Lisette Oropesa: “La verdad en la ópera no se cuenta sólo con belleza, no somos modelos”
NIUS entrevista a la soprano Lisette Oropesa tras protagonizar en Roma una 'Traviata' de cine
"Hoy no hay suficiente gente gorda en el escenario porque no les dejan cantar"
"Cada vez que la ópera intenta ser más sexy o más moderna, se pierde la fantasía del teatro"
Existe una extraña liturgia en la ópera en la que es posible parar el tiempo, rebobinar y volver a ver la mejor jugada. Ocurre en muy pocas ocasiones. En la historia del Teatro Real de Madrid sólo una mujer puede presumir de haberlo vivido sola en el escenario. El pasado julio, mientras cantaba ‘La Traviata’, a Lisette Oropesa la ovacionaron tanto que tuvo que repetir el aria ‘Addio del passato’. El año del covid fue el de su consagración. Triunfó con esta ópera en Madrid, Barcelona o en el Metropolitan de Nueva York, y sólo la pandemia impidió que abriera la temporada en La Scala de Milán. Iba a interpretar ‘Lucia de Lamermoor’, aunque en su lugar se apostó por un concierto grabado con más estrellas.
A sus 37 años, Lisette Oropesa (Nueva Orleans, 1983) es una de las voces del momento. Hija de inmigrantes cubanos, creció en Baton Rouge, tierra de jazz. La lírica la imitó de su madre, soprano como ella, y la espontaneidad la debió heredar también del Caribe. Tan desenvuelta en el escenario como en la conversación, atiende a NIUS desde su casa en Luisiana, a la espera de ser vacunada en los próximos días. Acaba de pasar por Roma, donde ha ofrecido un recital junto al tenor español Xabier Anduaga y ha protagonizado otra ‘Traviata’. En este caso, una versión cinematográfica, dirigida por el cineasta italiano Mario Martone.
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Pregunta. ¿Cómo se sintió en esta Traviata? Era una ópera muy exigente desde el punto de vista de la interpretación y parecía muy a gusto haciendo de cantante y actriz a la vez.
Respuesta. He cantado ‘La Traviata’ muchísimas veces en este año de pandemia, pero ésta probablemente ha sido la más difícil que he hecho en mi vida, porque no era como una función normal de teatro, que empieza al principio y termina al final. Estuvo organizada en una semana de grabaciones. Había que grabar la música, cantar encima de la orquesta, cantar por otro lado mirando a un monitor junto al director… Fue una película grabada en varias piezas. Es otra ópera, un experimento total.
P. ¿Y el resultado?
R. No lo he visto todavía. La tengo en casa y estoy esperando para verla con mi madre y mis abuelos. Cuando la retransmitieron, estaba en Alemania y no éramos capaces. Lo que sí puedo decir es que yo no tenía ningún control de lo que salió. Yo canté varias veces cada escena y al final eligieron ellos la que les gustaba más. Y lo mismo con la actuación, hice cada escena un millón de veces. Al final yo no puedo decir que ese fue mi trabajo final, fueron partes. El resultado es de los técnicos que montaron la película.
P. Es decir, que se pierde naturalidad… Tras todo este tiempo con los teatros cerrados o sin público, ¿cree que este tipo de óperas, espectáculo televisivo o cinematográfico, pueden convertirse en tendencia? O, mejor dicho, ¿teme que esto ocurra?
R. Sí, pero hay que mejorar la manera de hacerlo. Eso de cantar ópera en una película, repitiendo cada escena diez veces durante diez horas todos los días, no es posible para los intérpretes. ‘La Traviata’ no es una ópera ligera, no podemos hacerlo así. Si queremos seguir con el film-ópera, muy bien, pero grabemos primero la música, vayamos al escenario y hagamos playback. Así es como siempre se ha hecho, las películas de Zefirelli eran así. Pero creo que sí va a seguir, porque va a ser un éxito tremendo.
Queremos seguir en el escenario, pero hay que pensar también en la salud, en la economía… Y cada ciudad tiene sus particularidades
P. En Italia ha tenido que actuar a puerta cerrada. Mientras, en España, donde estuvo hace poco, los teatros han permanecido abiertos. ¿Cuál es la fórmula que cree que habría que adoptar?
R. Depende de cada país. En España la cultura ha seguido todo este tiempo y se han mantenido abiertos los teatros, óperas, conciertos o recitales, qué suerte para España. Pero en Italia no ha sido así. No sé si no saben, no pueden o no quieren. Igual es una mezcla de las tres cosas. Pero hay que pensar con amplitud de miras. En Barcelona tuvieron que cerrar porque decían que si no podían llegar al 50%, no se podía abrir por razones económicas. Queremos mantener la cultura y nosotros queremos seguir en el escenario, pero hay que pensar también en la salud, en la economía… Y cada ciudad tiene sus particularidades.
P. Precisamente en esta época se convirtió en la primera soprano en hacer un ‘bis’ en el Real. ¿Qué sintió en ese momento?
R. Se venía rumoreando y yo pensé que pedirían el ‘Sempre libera’. Nunca lo había hecho, pero, claro, estaba dispuesta. También hablé con el director que si nos pedían el bis de ‘Addio del passato’, cantaríamos el segundo verso, que es igual que el primero y no había que cambiar nada. Lo teníamos ya en mente, pero no lo habían pedido hasta la última función. Como artista, una se siente muy agradecida. El público siempre dice que la cantante nos regaló un bis, cuando creo que es al revés, ellos me hicieron un regalo a mí.
P. Esas dotes interpretativas le deben venir de su infancia. Sus orígenes cubanos, su madre, el jazz… Esa casa era todo música.
R. Yo crecí con la música de mis abuelos, la música de los años 30 y 40 de Cuba. Los sones y los danzones, la rumba… Música cubana clásica, no tanto música moderna como ahora. La música latina de ahora casi ni la conozco. Escuchábamos también mucho la ópera, porque mi madre era cantante y mi abuelo grababa todo lo que hacía ella o lo que ponían en la radio. Tenemos un millón de discos en casa de los viejos tiempos.
P. Empezó tocando la flauta. ¿No pensó en el baile o la interpretación?
R. El baile es algo que hacemos por cultura, no por entrenamiento. Nosotros bailamos en casa y cantamos para divertirnos. Con la flauta, llegué a la universidad a hacer una audición y me dijeron: “Tocas muy bien, pero cantas mejor”. Tuve que empezar a estudiar el canto, que es algo que nunca había hecho, antes sólo imitaba a mi madre.
Llegué a la universidad a hacer una audición con la flauta y me dijeron: “Tocas muy bien, pero cantas mejor
P. Además, tiene un vínculo muy fuerte con España. En uno de sus discos interpreta canciones clásicas españolas. ¿La zarzuela también llegó a Baton Rouge?
R. En Cuba la zarzuela es muy popular, mis abuelos la conocen mucho. Yo no tanto y si la había escuchado, pensé que podía ser ópera. En América no tienen muchos discos, mientras que en Cuba se escucha mucho en el teatro, la gente se sabía la música y la letra. Este año he empezado a estudiar la zarzuela, también la cubana, para hacer un concierto en Madrid con arias de zarzuela. Yo le preguntaba a mi abuela si se sabía las canciones, ‘La verbena de la paloma’, ‘De España vengo’… y las conocía todas, todas. Esto es algo que fuera de Latinoamérica no se encuentra. Es una cosa muy española, en otros sitios no se conoce. Y es un horror, porque es una música increíble, que yo quiero cantar más.
P. Pero si uno va ahora a Cuba, lo que suena por las calles es reggaetón, trap o música latina. ¿Usted qué piensa de todo esto?
R. ¿Verdad? Han dejado la salsa, han dejado el danzón… No me digas… A ver, yo sé que hay que evolucionar un poco, pero la música que siempre se ha escuchado en mi casa es la música vieja. A mí me encanta, puedo ser la única persona de mi edad, pero me encanta.
P. Y esa otra música urbana, ¿qué le parece? ¿No la escucha?
R. No mucho, la verdad. Cuando abro Spotify, puedo escuchar música de guitarra española, de yoga o meditación, me puedo poner a escuchar un millón de cosas para divertirme. Pero no escucho mucho pop, lo siento. Si me preguntas quién es Taylor Swift, si conozco alguna canción, yo te digo, “no, sorry”, “mi dispiace”.
Cuando abro Spotify, puedo escuchar música de guitarra española, de yoga o meditación, pero no escucho mucho pop
P. ¿Y cómo debe adaptarse la ópera a esta realidad? Hace décadas que tenores y sopranos colaboran con artistas pop, las filarmónicas empezaron a tocar con grupos heavy… ¿Se desvirtúa así su profesión o se necesitan?
R. No creo que haya nada de malo en que un cantante de ópera pueda hacer colaboraciones con alguna estrella pop. A mí me gustan algunos artistas no tan modernos, como Tori Amos, que es una pianista y cantante con la que actuaría encantada si me llamara. Si nos toca, nos llega o nos conmueve, hay que dejar que pase. Pero tampoco creo que así la ópera se convierta en un ‘pop concert’. Opino que la ópera hay que mantenerla como lo que es. Si salimos de ese registro y empezamos a cantar como en Broadway, se convierte en otra cosa. Hay que mantener el estilo.
P. Y si le llamara una discográfica y le ofreciera cantar con una estrella tipo Lady Gaga, ¿qué respondería?
R. Cantaría con mi voz de pop. Que vengan, estoy lista. Mira, yo haría encantada un disco de salsa, de música cubana popular. Pero no la cantaría con voz de ópera, para mí es ridículo escuchar una voz de ópera cantando música pop. Es posible hacerlo, lo han hecho Domingo, Caballé, hay artistas de crossover, como Bocelli… No quiero ser snob, pero creo que deberían mantenerse separadas las formas de cantar.
Es ridículo escuchar una voz de ópera cantando música pop. Es posible hacerlo, lo han hecho Domingo, Caballé, Bocelli… No quiero ser snob, pero creo que deberían mantenerse separadas
P. Entonces, ¿usted tiene un registro pop?
R. Muchacho, ¿que si tengo un registro pop? Me encanta el karaoke.
P- Ah, ¿sí? ¿Y cuándo va?
R. Cuando no tengo que cantar ópera el día siguiente. Y antes, cuando se podía salir. ¿Te acuerdas? Cuando se podía salir a hacer cosas… Yo cantaba muchísimo. Me encanta cantar, chico.
P. Y además de eso, usted es muy activa en redes sociales.
R. Bastante, hay que hacerlo.
P. ¿Qué intenta transmitir allí?
R. La realidad y no la fantasía. No, me río, porque creo que las redes sociales se están convirtiendo en la única forma de comunicar. No podemos estar en el teatro con el público, no podemos conocerlo después de una función y hay que mandar mensajes, hacer comentarios, likes, lo que sea. Siempre ha sido importante, pero creo que ahora es lo único que tenemos.
P. Pero, ¿le gusta o es una obligación, una parte más del trabajo?
R. A mí me gusta comunicar con la gente. Aunque soy un poco introvertida, canto porque me gusta comunicar. No va sólo de mi voz a tus oídos, es algo que va de ti a mí y viceversa. Y si no hay ninguna manera de que el público me diga, “Lisette, me encantó cómo cantas”, me siento un poco sola, cantando para alguien al que yo ni conozco. Para mí es importante mantener esa puerta abierta. Siempre que sea algo agradable, porque también hay gente que lo usa para decir cosas feas. Pero no son tantos, los bloqueo y seguimos adelante.
P. No hubiera pensado que es usted introvertida.
R. Sí. Hay gente introvertida que habla mucho. Pero también me gusta estar sola, tranquila y calladita…
P. Sube muchas fotos haciendo running
R. Es muy interesante, porque hoy podemos decir que no hay suficiente gente gorda en el escenario, cuando durante muchos años ha sido un estereotipo. Un cantante de ópera era redondito, hasta el punto de que la gente se burlaba de ellos. Y ahora no hay suficiente gente con sobrepeso porque no nos dejan cantar. Cuando yo empecé, pesaba mucho más y me dijeron que por mi voz, siempre le echan la culpa a la voz… Me dijeron: “Lisette, tienes una voz ligera, tipo coloratura, hay mucha gente que canta tu repertorio y con tu cuerpo no vas a subir a un escenario. Si un director tiene que escoger entre 20 o 30 y dos son gorditas, es que ni las va a escuchar”. Me lo han dicho mis doctores, mis profesores de canto, los jueces de las audiciones, mis colegas, los amigos, la familia… Te lo dice todo el mundo. Yo ahora quiero ser un ejemplo de vida saludable, me encanta hacer deporte y comer bien, pero nunca le diría a un cantante que tiene que bajar de peso porque no le van a dejar cantar. Es algo horrible que le hace mucho daño a la gente. Quien tiene sobrepeso, lo sabe. No tienes que decir: “Oye, ¿tú sabes que eres gordo?”. Pues sí, lo sé, lo he sido siempre. Hay maneras de bajar de peso que no son saludables y puedes conseguir el efecto contrario.
Cuando empecé, pesaba mucho más y me dijeron: “Lisette, hay mucha gente que canta tu repertorio y con tu cuerpo no vas a subir a un escenario. Si un director tiene que escoger entre 20 o 30 y dos son gorditas, es que ni las va a escuchar
P. Otro término que está de moda es el ‘edadismo’. Es decir, descartar a los más mayores, en un culto a la juventud o la belleza. De Pauline Viardot decían que no era nada agraciada y ahí radicaba su belleza. ¿Se ha perdido esa capacidad para ser distintos, todo debe pasar por un mismo filtro?
R. Las óperas tratan de muchas cosas, de política, amor, relaciones, odio, pasión. Con esos temas no hacen falta modelos, no estamos vendiendo ropa. A mí también me gusta la belleza, nadie aprecia lo feo. Pero estamos obsesionados con la juventud y la salud. La belleza depende del punto de vista, de quién lo mira. No significa que una persona bella para mí, le vaya a gustar a mi amiga o a mi madre. El drama y la verdad del teatro no se cuentan sólo con belleza, porque hay temas feos, personajes que sufren, ¿qué tiene eso que ver con la belleza?
P. De lo que ya no se habla tanto en la ópera es del MeToo
R. No, es que no hay tiempo para digerir todo a la vez, ya tenemos mucho en el plato. MeToo es algo que sufrimos cada día. Cuando yo era una persona con sobrepeso todos los días sufría el ‘fat shaming’ y una persona afroamericana siente el racismo a diario.
P. He entendido que no le gustaba demasiado el concepto film-ópera. Entonces, ¿hacia dónde se tiene que dirigir la lírica para llegar a un público más amplio? ¿O debe entender que es un espectáculo minoritario?
R. Mira, cada vez que lo queremos hacer más sencillo, más sexy o más moderno, perdemos un poco más de la realidad. Si tú abres Netflix, está lleno de programas que tienen que ver con la historia. No todo es moderno, gente que puede ser tu familia. Yo creo que se mantiene la curiosidad de ver cosas del pasado, porque están constantemente haciendo series del siglo XVIII, XIX… Sacarnos de los tiempos de Mozart o de Verdi y poner todo en una época moderna o en el futuro, nos quita la fantasía del teatro. Las óperas ya hablan de temas actuales, como el sexismo, el racismo, el odio entre enemigos, los problemas entre padres e hijos… Eso nunca nos ha abandonado, ¿por qué cambiarlo?
P. Hablando de Netflix, el año pasado se puso muy de moda la serie ‘Gambito de Dama’ y de repente a mucha gente le dio por jugar al ajedrez. ¿Le vendría bien a la ópera una gran serie sobre ópera? ¿O quizás sobre una gran figura como Pavarotti o Maria Callas?
R. Yo creo que Netflix podría hacer óperas, como hace series. Y a la gente le encantaría. Por ejemplo, una ópera como ‘Gianni Schicchi’, eso es una película y se podría ver de esa forma espectacular. Puedes llevar un millón de óperas a películas o series. Hay espacio, “open your minds a little bit” [abrid la mente un poco].
P. Todas las divas son comparadas con ella. Pero usted también es estadounidense de padres extranjeros. E incluso iba a ser la segunda soprano americana, después de ella, en abrir como protagonista en La Scala hasta que llegó el virus… ¿Qué siente una cantante cuando quieren compararla con Callas?
R. La ópera siempre se escucha pensando en otro cantante que ya ha hecho el papel, otro espectáculo… Pero en una comparación con Callas, todo el mundo va a perder siempre. No creo que sea justo ni necesario. Y si no es Callas es Caballé o Joan Sutherland… ¿Cómo vas a comparar a una pobre cantante como yo con Sutherland? Quién rayos puede llegar al talón de Sutherland. Que lo dejen de hacer, por favor.
P. ¿Puede una diva casarse en mitad del desierto?
R. ¿Como yo?
R- ¿Cómo fue?
R. [Ríe] Steven y yo nos conocimos cuando éramos adolescentes. Pero luego su familia se fue a Texas, no lo volví a ver por muchos años y nos encontramos en Facebook. Así que después de un año juntos, estando enamorados desde hace mucho tiempo, nos casamos en el desierto de Arizona. Yo estaba allí cantando una ópera, ‘Lucia de Lamermoor’, y allí te puedes casar fácilmente. Buscamos una capilla pequeñita, con el techo abierto, donde se viera el sol y el cielo. Y así fue, una boda muy pequeñita, pero algo muy especial.
P. Sus abuelos escaparon del régimen castrista. ¿Usted nunca ha viajado a Cuba?
R. A los cubanos que dejan su tierra no les está permitido volver, te vas de aquí y no vuelvas más. Después de muchos años, pudieron viajar por una semana. Depende de quién sea el presidente en Estados Unidos, pero siempre ha existido el embargo y no se podía ni pensar en regresar. Ellos sólo estuvieron una vez y fue un lío tremendo. Pero ahora yo tengo pasaporte español y puedo viajar con él. Así que, quiero ir.
P. ¿Irán mejor las cosas sin Trump?
R. Muchacho… Todo está siendo ya un poco mejor. La gente se está ya vacunando, la situación está mejorando, vamos a ver qué pasa con la economía y el teatro… Estados Unidos siempre va a tener problemas, pero algunos presidentes inspiran cosas que no queremos tener, como el odio, el abuso o el racismo. Trump fue una persona que alimentó todo eso. Espero que Biden pueda unir un poco más a la sociedad, porque tenemos que curarnos de los problemas que nos han dejado. Creo que durarán muchos años después de Trump.