Hitler y las teorías de la conspiración: el historiador Richard J. Evans desmonta las ‘fake news’ del nazismo
Evans: “Las teorías conspirativas debilitan nuestra creencia en los hechos”
Un 60% de los británicos cree en alguna teoría de la conspiración, según un estudio de la Universidad de Cambridge
En internet todas las opiniones valen lo mismo y se crean comunidades con "verdades alternativas", dice el historiador
Hitler no se suicidó el 30 de abril de 1945 en el búnker de la cancillería en Berlín, sostienen los teóricos de la conspiración. Las versiones alternativas a la historia oficial han exhibido un inagotable despliegue de creatividad a lo largo de 75 años. Hitler fue visto vestido de mujer por las calles de Dublín, informó hace años la agencia oficial soviética Tass. Una periodista suiza tenía la constancia absoluta de que Hitler vivía con Eva Braun en una hacienda de Baviera.
Más avistamientos: en una isla neblinosa del Báltico, en una fortaleza de Renania, en un monasterio español y asalvajado entre los bandidos de Albania. Hay quien sostiene que se fugó al Brasil y se echó una novia negra para despistar, aunque la versión más difundida apunta a su refugio en Argentina protegido por la CIA y el presidente argentino Juan Domingo Perón. El carpintero Hernán Ancín jura que lo vio varias veces en una obra en construcción en Mar del Plata. Alberto Vitale se lo encontró a menudo en 1953 “calzado con unas botas enormes, montaba una bicicleta negra, de mujer, e iba de casa en casa vendiendo hierbas”.
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Más libros que nunca sobre la supervivencia de Hitler
Las mentiras sobre Hitler venden. “En el siglo XXI se han dedicado más libros a la supervivencia de Hitler en Argentina que en los cincuenta y cinco años precedentes”, escribe el prestigioso historiador británico Richard J. Evans en Hitler y las teorías de la conspiración (Crítica, 2021), que acaba de publicarse en español.
La historia oficial asevera que un técnico dentista berlinés identificó los escasos restos del cadáver incinerado de Hitler que pudieron desenterrar los soldados rusos: parte de una mandíbula y un par de puentes dentales que le llevaron en una caja de puros.
Pero la especulación argentina sugiere que Hitler logró escapar en avión del Berlín cercado por el Ejército Rojo. Hizo escala en Reus, llegó a Fuerteventura y allí embarcó en un submarino rumbo al Cono Sur. Se instaló en la localidad argentina de Bariloche, donde vivió un plácido retiro, crio a una o dos hijas (las versiones difieren) y murió en 1972. Sostiene alguna versión que antes debió superar la separación de Eva Braun. No aguantó la aburrida vida del rancho argentino.
NIUS: ¿Qué hay detrás de todas estas historias increíbles sobre la supervivencia de Hitler?
Richard J. Evans: La razón más común es que esta gente, de alguna manera, admira a Hitler. Creen que era un genio, aunque fuera un genio del mal. Otros no pueden creer que un hombre que había logrado tantos triunfos en el pasado acabara con una muerte tan miserable, pegándose un tiro y envenenado a su mujer. De alguna manera, engañó a los aliados y escapó a Argentina, según la versión más común.
¿Por qué son peligrosas todas estas teorías conspirativas, por enloquecidas que sean?
Por dos razones. La primera es que estas teorías de la conspiración nos dicen que todos los historiadores, los investigadores, los periodistas y los escritores que han estudiado a fondo la muerte de Hitler están equivocados. De esta manera insultan y desprestigian la profesión de historiador y, en un sentido más amplio, cuestionan todo el proceso meticuloso de investigación histórica. A partir de ahí, emerge un segundo peligro, creo. Estas teorías de la conspiración debilitan nuestra creencia en los hechos y socavan el método racional en el tratamiento de la historia.
Evans: "En internet todas las opiniones valen lo mismo"
Si los historiadores se equivocan con la versión oficial del suicidio de Hitler, ¿no es posible que se equivoquen en todo lo demás… incluso en el Holocausto? Evans alerta de que la actual proliferación de teorías conspirativas difumina cada vez más “los límites entre la verdad y la ficción” y da pábulo a “verdades alternativas”: “Cada comunidad de conocimiento alternativo cuenta con su propia verdad”, escribe. ¿Ha empeorado todo con internet?
Richard J. Evans: Sin duda. En 1348, las teorías conspirativas que culpaban a los judíos de la Peste Negra provocaron matanzas, pero se difundieron de boca en boca y en un área limitada. Con la imprenta se publicaron panfletos y se amplió el radio de la conspiración, luego la radio, la televisión y las redes sociales... Con cada avance, se amplía la extensión y la velocidad de difusión. Ahora las teorías de la conspiración se propagan con extrema rapidez y de una punta a otra del mundo.
El profesor de Cambridge está curtido en su lucha contra la mentira histórica. Reputado investigador en la historia alemana y autor de una trilogía magistral sobre el ascenso y caída del Tercer Reich, Evans se enfrentó a los historiadores revisionistas alemanes y fue testigo en el célebre juicio por difamación del negacionista del Holocausto David Irving. El caso dio para un libro -Telling lies about Hitler- y una película, Denial (Telling lies about HitlerDenialNegación
Richard J. Evans: Internet crea una atmósfera en la que todas las opiniones son iguales y eso conecta con la emergencia de las políticas de la identidad. Mi verdad, tu verdad, no es posible distinguirlas… Pero, sí que es posible. Si alguien dice que Hitler murió en 1945 y otro dice que no, se puede hacer una valoración racional de las pruebas y llegar a una conclusión razonable. Lo que hace internet y las redes sociales es priorizar la opinión. Se escucha a quien grita más fuerte. Eso es muy preocupante.
¿Por qué hay tantas teorías conspirativas sobre el Tercer Reich? ¿La fascinación por el mal? ¿Acontecimientos que superan nuestra capacidad racional de comprensión? ¿O simplemente porque Hitler vende?
Sin duda Hitler vende. Si ves los periódicos, cualquier rumor sobre la supervivencia de Hitler se publica, sobre todo en la prensa sensacionalista. Normalmente te encuentras un titular que dice: “Nuevos documentos muestran que Hitler fue visto en Argentina en 1950”. Y casi al final del artículo te cuentan que el FBI concluyó que esos documentos eran falsos. Simplemente para vender. Creo que en parte es por la fascinación por el mal, Hitler es probablemente la figura más reconocible de la historia y, en estos tiempos de declive religioso, se ha convertido en una especie de sustituto del diablo. Algunos miembros de lo que llamo “comunidades de creencias alternativas” se sienten más importantes si vinculan sus creencias con la historia, con Hitler.
El azar en la historia
Además de la supuesta fuga de Hitler, el profesor Evans se enfrenta a otras teorías de la conspiración vinculadas de una u otra manera con el Tercer Reich. ¿Los protocolos de los sabios de Sión justificaron el genocidio? ¿Alemania perdió la Primera Guerra Mundial porque su ejército sufrió una ‘puñalada por la espalda’ a cargo de agitadores socialistas y judíos en el frente interno? Y dos de las más recurrentes aún en nuestros días: ¿Por qué Rudolf Hess voló a Gran Bretaña? ¿Incendiaron los nazis el Reichstag como pretexto para imponer su dictadura?
Richard J. Evans: El parlamento alemán, el Reichstag, ardió en la noche del 27 de febrero de 1933. En el lugar encontraron a un joven holandés de opiniones radicales, Marinus van der Lubbe. Sudaba e iba con materiales inflamables. Los nazis lo utilizaron para decir que había una revolución comunista en marcha, aunque Van der Lubbe no era comunista. Utilizaron este episodio para restringir las libertades civiles. Hitler era entonces jefe de Gobierno, no dictador, pero este fue un paso muy importante en su camino hacia la dictadura. Arrestó hasta 200.000 de sus rivales políticos. Con detenciones masivas, cientos de asesinados y la suspensión de las libertades civiles, destruyó a los comunistas y los socialdemócratas que juntos sumaban más votos que los de Hitler en las elecciones de noviembre de 1932. A los comunistas que fueron detenidos y juzgados, no se les encontró culpables del incendio del Reichstag porque los tribunales aún estaban en manos de jueces que respetaban las normas procesales. Sólo declararon culpable a Van der Lubbe, a un solo hombre.
Un solo hombre no pudo causar todo esto, argumentan los teóricos de la conspiración.
Ese es un rasgo de las conspiraciones. La incredulidad ante el hecho de que un solo hombre, Van der Lubbe en este caso -o Lee Harvey Oswald en el de Kennedy-, cause semejante acontecimiento. Tiene que estar involucrado un grupo más grande con gente más importante, dicen los teóricos de la conspiración. Cuando les preguntas por los testigos que lo vieron o formaron parte de la conspiración, entonces te responden: Hitler ordenó su asesinato para cerrarles la boca. ¿Dónde estás los documentos? ¿Dónde la investigación policial? Respuesta: ha desaparecido todo, los papeles se quemaron, se destruyeron. Es una teoría que continuamente resucita y forma parte de un argumento más grande: ¿fueron los nazis unos oportunistas tácticos o lo tenían todo planeado? Hace tan solo unos años salió un nuevo libro -publicado ni más ni menos que por Oxford University Press- que sostenía que los nazis incendiaron el Reichstag, aunque las pruebas eran todas circunstanciales y parciales y no demostraban nada.
Ese es un rasgo muy relevante de las teorías de la conspiración. Cui bono, ¿a quién beneficia? Quien haya salido beneficiado deber ser el causante.
Esa versión sigue muy viva. Como los nazis se beneficiaron, los nazis debieron ser los responsables ocultos del incendio, dicen
Ese es un rasgo muy relevante de las teorías de la conspiración. Cui bono, ¿a quién beneficia? Quien haya salido beneficiado debió ser el causante. Esto lo encontramos una y otra vez en las teorías de la conspiración. Los comunistas dijeron que habían sido los nazis los que iniciaron el incendio. Desde mi punto de vista, los nazis habrían utilizado cualquier otro pretexto para suspender las libertades. Esto fue sólo una oportunidad.
Además de recurrir al cui bono
No logran entender que la validez de un argumento no depende de quién lo defiende. Hay que valorar el argumento por sí mismo. Cuando no pueden desmentir algo de la versión oficial, tratan de desacreditar al testigo como si fueran los abogados de un juicio. Más rasgos: las falsificaciones. En las cinco teorías de la conspiración que he examinado hay falsificaciones. Por ejemplo, en el vuelo de Rudolf Hess, el lugarteniente nazi que voló a Escocia en mayo de 1941 con una oferta de paz a los británicos. Lo hizo sólo para tratar de recuperar su influencia ante Hitler. Era la misión de un lunático. Pero los de la teoría de la conspiración han argumentado o bien que Hitler lo envió o bien que Hess fue atraído por los servicios secretos británicos… Pues bien, en los Archivos Nacionales de Londres se han encontrado incluso documentos falsificados que un lector introdujo en las carpetas del caso Hess.
Falsificaciones, testigos que desaparecen, ¿qué otras características son comunes a estas teorías?
El rasgo fundamental es una creencia en que cualquier cosa que sucede en la historia ocurre porque alguien quiere que ocurra. No hay azar. Todo está planeado. Los de las teorías de la conspiración no pueden aceptar en lo más profundo de su ser que muchas de las cosas que pasan suceden por azar.
Stalin y la imaginación paranoide
Cita en el libro el concepto de ‘imaginación paranoide’ y se lo atribuye entre otros a Stalin quien, dicho sea de paso, siempre creyó que Hess voló a Escocia para firmar una paz por separado con los británicos. ¿Qué es la imaginación paranoide? ¿Tiene cura?
(Risas) No es una condición patológica. La expresión original, “el estilo paranoico de la política americana”, fue acuñada por el pensador Richard Hofstadter en los años 50. Se refería al mccarthysmo. La imaginación paranoica considera que todo lo que ocurre es fruto de designios malignos. Stalin era presa de la imaginación paranoide. Sospechaba de todo. Probablemente el teórico de la conspiración más peligroso de la historia. Si algo iba mal o se sentía amenazado, montaba teorías conspirativas absurdas contra prominentes bolcheviques a los que liquidaba de un tiro en la nuca. Si una máquina no funcionaba, acusaba a los ingenieros de sabotaje. Los teóricos de la conspiración más peligrosos son los que están en el poder, como Stalin o como alguno de los líderes populistas de nuestros días. Hitler no era un gran teórico de la conspiración de ese estilo. Creía en una gran conspiración, una conspiración sistémica: que todos los judíos, estuvieran donde estuvieran, participaban en una conspiración, tanto si lo sabían, como si no, porque estaba en su sangre socavar la civilización occidental y destruir Alemania.
Sin embargo, cuenta que los nazis apenas hicieron uso del gran libelo antisemita de principios del siglo XX, Los protocolos de los sabios de Sión
Eso es una de las cuestiones más preocupantes que se encuentra en las teorías de la conspiración: las pruebas no importan: nosotros, los teóricos de la conspiración ‘Sabemos’, con ‘S’ mayúscula... Si se presentan pruebas que disputan estas teorías, no les hacen ni caso. Los Protocolos… eran una mezcolanza de diversas fuentes. Una completa falsificación. Se tradujo a muchas lenguas y tuvo mucha difusión. Pero el ministro nazi de Propaganda, Josef Goebbels, no lo usó en sus campañas. A Goebbels no le importaba si era verdad o no porque exponía lo que ellos consideraban que era una verdad profunda. Los Protocolos... confirmaban lo que los antisemitas ya creían.
Contra lo que se cree, tampoco usaron la teoría de la “puñalada por la espalda”. La idea de que el ejército alemán no fue derrotado en 1918: Alemania perdió la Primera Guerra Mundial porque los agitadores socialistas, comunistas y judíos socavaron el esfuerzo de guerra y la moral de la tropa. Una teoría que no sostienen los hechos, insiste en su nuevo libro.
Creían en ella, por eso había que limpiar Alemania de ‘judíos subversivos’ pero decidieron no usarla porque no querían ofender a los millones de personas que vivieron y trabajaron en el frente interno. Era como calificarles de traidores, de responsables de la caída de Alemania, y de esta manera enajenarse sus votos.
¿Somos más proclives a creer ahora en teorías de la conspiración que en los años 30 o 50 del siglo pasado?
Ahora está más extendido por internet. Ya no hay ‘guardianes a las puertas’, ya no hay mediadores. Antes los editores en los medios de comunicación podían frenar las conspiraciones porque les parecía basura peligrosa. Aquí en Cambridge una encuesta nos dio que el 60% de los británicos cree en alguna teoría de la conspiración. Hay menos fe en los expertos de la que solía haber.