Pilar Quintana, escritora colombiana: "La pérdida de la inocencia es descubrir quiénes son tus padres"
Con su última novela, 'Los abismos', la autora ganó el Premio Alfaguara
Quintana conversa sobre su experiencia en la selva, donde vivió nueve años, o de la escritura de otra de sus aclamadas novelas, 'La Perra'
En una entrevista con NIUS, habla de su obra y vida y de la polémica de Colombia en la Feria del Libro de Madrid
Colombia es el país invitado en la Feria del Libro de Madrid y allí ha estado firmando ejemplares Pilar Quintana (Cali, 1972), flamante ganadora del Premio Alfaguara por Los Abismos. Aunque ella -como otros reconocidos escritores colombianos (Héctor Abad Faciolince, Laura Restrepo o Juan Gabriel Vásquez)- no ha sido incluida en la delegación oficial diseñada por el Gobierno de Iván Duque, que ha generado gran polémica por excluir a autores considerados críticos.
Quintana conversa con NIUS sobre esa controversia, su obra y su vida. Nos habla de su experiencia en la selva, donde vivió nueve años, o de la escritura de otra de sus aclamadas novelas, La Perra, que redactó en el móvil mientras amamantaba a su hijo. De su faceta como guionista de televisión (su "escuela"); de su necesidad de salir a correr para enmendar los problemas o de la ciudad en la que creció y que se ha convertido en epicentro del estallido social en Colombia.
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También de la escritura como su lugar perfecto para desaparecer ("donde de verdad puedo ser libre, donde ni estoy atada a la tierra ni se aplican las leyes del mundo"), de los tabúes impuestos en la familia y en la sociedad y, por supuesto, de los abismos.
Pregunta: La mirada de la niña que narra Los abismos es demoledora. ¿Fue difícil lograrla?
Respuesta: Lo fue. La clave me la dio una terapeuta que me pidió que le narrara un hecho de mi infancia, un momento traumático. Yo lo estaba contando y me dijo: "No, pero no quiero así, ahí está hablando la adulta y está enjuiciando". Me dijo que me pusiera en el lugar de la niña que fui y se lo contara desde ese punto de vista. Y entonces yo pensé: "Ahí está, ahí está mi narradora".
P: Algunos de esos abismos que refleja el libro siguen siendo grandes tabúes, como la depresión o el suicidio.
R: Siguen siendo unos tabúes muy fuertes, pero por lo menos ahora hablamos de ellos. En los ochenta (época en que transcurre el libro), la enfermedad mental estigmatizaba a quien la sufría, las personas callaban. Mi abuelo sufría de depresión y yo lo descubrí oyendo a mi tía y a mi mamá hablando en voz muy baja. La novela refleja cómo tratábamos la enfermedad mental, los efectos de no hablar de ella, de no encararla. Y lo que provoca una depresión no tratada en las personas que están alrededor.
P: Es también una reflexión sobre la maternidad como imposición social. ¿Supone una reivindicación?
R: Puede funcionar como una reivindicación, pero mi intención solo fue echar la vista atrás y reflexionar sobre cómo fue la vida de estas mujeres. Los hijos juzgamos duramente a nuestras madres y yo siempre lo hice. Para mí este libro significó ver a las mujeres de su generación con otros ojos, me permitió reconciliarme con ellas.
P: "No quiero ser como tu abuela", dice la madre a la hija. ¿No queremos ser como nuestros padres pero al tener hijos nos descubrimos siendo como ellos?
R: ¡Irremediablemente! Ese es uno de los aspectos más duros de la maternidad, cuando te descubrís diciendo las cosas que odiabas que te dijeran o los modos de actuar. Luego, cuando va corriendo el tiempo, descubrís gestos de tus padres en el espejo.
P: Su última novela es un contraste con la anterior, La perra.
R: Sí, yo a veces pienso que una novela es el reverso de la otra. Los abismos es sobre una mujer que tuvo una hija pero que, posiblemente, si hubiera podido elegir no hubiera elegido tenerla. Y en La perra es una mujer que toda la vida ha querido unos hijos y no lo ha conseguido. Y sufre por eso.
P: Y por otro lado hay mujeres que tienen que renunciar a la maternidad por una carrera profesional.
Hace poco le pregunté a mi papá, que es médico y tiene 88 años, cuántas mujeres estudiaron con él en la facultad y me dijo que ninguna. En la época de mi mamá, que es más joven, algunas estudiaban y otras no. Pero aunque tuvieran una profesión estaba mal visto que fueran muy ambiciosas porque ese no era el lugar de la mujer, sino su casa, su familia, su esposo. Todavía tenemos unos mandatos sociales, pero ya nos podemos concebir más como individuos con intereses fuera de la maternidad y del matrimonio.
P: La crudeza con la que la madre le habla a la hija es como un latigazo frente a niños de ahora que viven entre algodones y padres sobreprotectores, ¿no cree?
Una académica de Cali me dijo: "Yo vi a mi mamá ahí". Son esas mujeres que decían abiertamente cosas que hoy en día la gente exclama: "¡Pero cómo le contaste eso a tu niño!". Yo creo que eso tiene que ver con la idiosincrasia caleña, donde no se le ocultan al niño ciertas cosas que en otros lugares parecen escandalosas.
Yo creo que yo soy en ese sentido un poco como la mamá de la novela que le cuento a mi hijo y le digo la verdad. Eso es lo que hace ella, no le inventa un cuento de hadas. Sí creo que hay ahora esa idea de que los niños vivan en una burbuja donde el mundo es maravilloso.
Ahora se mantiene a muchos niños en una burbuja donde se les hace creer que el mundo es maravilloso
P: Creemos que los niños no se enteran de muchas cosas cuando es todo lo contrario...
R: La mamá le cuenta estas cosas que, según hoy, no tendría que contarle, pero lo esencial no se lo dice. No le dice: "Oye yo te quiero pero es que estoy sufriendo una enfermedad, estoy triste". Creo que eso es de los padres de nuestra generación, que emocionalmente no se hacían cargo, ni de sus hijos ni de ellos mismos. Ellos no podían mirarse al espejo en una terapia, ellos no… Yo no sé si en España era así; pero en Colombia nunca pedían disculpas, nunca se equivocaban. Arrastraban el autoritarismo de las crianza que ellos habían padecido.
P: Encontramos los silencios, otro abismo. Y es fácil identificarse con esos que marcan ciertas relaciones.
R: Yo creo que sí. La novela habla de unos niños que aunque tuvieran a sus padres en casa estaban desamparados. Si llorabas, te decían: "Ahora te voy a pegar para que llores por algo". No te decían: "Oye, ¿por qué estas llorando? Hablemos, miremos qué te pasa". Éramos niños que teníamos la responsabilidad, muchas veces, de llevar a nuestros padres por sus estados emocionales, que es algo que no debe recaer en un menor.
P: "Si insistían en lo de la inteligencia, me di cuenta, era porque no podían decir que era bonita", dice la niña.
Sí, el valor más grande de una mujer en esa época era su belleza. Creo que en mi país la apariencia es muy importante y sobre todo en Cali. En Colombia, la mujer ideal es una reina de belleza combinada con la virgen María. El valor primero de la mujer es la belleza. ¡Qué duro crecer en una sociedad donde ese es el valor primario y tú no lo tienes!
En Colombia, la mujer ideal es una reina de la belleza combinada con la virgen María
P: Las revistas del corazón son en el libro una ventana al mundo. En la era digital, ¿el personaje de la madre sería una mujer pegada a la pantalla del móvil?
No sabemos, pero muy posiblemente. Hace poco en un club de lectura una mujer me decía: "Me pregunto cómo me va a ver mi hijo, si escribiera Los abismos qué pondría. Yo que me creo que leo mucho, creo que pondría a una mujer pegada a una pantalla todo el tiempo".
P: "La vi de verdad", dice la niña. ¿Ver "de verdad" a nuestros padres, desde otro prisma distinto al de hijos, ¿es el gran salto a la madurez?
R: Lo es. Los niños sentimos adoración por nuestros padres en los primeros años. Mi hijo todavía piensa que yo soy la mujer maravilla y que soy alta y bella y que no existe mujer más linda en el universo. Yo sé que eso va a cambiar y que va a haber un momento donde eso se rompe y es en la preadolescencia. Pero la niña Claudia empieza a ver la verdad muy temprano. La novela es sobre la pérdida de la inocencia y la pérdida de la inocencia es descubrir quiénes son tus padres.
P: Están también los abismos geográficos. ¿Concibe la naturaleza como metáfora de los estados de ánimo?
R: Lo es. Para mí es muy importante que mis libros pasen por lugares que el lector pueda habitar, quiero invitarle a un viaje. El paisaje y las descripciones me sirven para crear la atmósfera, para narrar los estados de ánimo del personaje. También creo que es natural que predomine la naturaleza en mis obras porque ocurren en una ciudad como Cali, llena de árboles, con un río... Eso está ahí, no me lo he tenido que inventar.
P: Ha dicho que esta novela no es su infancia pero que la Cali de la novela sí es su Cali de la infancia.
Absolutamente. Para mí no fue fácil crecer en una ciudad como Cali, tremendamente conservadora, que parecerá liberal porque es una ciudad de tierra caliente donde la gente anda en ropa ligerita, la capital mundial de la salsa… Una ciudad que puede parecer alegre pero que busca la uniformidad; que las personas crezcamos igual, que no nos salgamos del rebaño ni de las convenciones sociales. Para mí fue difícil crecer en una ciudad que me imponía unas camisas de fuerza dentro de las que yo no me sentía cómoda.
Tenemos una clase dirigente con grandes privilegios que no están dispuestos a compartir
P: Ahora vive en Bogotá, pero ¿cómo ve esa Cali actual epicentro de protestas y demandas sociales?
R: Cali ha sido protagonista del estallido social que hubo en el último año en Colombia y a mí me parece natural. Es un país muy desigual y Cali, especialmente. Gran parte de la población es negra, está oprimida y no tiene las mismas oportunidades. Tenemos una clase dirigente y unas clases medias altas y altas con mucho poder; con grandes privilegios que, al parecer, no están dispuestos a compartir con nadie. En las protestas también vimos el horror de las clases privilegiadas saliendo a disparar a los manifestantes, a gritar consignas racistas a la guardia indígena diciéndoles: "Indios, vuélvanse para su territorio". El estallido social desnudó la verdad sobre Cali. Ahí tenemos una ciudad desigual, machista y racista. Una ciudad opresiva. Y en la protesta todo el mundo pudo verlo.
P: ¿Qué opina sobre la polémica surgida con la delegación colombiana en la Feria del Libro de Madrid?
R: El Gobierno de Iván Duque ha censurado la libre expresión en Colombia. Creo que confunde la noción de Estado y la noción de Gobierno y piensa que los medios públicos deben estar a su servicio, que deben ser un órgano de propaganda. La organización de la delegación que venía a Madrid corrió por cuenta de la Cancillería y el ministerio de Exteriores lo que hace es manejar las relaciones exteriores de Colombia y, en gran parte, la imagen que quiere proyectar afuera. Pero ese no es el órgano que debe organizar una delegación de escritores. Debería haber sido el ministerio de Cultura el que decidiera quienes iban a venir a la feria del libro.
La delegación de la Feria del Libro de Madrid no debió organizarla la Cancillería
P: El embajador colombiano en España habló de traer escritores "neutros", una expresión que luego rectificó.
R: No sé cómo se manejaron las listas ni cómo las hicieron. Tampoco puedo decir que todos los escritores que invitaron sean escritores neutros porque creo que sería muy injusto. Hay amigos míos que fueron invitados que no lo son, que no quieren lavarle la cara al Gobierno de Iván Duque y que son opositores. Las declaraciones del embajador fueron lamentables e hicieron que muchos de estos escritores invitados tuvieran que renunciar y decir yo no voy porque no me considero un escritor neutro. Esto habla mucho de qué tipo de Gobierno es.
P: Usted vivió en la selva nueve años, ¿cómo fue esa experiencia?
Fue una experiencia muy intensa; se parece a la de la maternidad en cuanto que fue maravillosa y horrible, difícil, al mismo tiempo. Un reto. La gente muchas veces me decía: "Acá puedes vivir tranquilo, sin preocupaciones". Era todo lo contrario, no podía estar descuidada ni un segundo. El domingo que quería relajarme, me acostaba y veía, de repente, una fila de termitas llegando a la casa para comerse la madera. Y yo… ¡no puede ser! Era una vida donde tenías que estar siempre alerta porque la selva estaba acechando.
P: ¿Escribió La Perra dando el pecho y terminó Los abismos durante la pandemia.
R: Es cierto, el primer borrador de La perra lo escribí así en el celular. Luego reescribo mucho. Y Los abismos lo acabé durante la pandemia. Afuera era el fin del mundo y, de repente, podía escaparme a un mundo donde no había tapabocas, no había enfermos, no estábamos contando las camas de UCI.
P: Correr es importante para usted...
R: Yo corro después de escribir. Me da calma y me aclara la mente. Si tengo unos problemas que me parecían horribles antes de correr, después les encuentro solución fácilmente. Para mí es como un lugar de bienestar emocional. Obviamente, físico también pero... estoy estresada, corro y regreso tranquila. Estoy furiosa con mi marido, salgo a correr y cuando vuelvo a la casa estoy enamorada otra vez de mi esposo (risas).
P: ¿Cuál es su rutina de escritura?
R: Se llama "colegio de mi hijo" (tiene seis años). Mi hijo se va para el colegio, yo escribo. Mi hijo llega del colegio no escribo (risas).
P: "Este lugar es perfecto para desaparecer". Sin la connotación dramática que la frase tiene en el libro, ¿cuál es el suyo?
R: Mi lugar perfecto para desaparecer es la escritura. La lectura también, pero la escritura más. Que la autora no se sienta. Tratar de que esas no sean las palabras de Pilar Quintana sino de la narradora que me inventé para que contara la historia. Es un ejercicio que me parece fascinante, maravilloso. El único lugar donde de verdad puedo ser libre, donde ni siquiera estoy atada a la tierra, si se aplican las leyes del mundo. Me puedo inventar lo que sea y si lo construyo bien es un mundo habitable por los lectores.
P: La pregunta es inevitable: ¿Su abismo?
R: Uf... (risas). Yo creo que ahí los puse todos (señala al libro), ahí están mis abismos, mis miedos infantiles... Y creo que en todos mis libros. Si me leen, ahí están.
Pilar Quintana se despide contándonos su último proyecto, que rescata y edita a relevantes autoras colombianas que permanecen invisibles, que "no están en el canon, ni son leídas en los colegios", ni tienen el reconocimiento que debieran. Le gusta Madrid, pero está contenta de regresar a su país, al día siguiente de esta charla, para reencontrarse con su hijo. Antes nos confirma con una sonrisa: "No, nunca leo las entrevistas que doy, no me gusto".