Hay fotógrafos amantes de las tormentas y hay amantes de las tormentas que son fotógrafos. Imanol Zuaznabar es de los segundos. Es un cazador de rayos, va detrás de las tormentas para retratarlas. No importa dónde ni cuándo... si puede, coge un vuelo y se planta con su cámara de fotos en busca de una imagen irrepetible.
Para entender a Imanol hay que remontarse a 2004. Ese año le regalaron una cámara de fotos y gastaba carretes enteros enfocando al cielo. Cuando tenía 17 años, en Tarragona, se subió a una azotea para echar fotos a los rayos que caían aquel día. Uno de ellos lo hizo en el pararrayos del edificio en el que estaba… a tan solo cuatro metros de él.
“No entiendo cómo no le cogí miedo”, dice Imanol entre bromas. Al contrario, aquello fue el bautismo de una afición que le ha llevado a recorrer media España en busca de tormentas. “Cuando hay una tormenta lo veo una semana antes”, explica Imanol. Entonces, si no tiene ningún compromiso laboral, coge su cámara, un avión y abandona Tenerife, donde el tiempo casi siempre es ideal, para plantarse allí donde está la tormenta.
Este año ha hecho cuatro viajes, el último fue la semana pasada a Madrid y desde ahí fue siguiendo la tormenta hasta Albacete. Normalmente viaja solo, pero en esta ocasión le acompañaban dos cámaras más, Igor Cruchaga, de Bilbao, y Javier de la Torre, de Madrid, uno de los mejores fotógrafos de paisajes y fotografía urbana.
Además de la cámara, para fotografiar tormentas son necesarias otras herramientas como radares de precipitaciones o mapas de rayos. Así saben hacia donde enfocar para capturar el momento exacto en el que un rayo toca tierra. Para ello, hay que tener conocimientos y saber cómo se comporta una tormenta, pero la suerte juega también un papel importante. “En la fotografía normal seguimos las normas de composición pero en la fotografía de rayos no podemos, hay mucha improvisación”, explica Imanol.
"Hay que tener mucha precaución”, insiste Imanol. Nada de paraguas y nada de acercarse demasiado. “Una fotografía no vale una vida”, asegura… y sabe bien de lo que habla. En alguna ocasión ha tenido que salir corriendo porque la tormenta se acercaba demasiado. “Una vez en Teruel caían granizos como cabezas de bebé”, recuerda Imanol de una tormenta que le destrozó el coche.
“La tormenta más espectacular que he fotografiado fue el año pasado en Salou”, recuerda Imanol. No por la cantidad de rayos, que fueron pocos, sino porque cayeron muy cerca. Cuando eso pasa, la norma es alejarse y así lo hizo, pero de la casualidad quedaron “unas imágenes impresionantes... de las mejores que he podido hacer”.
Cada tormenta es diferente y eso es lo que atrae a Imanol una y otra vez a ponerse frente a ellas. Cada foto que hace, como cada rayo que cae, es irrepetible. “Es único, algo que no se va a volver a repetir”, explica Imanol, y no hay nada más valioso que eso para un fotógrafo.