El pollo es una de las carnes más consumidas a nivel mundial. Su alto consumo se debe a su bajo precio y su carácter bajo en grasas. Además, también aportan una fuente importante de vitaminas y minerales. Sin embargo, existe el mito de que la piel del pollo no es buena para la salud.
Algunas de estas informaciones señalan que la piel del pollo no es buena para la salud, pero los expertos piden mantener la calma. Lo importante es siempre cocinar de manera correcta el alimento. La posible presencia de agentes contaminantes en la piel se puede controlar utilizando de manera adecuada los procesos de cocción y congelación.
Por otro lado, la piel del pollo aporta más grasa en cada porción, aumentando el aporte calórico en un 50%.
La carne de pollo puede albergar patógenos bacterianos como Salmonella y Campylobacter. Las altas temperaturas en la cocción pueden matar estos microbios, pero también estos pueden sobrevivir lo suficiente como para causar enfermedades en humanos si la carne no está bien cocinada.
Un estudio del Instituto Noruego de Investigación sobre Alimentación, Pesca y Agricultura demuestra que las técnicas generalizadas en los hogares para saber si la carne está suficientemente hecha no aseguran que los patógenos se reduzcan a niveles seguros.
Los investigadores comprobaron que en la mitad de los hogares se utilizaba la técnica de juzgar el color interno de la carne para comprobar si estaba suficientemente hecha; otros métodos comunes consistían en evaluar la textura o el color de su jugo.
Sin embargo, y tras experimentos en el laboratorio, los investigadores demostraron que el color y la textura no son por sí mismos indicadores fiables de seguridad: por ejemplo, el color interno del pollo cambia a una temperatura demasiado baja para inactivar suficientemente a los patógenos.
Los autores recuerdan que a menudo se recomienda el uso de termómetros para juzgar el grado de cocción del alimento por dentro, pero solo 1 de los 75 hogares examinados hizo uso de esta herramienta.