Cuando Ina Robles volvió de dejar a sus hijos en el colegio y se puso es escribir un hilo en las redes sociales, nunca pensó que llegara a tener tal repercusión. La narración precisa del día en que su vida cambió por completo ha despertado la empatía y el cariño de miles de usuarios de X, que le han apoyado en el delicado momento en el que se encuentra. Él es - o era - un bombero del País Vasco cuya forma física es una condición sine qua non para poder ejercer su profesión, como bien dictan las propias pruebas de la oposición.
La mañana en la que salió con la bicicleta como entreno de lo que llama un Ironman - una competición de triatlón de larga distancia - nada hacía presagiar que le iba a fallar el corazón y que ése iba a ser el "último entrenamiento de su vida": "El jueves 16, salí de casa a entrenar con la bici. Tenía previsto hacer 105 km a unos 30 km/h de media. En el km 6,9, unos 14 minutos después de salir, cuando iba a unos 40 km/h, perdí la consciencia y tuve un accidente. Desperté 3 horas después en un box de Urgencias del hospital de Cruces", comenzó a narrar en Twitter.
Ina tuvo la gran fortuna de que un compañero suyo que también había salido a entrenar le vio y le salvó la vida: "Quedé tumbado boca abajo, con la cara llena de sangre y presionada contra el asfalto, no respiraba. La suerte hizo que justo pasara por allí un compañero del parque de bomberos que había salido también con la bici. Alguien que sabía cómo actuar, me dio la vuelta y volví a respirar", cuenta, además de remarcar la triple alegría de no haber sufrido heridas graves en tamaña caída.
Sin embargo, había que saber el por qué de su desvanecimiento y, después de un sinfín de pruebas, le dieron la peor de las noticias: "Finalmente se confirmó la peor hipótesis: tengo una cardiopatía y mi corazón necesitará a partir de ahora una maquinita para poder seguir funcionando. Sé que soy muy afortunado, según los cardiólogos la pérdida de consciencia podía perfectamente haber sido una muerte súbita. Pero, para una persona deportista cuesta mucho asumir que nunca más podré hacer deporte, y no tengo nada claro qué va a pasar con mi trabajo" decía.
Y la reflexión más bonita llegaba después de relatar todo lo que perdía: "No sé qué pasará a partir de ahora. Buscaré otras aficiones, puede que tenga que renunciar al mejor trabajo del mundo, puede que a mis 48 años tenga que salir a buscarme la vida sin otro oficio que el de apagar fuegos. Pero sé que con la familia que tengo todo va a salir bien. Porque cuando pienso en mi familia, pese al aparatito este, no me cabe más felicidad en el pecho".