fondos. Había gastado todo su dinero comprando en varias páginas webs. Lo habló con sus padres y con su pareja y decidió pedir ayuda, una decisión tremendamente valiente.
Así es vivir con una adicción a comprar online:
"Me di cuenta de que tenía un problema con las compras cuando me quedé sin un duro en la tarjeta. Es verdad que yo tampoco tengo un sueldazo y lo que ahorraba lo invertía en pagar el alquiler y los gastos del piso, pero las compras se me empezaron a ir de las manos. Para poner números a mi problema, me gasté 650 euros en compras online en un mes. Por suerte tengo una cuenta de ahorros a la que no tengo acceso con la tarjeta, pero estoy segura de que de haberlo tenido, habría ventilado mucho dinero.
Antes de quedarme sin dinero yo ya llevaba tiempo comprando de forma compulsiva. Era como si comprar se hubiese convertido en una preocupación central en mi vida, pero preocupación en el sentido de que ocupaba todo mi tiempo, porque para mí en ese momento no era un problema ni nada parecido.
Cogía el móvil o el ordenador y me metía en alguna página de ventas. Me pasaba horas viendo cosas que tampoco necesitaba pero que me gustaban. Las iba añadiendo a la lista de la compra y luego hacía una selección de lo que más me gustaba. Igual me gastaba 50 euros cada vez. Depende de la tienda y del día. Vete sumando esos 50 euros semana tras semana e imagínate qué pastizal.
Con el tiempo necesitaba comprar más y más, y luego cuando me llegaban las cosas no sabía ni dónde guardarlas. Algunas cosas las regalé y otras las guardé sin siquiera sacarlas de la caja esperando a devolverlas, pero al final me daba pereza o se me pasaba el plazo y se quedaban en el armario cogiendo polvo.
Obviamente yo era consciente de que así no podía seguir y a veces intentaba frenarme, dejar de comprar o comprar menos. El problema es que al intentar controlarlo me ponía muy nerviosa y volvía a comprar.
Esto me provocó problemas con mi pareja. Yo le decía que no quería ir a cenar fuera o de vacaciones porque quería ahorrar y estaba mal de pasta, pero luego me veía comprando cosas y se cabreaba con razón. Al final le mentía. Compraba sin que se diese cuenta y elegía un punto de recogida para que los mensajeros no llamasen a casa. Estuvimos a punto de dejarlo por esto, pero por suerte me ha apoyado mucho.
Mi problema afectó de lleno a mi vida. Me provocó mucha ansiedad, problemas económicos, crisis de pareja y discusiones con mi familia. Ponerle remedio ha sido lo mejor que podría haber hecho jamás.»
Como decía al principio del artículo, al ser un problema con tan baja prevalencia, todavía no hay ningún tratamiento específico. Aun así, sí que hay técnicas que han demostrado ser eficaces para gestionar esta adicción:
Como cualquier otra adicción, requiere tiempo y trabajo, pero sin duda merece la pena. Por eso si te has sentido identificado o identificada con este texto, no dudes en ponerte en contacto con un profesional de la salud mental.
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