La vergüenza de Stefan Zweig que le condujo a Magallanes

  • Con motivo del quinto centenario de la primera vuelta al mundo, se reedita ‘Magallanes, el hombre y su gesta’, de 1938

  • El texto retrata a Magallanes como un personaje trágico que no pudo disfrutar de la gloria de sus logros

En su libro de memorias El mundo de ayer cuenta Stefan Zweig que entre 1936 y 1938, -los años entre la toma del poder por Hitler y el estallido de la Segunda Guerra Mundial-, “la dolorosa inquietud por Europa” le movió a viajar a menudo. Fue en esos años cuando, invitado por el PEN Club Internacional, cruzó por primera vez el océano Atlántico para impartir una serie de conferencias en América del Sur.

Durante los apenas diez días de travesía que le llevarían a Argentina y Brasil, se descubrió hastiado, aburrido de la monotonía de la navegación. Ni los lujos del crucero, ni las comodidades de un viaje en primera clase, ni las mil distracciones que se le ofrecían a bordo, conseguían mitigar su impaciencia.

Poco tardó ese estado de ánimo en convertirse en vergüenza, vergüenza por la memoria de “aquellos temerarios que descubrieron en beneficio nuestro” unos mares nuevos, un mundo nuevo. “Avergüénzate en su memoria”, se dijo. De ese sentimiento surgió Magallanes, el hombre y su gesta, una narración que Zweig comenzó a documentar en el propio trasatlántico en el que -como San Pablo- se cayó del caballo para ver ante sus ojos “la odisea más magnífica” en la historia de la humanidad: la que el 20 de septiembre de 1519 emprendieron Fernando de Magallanes y 264 hombres en busca de un quimérico paso en el cono Sur americano hacia las Islas de las Especias. Embarcados en cinco “endebles y solitarios barcos, salieron para la guerra santa de la humanidad contra lo ignoto”.

El relato que -coincidiendo con el quinto centenario de la odisea- recupera la editorial Capitán Swing sigue la estela histórico-moral que Zweig empleó en Momentos estelares de la humanidad o Castellio contra Calvino’ “En el curso de la historia -dirá- es siempre un momento admirable aquel en que el genio de un hombre se combina con el genio del tiempo”. En ese cruce de caminos, sitúa Zweig el valor de Magallanes.

“Todo era aspereza a su alrededor”, escribe Zweig sobre Magallanes, un hombre “borroso y reservado"

Aquí importa el retrato moral del protagonista, un “hombre tostado, pequeño, borroso, reservado”, “de esos que no son notados”, oscuro, que “no poseyó ni un gramo siquiera del don de gentes”, “todo era aspereza a su alrededor”. Pero también, un hombre “no impaciente ni locuaz”, que sabía ejercer el “magnífico arte del silencio”, del que tanto rédito sacaría en su aventura. Fue Magallanes -a ojos de Zweig- un hombre meticuloso hasta lo exasperante, y lo demuestra llegado el momento de pertrechar su flota, cuando no descuida el más mínimo detalle: desde las provisiones de galleta de barco, hasta el estado del velamen, el calafateado de los cascos o las baratijas que trocará con los nativos. Pero fue también, un hombre obstinado, taimado y hasta cruel, capaz de ordenar la ejecución y desmembramiento de uno de sus capitanes amotinados, Gaspar Quesada.

Zweig zanja toda disputa nacionalista entorno a la figura de Magallanes y no deja lugar a dudas: sólo a la Corona de España y a Carlos V puede atribuirse la autoría política de la gesta. El autor justifica además la “traición” de Magallanes a Portugal al verse humillado y ninguneado por su rey, Manuel.

Esa tensión entre portugueses y españoles está presente en toda la narración. Magallanes será siempre un extranjero a los ojos de su tripulación y de sus capitanes. “Nadie sabe mejor que él que España le profesa enemistad”. La sombra de un complot sobrevuela este relato, que desprende una claustrofóbica “atmósfera de tirantez y hostilidad” hacia el almirante.

Pero Magallanes, el hombre y su gesta es ante todo un libro de aventuras, de motines y naufragios, de traiciones y revanchas; de tempestades y travesías agónicas; de hambrunas y fiebres mortales. De la mano de Stefan Zweig navegaremos hacia Malaca o las islas Molucas, y seremos testigos de la dramática muerte de Magallanes, alanceado en la isla de Cebu, en una escena descrita minuciosamente por Antonio Pigafetta, el noble diletante italiano, -cronista de la aventura-, que será uno de los 18 supervivientes que el 6 de septiembre de 1522 atraquen en el puerto de Sevilla a bordo del Victoria.

Juan Sebastián Elcano aparece retratado como el traidor que injustamente se lleva una gloria inmerecida

Como en toda aventura, no faltan los villanos. Sale mal parado el rey de Portugal, Manuel el Fortunado, el cicatero monarca que ofenderá a Magallanes de todas las maneras imaginables y que negará el patrocinio de su aventura. Además, intentará sabotear la empresa por medio del espía Sebastián Alvares. Pero, sobre todo, Zweig muestra una inquina indisimulada hacia Juan Sebastián Elcano, que asoma al final del relato como uno de los “traidores” del motín del San Antonio, un ingrato que inmerecidamente se llevará la gloria de una misión que en repetidas ocasiones quiso frustrar. Despojado de todo heroísmo, no hay ni una sola palabra de afecto hacia el hidalgo vasco, ni un ápice de mérito en su figura.

Y, entre héroes y villanos, a este relato tampoco le falta un enigma. ¿Por quién tuvo Magallanes conocimiento de que en el extremo Sur americano existía un paso de mar a mar? Puede que ni siquiera él lo supiera con certeza, pero -como sentencia Zweig- “cuando una idea vuela con las alas del genio, cuando se lleva adelante denodadamente y con pasión, es más fuerte que todos los elementos de la naturaleza” y que todas las incertidumbres.

Magallanes, el hombre y su gesta

Capitán Swing Libros S.L

245 páginas

Traducción: José Fernández