El libro que pone alma al dolor de las víctimas de abuso sexual infantil: "Son mucho más que lo que les ha pasado"
'Poniendo alma al dolor' ofrece una descripción de esta realidad tan compleja desde tres perspectivas: la del niño, la de los adultos y la de los terapeutas
Las autoras son Pepa Horno, Elena González, Carmen Ruiz y Carolina Moñino. Nius ha entrevistado a dos de ellas
El objetivo del libro: "Demostrar que los menores se recuperan, que hay luz al final del tunel"
Cuesta creerlo, pero las cifras no mienten. Los casos de abuso sexual a menores se han multiplicado por 4 en España en la última década. Un informe de la Fundación ANAR lo revelaba en el mes de febrero.
En diez años, este tipo de agresiones han crecido más de un 300%. Una de las formas de violencia más grave que pueden sufrir los menores de edad y cuyo daño es muy difícil de reparar.
Para lograrlo, para conseguir que esos menores sanen, es fundamental el trabajo de unidades como la UTASI (Unidad Terapeútica de Abuso Sexual Infantil, en Mallorca). Las psicólogas que trabajan allí con estos niños, niñas y adolescentes han escrito un libro que sirva de modelo para permitir a cualquier profesional replicarlo, "para mostrar una forma de trabajar con ellos que funciona. Para demostrar que existe luz al final del tunel: La luz está dentro de los chicos y las chicas. Solo hay que hacerles ver que ellos son mucho más que lo que les ha pasado", explican Carolina Moñino y Carmen Ruiz, dos de las autores de Poniendo alma al dolor, psicoterapeutas y expertas en abusos y violencia sexual infantil.
Pregunta. ¿En qué condiciones llegan los menores hasta vosotras? ¿Con qué sentimientos, con qué pensamientos?
Respuesta. Carolina Moñino. La mayoría llega con un revoltijo tremendo de emociones, con culpa, con rabia, con pena, con tristeza, bloqueados, cabreados, con sentimientos de soledad, algunos con pensamientos suicidas, hartos de hablar del mismo tema...
Carmen Ruiz. Y sobre todo llegan muy asustados, porque vienen muchas veces de una experiencia dura, de haber sido muy interrogados, muy cuestionados en procesos judiciales, grabados en la unidad de valoración para pasar su testimonio a Fiscalía... El primer impacto es fuerte, y están muy impresionados, pero en cuanto les decimos que no están obligados a estar allí, ni a volver a relatar los episodios de abusos, porque nosotras ya sabemos todo lo que ha pasado, empiezan a relajarse. Tendrías que ver cómo disminuye la tensión de su cuerpo, cómo les cambia hasta la expresión.
P. ¿Y qué es lo fundamental en ese momento?
R. Carolina Moñino. Hay que hacer un trabajo enorme para obtener su confianza, hay que ganársela, hay que crear un vínculo entre el terapeuta y el menor. Hay que entender que para un niño o niña que vive experiencias de abuso, algo se rompe en su mundo interno, porque en la gran mayoría de los casos el abuso viene de una persona de su entorno más próximo, entonces la confianza la tienen muy rota y te la tienes que ganar.
Carmen Ruiz. La desconfianza es muy grande y es natural, porque como adultos, les hemos fallado al no haberles protegido. Por lo tanto, será necesario cuidar mucho el espacio y la relación que vamos estableciendo para lograr que se sienta cómodo, seguro y respetado. Es importante respetar su ritmo, no interrogar, dar tiempo... A veces tardan muchísimo en hablar de los abusos concretos, en ocasiones no llegan a verbalizarlos ante nosotras nunca.
P. ¿Y los padres cómo reaccionan?
R. Carmen Ruiz. Buff, los padres vienen hechos polvo, vienen destrozados. Me gusta utilizar una metáfora que creo que es muy gráfica. Es como si en esa familia hubiera caído una bomba, el más afectado es el menor, pero toda la familia tiene metralla en el cuerpo".
El trabajo que realizamos con los padres es fundamental para que puedan ayudar a sus hijos. Muchas veces también necesitan terapia. Necesitan sanarse, porque solo si ellos están bien podrán apoyar a sus hijos en el proceso de recuperación.
Carolina Moñino. A los menores les duele muchísimo que lo sucedido no solo les haya afectado a ellos sino que también haya destrozado su familia. Se producen crisis familiares muy grandes porque como decíamos en muchos casos los abusos han sido por parte de un familiar.
Los implicados tienen incluso sentimientos de orfandad, no solo los menores, cuando ha sido el progenitor el agresor, también los padres del menor. Imagínate que el abusador es un abuelo, descubrir que tu padre ha sido capaz de hacerle algo así a tu hijo o hija es un dolor tan grande... no puedes volver a tener contacto jamás con esa persona, es como si hubiera muerto, lo matas en vida, y es durísimo.
Y luego hay padres que vienen con historias de abusos previos y es despertarles todo otra vez. Necesitan ayuda, tanto los niños como los familiares, porque si solo intervienes con los niños se te queda coja la intervención. Los menores necesitan esos adultos que les puedan contener emocionalmente, se necesita que los adultos estén bien para que los niños puedan despegar y continuar con su vida.
P. Los terapeutas también tendréis que estar bien ¿Cómo os protegéis, como os permeabilizáis para no llevaros todos esos dramas a casa?
R. Carmen Ruiz. Pues no te puedes permeabilizar, porque si te permeabilizas entonces no sientes y si no sientes no puedes hacer un buen trabajo, como nosotros intentamos hacer desde la relación y desde el vínculo. Entonces la cuestión es dejarse penetrar, que te llegue a lo más hondo y luego limpiarse del dolor.
Carolina Moñino. Nosotros trabajamos desde el vínculo, desde la cercanía, tanto emocional como física. De hecho no tenemos una mesa que en el otro lado esté el chaval o la familia, y es evidente que el dolor traspasa. Es necesario que sintamos, en el momento en que dejemos de sentir más vale que nos dediquemos a otra cosa. Nos tiene que llegar su dolor. Lo que no nos podemos permitir es perdernos nosotros en ese dolor. ¿Sabes? Entonces, por eso también tenemos la ayuda de una supervisora que cada cierto tiempo viene y sirve de catalizador de nuestras emociones.
P. Y en vuestro trabajo con los menores, ¿qué es lo que más les cuesta superar en su proceso de recuperación?
R. Carolina Moñino. Cada niño es un mundo, pero uno de los más frecuentes es la culpa, y ese sentimiento de culpa mal manejado muchas veces provoca explosiones de rabia incontrolables, hacia los demás, pero también hacia uno mismo por no haberlo parado. Y esa impotencia, esa vergüenza que a veces también trae asociada la culpa acaba en violencia, hacia los otros, pero también hacia sí mismos, y llegan las autolesiones, el consumo de drogas, los trastornos de la conducta alimentaria, las ideas suicidas, incluso.
Los padres también sienten esa culpa de no haber visto señales, de no haberse enterado, y caen en un error tremendo que es preguntar: "¿Por qué no me lo has contado antes?" Esto no se debe hacer jamás, porque entonces están poniendo sin querer toda la la responsabilidad del abuso en el niño, porque el niño qué interpreta, que si lo hubiera dicho antes no le hubiera pasado, por tanto piensa: "Es culpa mía".
Carmen Ruiz. Otro de los sentimientos que más les cuesta superar es el miedo; el miedo a que les vuelva a pasar; el miedo a no poder seguir adelante; el miedo a no poder tener un novio o una novia; el miedo a no ser capaces de mantener relaciones sexuales normales; el miedo a no tener amigos, a sufrir rechazo por llevar la etiqueta de abusado o abusada...
P. Me imagino que habrá unos mensajes que les repetiréis hasta la saciedad...
R. Carolina Moñino. "No te sientas culpable. Tú no has hecho nada malo. La vergüenza es de quien abusó de ti". Sí, sí, son como mantras, sinceramente, porque es reformularles la visión que tienen de lo que ha sucedido.
Carmen Ruiz. Es fundamental que de verdad ellos interioricen estos mensajes, se convenzan de que eso es así, de que los integren, es el primer paso hacia la recuperación.
P. ¿Y necesitan que se haga justicia para poder pasar página?
R. Carolina Moñino. Según la edad, los niños pequeños no tienen tanta conciencia de eso. Los adolescentes hay algunos que quieren olvidar. Hay otros que necesitan justicia y hay otros que quieren venganza. Y en el caso de los padres algo parecido. Nosotras trabajamos para que puedan continuar con su vida a pesar de la sentencia, porque si son absolutorias los menores no se pueden quedar enganchados ahí, tampoco las familias.
Es verdad que las sentencias condenatorias ayudan mucho a pasar página, pero muchísimas veces lo que los chavales necesitan no es una condena, es que su abusador diga la verdad, que lo reconozca.
Carmen Ruiz. Yo les digo ¿cuál es la mejor venganza que tenemos? La mejor venganza es que tú estés bien. Sí, y que te levantes y que estés feliz, eso es lo mejor que puede pasar. Les ayudamos para que estén fuertes al margen de lo que pueda suceder en el juzgado. Yo he tenido casos que eran más que evidentes, con sintomatología elevadísima y al final por falta de pruebas se ha concluido que no. Tenemos que trabajar mucho en la idea de que nosotros sabemos cuál es la verdad, al margen de lo que digan los jueces o por mucho que mienta el abusador.
Lo que no se puede permitir es que los juicios tarden años y años en celebrarse, porque los menores tienen la sensación de tener algo pendiente, y así es mucho más difícil avanzar, pasar página.
P. Imagino que habrá incluso posibilidad de volver a caer en el mismo agujero en el que estaban si una vez que ya lo tienen superado se les llama a juicio años más tarde...
R. Carolina Moñino. Evidentemente la caja de Pandora se vuelve a abrir y son necesarias otra vez unas cuantas sesiones más de terapia para abordar el nuevo episodio, porque nosotras, aparte de hacer esa terapia inicial, también hacemos acompañamiento a los juzgados, les preparamos para todo eso.
Luego otra cosa que ocurre es que hay otros chaveles que vuelven a necesitar de nuestra ayuda más adelante, porque no debemos olvidar que son chavales que están en pleno desarrollo personal. Entonces hay veces que has dado por acabada la recuperación con un niño o una niña ponte de 11 añitos y te vuelve cuando tiene 15. ¿Por qué? Pues porque empieza con una novia o con un novio y brotan miedos del pasado.
Carmen Ruiz. Hay estímulos en el día a día que les pueden rememorar situaciones traumáticas. Y entonces ahí es donde dejamos las puertas abiertas, por si les ocurre, que tengan la libertad de llamar y de pedir ayuda de nuevo a su terapeuta para comprobar la conexión que hay en el ahora con aquello que ocurrió. Pero no es que caigan en una crisis profunda, la parte más importante del trabajo está hecha, pero a veces es necesario volver a incidir en algún aspecto que se ha visto estimulado por las circunstancias del presente.
P. Porque el mensaje fundamental del libro es que de esto se puede salir, que los niños que sufren abusos sexuales pueden llegar a superarlo...
R. Carmen Ruiz. Lo primero que queríamos hacer con el libro era visibilizarlos. Estos niños existen, aunque sea más fácil mirar hacia otro lado. En segundo lugar mostrar que se está trabajando con ellos y que está dando resultado, que tras esta situación tan traumática hay una realidad y es que los niños se recuperan. Por eso decidimos titularlo 'Ponerle alma al dolor', nos referíamos a ponerle coraje, a poner nuestra alma, junto a la suya, para ayudarles a salir de esa grave situación.
Carolina Moñino. Es espectacular la capacidad de superación que tienen tanto los niños como las familias. Es cierto que hay algunos que se quedan por el camino, desgraciadamente, pero la gran mayoría tienen una capacidad de superación que nos hace quitarnos el sombrero. Yo pienso muchas veces si sería capaz de reaccionar de la misma manera que lo hacen ellos, con tanta fuerza y entereza.
P. ¿Es entonces un homenaje a esos niños, niñas, menores que se enfrentan a los abusos sexuales?
R. Carolina Moñino. Claro, y un intento de darles voz, que también lo necesitan. En el libro no solo explicamos nuestra forma de ayudarles, también contamos sus historias. Son ellos muchas veces las que las relatan en primera persona, a través de dibujos, de cartas, hasta haciendo un rap... Ellos son parte de todo esto. Los protagonistas dignos de admiración. Queríamos mostrar la dignidad de quien ha sufrido y ha sabido rehacerse.
Carmen Ruiz. Este libro esconde el horror y la maravilla de la que es capaz el ser humano. Y, sobre todo, la luz que surge de la oscuridad, el brillo de estos niños capaces de mirar de frente al futuro, sin rencor.