Todo empezó con Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Cuenta Teresa que cuando vió la escena en la que un ojo refleja la apocalíptica ciudad de Los Ángeles pensó que eso es lo que ella quería hacer. Unos diez años después encontró el modo y así nacieron sus Paisojos.
"En 2013 por fin tuve un móvil bueno y ese verano me dediqué a fotografiar reflejos en las pupilas. Como de broma le puse ese nombre de Paisojos que es un nombre que me parecía un poco ordinario pero que al final se ha quedado para explicar lo que hago". Así explica la periodista, guionista y creativa Teresa Ordás (Palencia, 1960) un proyecto al que está dedicando el tiempo que roba a la vida y con el que ha conseguido abrir las puertas de algunos museos, el último el Museo Nacional Thyssen Bornemisza.
"Me dejaron entrar a puerta cerrada antes de que abrieran al público, de 9 a 10 de la mañana, con las cinco personas que quería fotografiar. Estoy súper agradecida al Thyssen y a nuestros museos, valoro especialmente esta capacidad que demuestran de apostar por lo nuevo", comenta. Una hora en la que estuvo trabajando para completar esa serie que empezó hace unos años en el Museo Nacional del Prado a la que llama "Mujeres que miran a otras mujeres en su arte" y con la que trata de dejar constancia de la escasa obra femenina que cuelga de los museos".
"En el Prado retraté a algunas de sus trabajadoras mientras contemplaban la exposición "Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana", me pareció una experiencia maravillosa ver como esas trabajadoras que tan bien se conocen el museo miraban las escasas obras de mujeres que hay en en la pinacoteca", explica contenta de que por fín una muestra como la que retrató empiece a reconocer la labor de las mujeres en el arte. "Es de justicia, y si consigo al menos que quede constancia ya es algo", añade y matiza que le ha costado muchos años de pruebas conseguir plasmar lo que quiere.
"Al principio era un horror, pero he ido mejorando. Me ha costado mucho conseguir que lo que hago deje de ser friki", cuenta todavía hoy asombrada de lo que un ojo puede contar y de que los museos aprecien su obra.
"De momento no voy a exponer ni nada, no soy fotógrafa profesional, mi obra se conoce por redes sociales y gracias a las redes me ha pasado algo maravilloso. Hace poco me contactó una profesora de Filosofía de Sevilla para contarme que sus alumnos de 14 años estaban analizando mis Paisojos y que iban a hacer un trabajo sobre ellos, me lo mandaron hace unos días y me puse a llorar", confiesa emocionada.
Un trabajo del que solo se puede mostrar unos minutos (los que han autorizado) porque salen menores hablando de su obra pero que le ha llenado de orgullo y, sobre todo, le ha servido para dejar de justificar su pasión, esa a la que se aplica en cuanto tiene un minuto y a la que le gustaría dedicar más tiempo.
"Algo que era un divertimento ha pasado a ser lo que pretendo que sea mi proyecto cuando me jubile ", claro que para eso todavía queda mucho.
Teresa tiene un amplio currículum audiovisual, empezó como periodista en el programa de Encarna Sánchez y tras vender la historia de un corto a El Deseo (productora de Almodovar) encauzó su carrera a los guiones, pasando por la publicidad y la dirección de programas de entretenimiento. Más de 30 años en los que no ha dejado fomentar esa creatividad que le ha llevado a inventar no solo el neologismo de Paisojos, también el arte de reflejar la importancia de una mirada.
"Cuando hablo con la gente les miro a los ojos. Cuando la mirada no tiene brillo pienso que algo les ha pasado, quizá ha perdido a su madre o a algún ser querido. Los ojos hablan", concluye Teresa y ella está dispuesta a contar lo que dicen para quien la quiera escuchar.