'Confesiones de un bot ruso' o de cómo el acoso online se convirtió en parte de nuestra vida
"Que la conversación esté siendo adulterada hace que pierda el sentido utilizar Twitter como termómetro social", asegura el autor del libro
"Internet y las redes sociales fueron una oportunidad única para democratizar la información"
Un equipo de 15 a 20 personas puede llevar a cabo una campaña de desinformación en redes sociales potente y efectiva
Que las redes sociales, en muchos casos, se han convertido en vertederos de odio es algo que ya hemos asumido. El anonimato de muchos perfiles y la virtualización ha llevado a que muchos usuarios se consideren legitimados para mantener actitudes y comportamientos que difícilmente sostendrían en un cara a cara.
En este escenario, han surgido las agencias de astroturfing, una práctica consistente en manipular la conversación digital hasta llevarla a límites insospechados de polarización para apoyar o criticar a una persona, empresa o partido político.
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El funcionamiento de estas redes queda al descubierto en Confesiones de un bot ruso (Debate, 224 págs). Su autor trabajó en unas de estas agencias pero, por razones de confidencialidad, ha publicado el libro bajo un seudónimo.
Pregunta: ¿Por qué se le sigue dando importancia a Twitter si está llena de bots y trolls y ni siquiera es la red con más usuarios activos?
Respuesta: ¡Es más! Ni siquiera es la red social más utilizada por los usuarios de Internet. Según datos de 2022, se trata de la séptima red social "preferida" por los usuarios. El caso es que, a diferencia de otras plataformas, Twitter permite la descarga masiva de información, puesto que la gran mayoría de perfiles son públicos y pone a disposición las herramientas necesarias para medir y analizar la conversación. Estas características la convierten en un termómetro social. Dicho de otra forma: se puede medir el sentimiento de una conversación respecto a un tema o personaje concreto.
P: Pero ¿tiene poco sentido usarla como termómetro social si no es representativa no?
R: Así es. El hecho que la conversación esté siendo adulterada hace que pierda el sentido utilizar Twitter como termómetro social. Sin embargo, aun así, es la "única" plataforma que podría medirse como tal.
P: ¿La compra de usuarios y seguidores siendo una herramienta eficaz y habitual?
R: Más habitual que eficaz. Si haces un repaso, por ejemplo, por los principales protagonistas de la política nacional (e internacional), comprobarás fácilmente que muchos de sus perfiles en redes sociales tienen un porcentaje de seguidores falsos. En ocasiones, esos seguidores falsos pueden ser "solidarios" (dicho de otra forma: que los propios creadores de bots hayan decidido darle a seguir a un determinado perfil porque sí). Pero también muchos proceden del mercado negro de seguidores falsos. Como curiosidad, comentar que cuando compras cuentas en el mercado, muchas de ellas ya vienen con algún que otro seguidor. Y se repiten mucho algunos nombres: Madonna, Barack Obama, Donald Trump (¡ups! ese ya no), la BBC...
Internet y las redes sociales fueron una oportunidad única para democratizar la información. Con el nacimiento de las redes sociales, cualquiera podía compartir información"
P: ¿Las redes sociales son un problema o amenaza para la democracia?
R: Según lo que entiendas por democracia. La realidad es que Internet y las redes sociales fueron una oportunidad única para democratizar la información. Hasta ese momento, la información que consumíamos provenía de los medios de comunicación tradicionales, que llevaban mucho tiempo forjando relaciones con las altas esferas de la sociedad (clase política, grandes empresas, organizaciones, etc). Con el nacimiento de las redes sociales, cualquiera podía compartir información. Yo, por ejemplo, podría desplazarme hasta Ucrania y compartir fotografías e imágenes de lo que está sucediendo en tiempo real. Y eso, de alguna manera, provocó que ciertas personas se pusieran muy nerviosas, porque perdían el control sobre el relato. Y, por otra parte, otras personas vieron que en ese nerviosismo había negocio...
P: Cuando hablas de herramientas para la escucha social, ¿a qué tipo de software te refieres?
R: En el caso de la agencia en la que trabajé, era un software propio. Pero en el mercado encuentras muchas herramientas para ese mismo fin. Una de las más conocidas es Hootsuite, pero no la única. También están Brandwatch, Buzzsumo... Al final, se trata de un software que recopila información publicada (en redes sociales o internet en general, según la herramienta) para que una sola persona o un equipo de personas puedan hacer un seguimiento o monitoreo.
P: ¿Cuánta gente puede trabajar en un equipo de astroturfing? ¿Qué funciones desarrollan?
R: Depende del tipo de proyectos que se trabajen. No es lo mismo una estrategia de astroturfing para un parque de atracciones, por ejemplo, que una para una campaña electoral. Pero vamos a hacer un poco la media: se podría ejecutar una estrategia de astroturfing más o menos potente con 5-10 trolls, un par de Content y Community Manager, uno o dos Traffickers, uno o dos diseñadores gráficos y de 4 a 8 analistas de datos. Entre 15 y 20 personas. Además, ahí deberían sumarse otros perfiles como un director de operaciones, equipo de recursos humanos, financiero, administrativo, comercial, etc.
P: Señalas que la salud mental de los trabajadores del astroturfing puede resentirse, ¿Es habitual que la gente acabe quemada en estos puestos?
R: Creo que sí, que hay mucho riesgo. Y yo mismo me pongo como ejemplo. En la última etapa dentro de la agencia de astroturfing Por ejemplo, escuchar el teléfono y empezar a temblar. Ha pasado tiempo desde que abandoné mi cargo y, desde entonces, he tenido épocas de todo. Sin embargo, algo ha quedado "marcado". Y caigo con facilidad en ello. De hecho, recientemente tomé la decisión de pedir ayuda. Puesto que vuelvo a experimentar sensaciones de que algo no va bien...
P: ¿Es más fácil engañar a un periodista que a cientos o a miles de usuarios en la red?
R: No es que sea más fácil o no. Es cuestión de intencionalidad: Los agentes sabemos quiénes son los principales influenciadores de la conversación (gracias al trabajo de los analistas de datos). Y, por lo general, siempre aparecen periodistas en determinadas conversaciones. Por lo tanto, se fija como objetivo al periodista. Otra cuestión es que, cada vez más, los periodistas hacéis la investigación a través de Internet. Y sí, también en las redes sociales. Eso, sumado a la presión que siente el periodismo en la actualidad (en la que muchas veces prevalece ser el primero por encima de crear un buen contenido), hace que muchos periodistas piquen en el anzuelo. Una vez has liado al periodista, los "miles de usuarios en la red" van cayendo.
Es imposible hacer un seguimiento de cuántas veces se ha compartido un meme por WhatsApp
P: ¿Qué medidas serían útiles para contrarrestar la desinformación?
R: El conocimiento es primordial. Ese fue uno de los motivos por los que me animé a escribir Confesiones de un bot ruso. Hasta la fecha, nadie se ha atrevido (o ha tenido posibilidad) de compartir tanta información desde dentro. Por lo que muchos de los usuarios de Internet desconocen cómo funcionan las agencias de la posverdad. Una vez descubierta esa información, seguro que habrá gente mucho más cualificada que yo para proponer medidas y herramientas para frenar la desinformación en la red (que alguien le envíe un ejemplar de mi libro a Musk, jeje!)
P: Hablas de Twitter, Facebook, e Instagram como principales redes donde medir la conversación, pero donde mejor se viralizan los contenidos es en WhatsApp, que no permite métricas ni big data. ¿Qué estrategias se emplean en el astroturfing antes este tipo de redes cerradas?
R: WhatsApp (y Telegram) son muy importantes en determinadas campañas de astroturfing Cuando yo me metí a trabajar en el sector, se utilizaban listas de correo para coordinar a usuarios orgánicos. Por ejemplo, si se quería posicionar un hashtag como tendencia se enviaba un correo electrónico a todas esas personas con la información necesaria (qué hashtag se quería posicionar, por qué, a qué hora, ejemplos de contenido, etc). A día de hoy, WhatsApp y Telegram permiten una comunicación mucho más directa y efectiva con esas personas. Por lo que, en lugar de enviar un correo electrónico, se les envía un mensaje. Además, la inmediatez de la comunicación permite otras estrategias mucho más agresivas como, por ejemplo, compartir el enlace a un tuit de una persona determinada para provocar que cincuenta o cien personas salgan de cacería contra ella.
P: No me refiero tanto a coordinar campañas desde los canales o grupos privados, como a generar contenido (memes, videos, montajes...) que se terminan compartiendo en los chats de padres y madres del colegio y de amigos y familiares
R: Va todo de la mano. En esos grupos de Facebook y WhatsApp se coordinan estrategias de acoso, pero también se comparten contenido "viralizable". Por supuesto, es algo que no se puede medir. Es imposible hacer un seguimiento de cuántas veces se ha compartido un meme por WhatsApp.
P: ¿Crees que en alguna ocasión se ha bordeado la legalidad a la hora de generar una campaña de astroturfing?
R: Se ha bordeado y se han pasado las líneas rojas por el forro de los huevos. Y no porque lo diga yo: Cambridge Analytica es un caso clarísimo de cómo se cometió una ilegalidad para una campaña de este tipo. Comprando bases de datos a plataformas para crear perfiles de las personas a las que se querían dirigir.
P: Me refería a casos más concretos en España.
R: A ver, estamos hablando de un país en el que cuatro personas agregan a una mujer a un grupo de WhatsApp para insultarla, humillarla y llamarle de todo y solo dos de ellos son condenados a una ridícula multa de 450€ por haber mencionado el local en el que trabaja esta mujer (al considerar que, al mencionar el local, la víctima podía sentirse "localizable"). Vamos, que aquí sucede un poco como con lo de la democracia: ¿Ilegal es lo que termina juzgándose o lo que las personas consideraríamos como ilegal? El acoso, ya sea en el mundo offline como el online, debería estar penado. Y en el caso online muchas de las denuncias no prosperan porque la Ley está tan anticuada que ni siquiera contempla la existencia de las redes sociales y mucho menos que una persona pueda sentirse acosada por recibir ciertos mensajes por esa vía...