El último concierto de Queen, el 9 de agosto de 1986, habría pasado igualmente a la historia por la interminable marea humana de más de 120.000 personas que desafiaba a la lógica abarrotando hasta límites desaconsejables el Knebworth Park, una amplia zona verde en la localidad de Stevenage, al norte de Londres, a la que los músicos tuvieron que llegar en helicóptero para salvar el monumental atasco.
Todos los allí congregados habían acudido (con entradas a 14,50 libras, 17 euros de ahora) a la monárquica llamada de su única y verdadera reina, para celebrar el fin de su exitoso 'Macic Tour', con el que previamente habían recorrido una decena de países europeos, igualmente reventando estadios de gran aforo presentando su undécimo álbum de estudio, A king of magic, editado en junio de aquel año.
Y es que Queen vivió aquel verano el éxito a mastodóntica escala. Porque antes de Knebworth, en Reino Unido habían dado dos conciertos pletóricos en el Wembley Stadium de Londres los días 11 y 12 de julio (editados posteriormente de manera oficial). Sencillamente podían con todo.
Por eso, cuando tras dos horas de avasalladora actuación en Knebworth, un Freddie Mercury de 39 años (cumplía 40 el 5 de septiembre) se acercó hasta el micrófono para decir aquello de "buenas noches y sed felices", nadie, ni mucho menos él, podría haber imaginado en pleno momento de éxtasis que nunca más volvería a subirse a un escenario para liderar un concierto de Queen.
Y es que en la primavera de 1987 el vocalista supo que tenía SIDA, por lo que decidió dejar los conciertos, centrándose en el trabajo de estudio grabando aún dos discos (más otro póstumo que se editó tras su muerte) hasta el fatal desenlace el 24 de noviembre de 1991, tan solo un día después de anunciar al mundo su estado de salud tras años de progresivo y evidente deterioro físico.
Pero volvamos a un lugar feliz y lleno de vida. Volvamos a Knebworth. En las pocas grabaciones en vídeo de calidad de aquella jornada (sí que hay un audio excelente y conocido por los fans), aparte de verse el despegue del helicóptero a orillas del Támesis y su llegada sobrevolando la multitud, también hay imágenes del trayecto a pie del grupo desde los camerinos hasta el escenario, con un Freddie tan exultante y ansioso como de costumbre.
Y resulta inevitable no conmoverse ahora, desde la larga distancia de más de treinta años, al ver al cantante tan feliz y confiado haciendo ese camino conocido tantas veces antes caminado, seguro de seguir haciéndolo por muchos años más. Son instantes previos al inicio del recital que en ese momento podían parecer intrascendentes, pero que con el tiempo cobraron un significado especial al ser el último 'paseíllo' de Mercury.
Antes de ese 'paseíllo' y la descarga rockera final, la jornada había comenzado muchas horas antes para los miles de asistentes, pues las puertas se abrieron a las 12 del mediodía. Los más madrugadores cogieron sitio y no se movieron ni un centímetro durante su estoica espera, aderezada a las dos de la tarde con el primer artista invitado, Belouis Some, que según los reportes de la época se llevó una buena lluvia de botellas básicamente consecuencia del aburrimiento.
A eso de las ocho y media de la tarde, con el sol despidiéndose en la campiña, 'One vision' se hizo carne por obra y gracia de Freddie Mercury (vocalista), Brian May (guitarrista), Roger Taylor (baterista), John Deacon (bajista) y el músico de apoyo Spike Edney (teclados). La emoción se desató y miles de personas comenzaron a apretujarse aún más contra la valla, tratando de avanzar todo lo posible hacia el escenario. Definición práctica de jauría humana.
Ajena a lo que acontecía ante sus ojos, la banda hizo un recital de grandes éxitos con cuatro canciones de 'A kind of magic'. En el tramo intermedio no faltaron las versiones de clásicos del rock n' roll como 'You're so square baby I don't care' (de Jerry Leiber), 'Hello Mary Lou' (de Ricky Nelson) y 'Tutti frutti' (de Little Richard). También hubo momento para el habitual solo de guitarra de Brian May, así como para las interpretaciones acústicas de 'Love of my live' e 'Is this the world we created?', 'You're so square baby I don't care', 'Hello Mary Lou', 'Tutti frutti', 'Bohemian Rhapsody', 'Hammer to fall', 'Crazy little thing called love', 'Radio Ga Ga' (con John Deacon tirando el bajo contra los amplificadores), 'We will rock you', 'Friends will be friends' y 'We are the champions', con el adiós grabado de 'God save the Queen' y Freddie saludando, autoproclamado Reina con capa y corona.
Y así el cantante pudo decir adiós a los suyos a media hora en helicóptero de Garden Lodge, su casa del barrio londinense de Kensington donde poco más de cinco años después se nos iba en la más absoluta intimidad (y que desde entonces es lugar de peregrinación para los fans, que aún hoy dejan imágenes y mensajes). Inimaginable aquel largo día de verano musical en Knebworth.