El maestro relojero de Casa Losada y responsable del mantenimiento del Reloj de la Real Casa de Correos, Jesús López- Terradas, ha subido los 43 peldaños que dan acceso a la parte trasera de la esfera del reloj para comprobar la puesta a punto de la maquinaria que da la hora a los madrileños y turistas que pasean por las inmediaciones de la Puerta del Sol.
Además, se ha vivido el ensayo general de las campanadas, que cada año congregan el día previo a Fin de Año en la Puerta del Sol a un buen número de madrileños que simulan el momento de las campanadas como última comprobación de que todo funciona correctamente.
El relojero ha señalado que lo que se hace el día 30 en el ensayo de las campanadas "es lo mismo" que el día 31, es decir, "dejar caer la bola, dejar que funciones 'los cuartos', pero sobre todo probar el sonido para que el día 31 todo esté previsto y no haya ningún fallo".
Esta media noche, serán tres maestros (Pedro y Santiago Ortiz y el propio López-Terradas) los que permanecerán en la torre del edificio velando por que todo esté en orden.
"Nerviosos no estamos, pero estás pendiente de que todo vaya bien y no haya ninguna anormalidad, porque somos conscientes que toda España quiere comerse las uvas con tranquilidad", ha explicado López-Terradas.
Para el relojero lo más importante es que el reloj "funcione y funcione bien, y luego que la bola, que no funciona durante todo el año, hay que coordinar su caída con el reloj". "También hay que coordinar el sonido, para que entre antes de las horas, y toda la gente que esté en plaza pueda escuchar las campanadas con su volumen adecuado", ha detallado.
El reloj de la Puerta del Sol, el más famoso y popular de España, fue construido en Londres a finales del siglo XIX por el español, afincado en la ciudad inglesa, José Rodriguez Losada, quien lo donó a la Villa de Madrid. Fue en 1866 cuando se inauguró en lo alto de la Real Casa de Correos.
CONSERVACIÓN CASI TOTAL DE LAS MAQUINARIA
El histórico reloj conserva su maquinaria original casi al completo y es revisado cada semana por los relojeros de Casa Losada encargados de su cuidado; en los días previos a las campanadas comprueban a diario su estado y precisión. "Lo que no queremos de ninguna manera es que el día 31 haya un fallo. No creo que falle nada. No deja de ser una máquina, pero dudo mucho que haya un fallo", ha sostenido el relojero.
En este sentido, hay que destacar que el reloj cuenta con una maquinaria fácilmente desmontable --ya que cualquiera de sus piezas se pude desarmar por separado sin necesidad de tener que desmontar el reloj-- y especialmente precisa que origina que únicamente se retrase cuatro segundos al mes.
Esa precisión es en parte debida, en parte, a la presencia de un gran péndulo de tres metros de longitud que tarda dos segundos en realizar su recorrido.
Entre las curiosidades del funcionamiento del reloj durante las campanadas destaca que 28 segundos antes de la media noche se produce el descenso de la gran bola que indica que el año está a punto de terminar y que da paso a 'los cuartos' que preceden a las doce campanadas. Éstas repicarán a las doce en punto de la noche con un intervalo de tres segundos para finalmente dar la bienvenida al año nuevo.
MUY ATENTOS A 'LOS CUARTOS'
Son de sobra conocidas las anécdotas acaecidas en torno a la secuencia de la sonería de las campanadas de fin de año. Por eso, tanto el consejero como los maestros relojeros han coincidido en recomendar a los madrileños y a los españoles que sigan el Fin de Año por televisión que estén muy atentos y que sólo comiencen a tomar sus uvas tras los cuatro toques de dos campanadas que componen 'los cuartos', que se producen con un intervalo de un segundo.
La tradición de las doce uvas que se toman al ritmo de las campanadas tiene un origen confuso. La explicación más extendida es la que afirma que en el otoño de 1909 hubo una gran cosecha de uva y que se decidió repartir ese excedente entre las personas congregadas en la Puerta del Sol para celebrar el fin de año.
Parece ser que algunos de los que allí estaban decidieron comer una uva por cada campanada, siendo imitados por el resto, y a partir de entonces se convirtió en una costumbre que hoy es una tradición arraigada en nuestra cultura.